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Karel Guzmán: al infinito y más allá (+Audio)

Día tras día, Karel Guzmán se levanta temprano, arropado por las agradables temperaturas de la calefacción que lo resguarda del frío violento de la región de Transilvania, en Rumanía.

 

Fotos: Cortesía del entrevistado

Ha tenido que pasar mucho trabajo para llegar hasta allí y por eso dejó atrás al muchacho indisciplinado que recibió sanciones y que no le caía bien a varios. Viste los colores del U-Banca Transilvania Cluj-Napoca. Se dedica al baloncesto y va de la casa al entrenamiento, regresa y al otro día… la historia se repite. Así religiosamente. Solo el PlayStation rompe la rutina, aunque resulta extraño hablar de tal cosa cuando alguien está haciendo lo que le gusta.

Ni el frío ni el idioma lo van a parar. Tampoco los haters. Eso lo tiene bien claro. “Así es como se crece”, sentencia cual lema de guerra. Esa es su bandera para encarar el futuro, porque aspira a seguir creciendo… Tan alto como cuando despega en ese salto sobrehumano para clavar la pelota en el aro.

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Karel Guzmán, nacido el 7 de febrero de 1995, creció en el municipio habanero de Boyeros, en el reparto “El chico”. Recuerda una infancia distinta a la de estos tiempos, marcada por juegos como las bolas, el trompo y la manito, hasta que inesperadamente comenzó su camino en el deporte.

“Estaba en la escuela y llegó un entrenador preguntado quién quería practicar taekwondo y como siempre me gustó el ejercicio, me apunté. Sin embargo, estuve solo una semana, porque no me gustó mucho y lo dejé.

“Pero mi hermano, que había comenzado en el básquet, después se cambió para taekwondo y el entrenador de baloncesto de él fue a verme a la escuela y me preguntó si quería y dije que sí. Increíble, terminamos intercambiando los deportes. Se dice y no se cree”.

Por aquellos tiempos, su referente dentro de la cancha era un jugador que vestía la camiseta del eterno rival de su equipo preferido. Karel le iba a Capitalinos, pero las actuaciones del avileño Geoffrei “el Gato” Silvestre le robaban la atención.

Confiesa que era un muchacho muy indisciplinado, por lo que, tal vez, el tránsito por la pirámide hasta llegar a la escuadra de Capitalinos se le complicó. “Digamos que era un ‘pesao’, no caía bien. Tuve que combatir con todas esas cosas, salir adelante y esforzarme un montón. Me sancionaron varias veces, pero todo eso me ayudó a reflexionar y a enfocarme más en lo que era importante”. Una de esas sanciones lo mantuvo seis meses sin jugar baloncesto cuando este significaba todo en su vida. A tal ejemplo se remonta si de frustraciones se trata.

Su trayectoria por las diferentes categorías fue exitosa. No recuerda haber perdido un torneo en pioneriles, escolares, ni juveniles y reconoce el trabajo de los compañeros y entrenadores. En su último campeonato juvenil salió elegido Jugador Más Valioso (MVP) y luego vino la posibilidad de subir al más alto nivel en el país cuando le dieron a escoger entre los conjuntos de Metros y Capitalinos.

“Me dijeron que como era joven, en Metros iba a tener más minutos en la cancha, era mi primera campaña. Y pensé: ‘Ná… azul, así no juegue, pero azul’, y, efectivamente, me escogieron en Capitalinos por mi desempeño en los entrenamientos y los topes que tuvimos y dio la casualidad que fui el único que estuvo siempre en la plantilla. La temporada fue buena y cuando acabó, me llamaron para el equipo nacional.

“La titularidad la gané gracias al tiempo. Vine a obtenerla al tercer año en Capitalinos. En mi carrera deportiva todo lo que he alcanzado ha sido gracias al sacrificio y al sudor. Conseguir el puesto se hizo complejo. Nunca he sido un atleta que llega a un grupo con la idea de querer ser el mejor, sino para ayudar en lo que sea y dar todo lo que pueda”.

¿Qué representó vestir la camiseta azul?

“Increíble. Pasé el tiempo en la EIDE viendo puros partidos entre Capitalinos y Ciego de Ávila y era una locura. Hubo veces que me fugué de la escuela con algunos compañeros para ver la final en la Ramón Fonst, entonces vestir el uniforme se convirtió en uno de los sueños cumplidos, abismal hacerlo en un corto plazo. Estaba realmente muy contento y cuando lo supe dije: ‘por esta camiseta voy a entregar todo en la cancha’ y así lo hice”.

Al llegar al “Tren Azul”, Karel no vio muchos atletas con sus características, por eso se apoyó bastante en Raynel Panfet, el entrenador con el que mejor se sintió y con quien consiguió el título de campeón de Cuba en el 2015.

“Soy un jugador que se adapta a todo: a los sistemas, los climas, las personas, pero digamos que me sentía muy bien con él, porque me ayudó mucho y aportó en mi carrera deportiva. Panfet te entendía. Siempre me dijo que yo podía dar más. Resultó una pieza clave en mi evolución como persona y basquetbolista.

“Para ese torneo del 2015 lo principal que hicimos antes de jugar básquet o hacer cualquier otra cosa fue crear una familia. El que no cumplía con las normas y los requisitos no podía estar ahí. Hubo varios casos que no integraron el equipo por dicha situación. Al final nos quedamos quienes quisimos formar parte de esa familia y tuvimos una excelente Liga, incluso implantamos una marca de partidos seguidos sin perder”.

Lo que antes veía en el televisor o cuando se fugaba de la EIDE, lo había materializado él mismo en la cancha y califica ese triunfo como una locura, además de mostrarse satisfecho con el desempeño individual y colectivo. No obstante, al año siguiente Ciego de Ávila le propinó un duro 4-0 a Capitalinos en la final.

“La pérdida dolió. A mí todas las pérdidas me duelen, así sea a las a las bolas. Sin ánimos de justificar, tuvimos una plantilla prácticamente nueva con figuras jóvenes y deportistas que regresaron luego de mucho tiempo sin jugar. La temporada no puede calificarse de mala, llegar a la final con esa nómina implicó un gran esfuerzo y a última hora no nos salieron las cosas, podemos decir que nos agotamos”.

Convertido en campeón de Cuba e integrando la selección nacional, Karel necesitaba un nuevo reto que le permitiera elevar su nivel de baloncesto. El club argentino Ciclista Juninense, de la segunda división, preguntó por él y en 2017 el cubano vistió la camiseta del conjunto verdirrojo.

“Salir de contrato fue un sacrificio, un dolor. Tenía muchísimas ofertas, no sé por qué no salí antes, pero a veces lo que sucede conviene. Se dio lo de Argentina porque puse un poco de presión y mis padres también, pues veíamos que podía y no sabíamos por qué no se daba”.

Al evocar sus primeros momentos en territorio gaucho reconoce que empezó “más menos”, era su primera vez fuera, solo. Su única opción se basaba en sobreponerse. “En los partidos amistosos registré cuatro, cero y siete puntos. Entonces me enfoqué más en el trabajo y en el transcurso de la temporada llegué a ser el líder del conjunto, estuve entre los cinco anotadores del torneo y apenas acabó la campaña, había tres equipos de la Liga A que me querían para los play off: Argentinos de Junín, Estudiantes de Concordia y Olímpico La Banda. Al final me quedé en Olímpico, jugué bien en la postemporada y decidieron extender el vínculo”.

A pesar del buen papel, al parecer no terminó por ganarse del todo la confianza del entrenador y el siguiente curso no vio la acción esperada en la cancha. “Tuve un año duro, porque al director no sé si no le caía bien o si no le gustaba como jugador, pero yo no entendía, porque era el mismo que me había fichado para los play off. Las exigencias dieron un cambio radical. No me daba muchos minutos y tenía un compañero por delante de mí que era argentino. Muchos creíamos que él no debió ser titular, sin embargo, así fue. Yo solamente intentaba salir a hacer mi trabajo y de ese modo lo podía dejar en evidencia.

“Para la nueva temporada la plantilla cambió como en un 90 por ciento. Clasificamos para el torneo de las Américas y cuando pensaba que estaría más consolidado, tampoco fui regular. Recuerdo incluso que me querían dejar fuera para ir a la competencia, pero uno de los extranjeros no pudo viajar por problemas de trámites y me llevaron. Quedé líder anotador del equipo y aquello resultó gratificante, ya que no estaban contando conmigo”.

Desde entonces, su rendimiento creció paulatinamente y terminó por convertirse en uno de los referentes de La Banda, promediando 13 puntos y casi siete rebotes por juego.

Con ese aval y la posibilidad de seguir allí como titular y referente de Olímpico, ¿por qué arriesgar todo por probar en Rumanía?

“Había incrementado el nivel y me pude haber quedado en Argentina. Iba a ser titular de uno de los mejores clubes de allí, y probablemente conseguiría buenos números. Europa era llegar y ver qué pasaba. Pero decidí por Europa, porque sé lo que doy y que con la capacidad, el enfoque y el sacrificio que hago en los entrenamientos y los partidos puedo salir adelante. Y así ha sido aquí en Rumanía: llegué a hacer mi trabajo, solo eso”.

¿Cómo fue el impacto al cambiar de un país a otro?

“Aquí es todo muy diferente: el idioma, la forma de jugar, el clima… Y choca. La cuestión está en no amilanarse y darle el pecho a todo. Ninguna adversidad te va a detener, al contrario, son cosas que tienen que ayudarte para mejorar”.

Si de perfeccionar se trata, un deseo de la afición cubana es que la selección nacional eleve la calidad, pero para ello necesitan conjugarse varios factores que, en opinión de Karel, van más allá de las aptitudes de los jugadores de la Isla.

“A Cuba lo que le hace falta no es calidad en sus baloncestistas. Tampoco es falta de deseo. Hoy, con la difícil situación económica que existe, ellos siguen entrenando, y esforzándose para salir adelante. En los muchachos influye mucho el trato y las condiciones que les dan, todas esas cosas ayudan. Por ejemplo, existen atletas que salen de su casa a entrenar y después tienen que ver qué pueden conseguir para comer. Y son detalles que los ven en las ligas donde he participado. Así la persona tiene menos preocupación y creo que eso es lo que le falta al equipo nacional.

“Un día fuimos a entrenar en una de las ventanas Fiba y en mitad del entrenamiento no teníamos agua, y son detalles que uno se pregunta cómo se pueden escapar. Cómo vamos a practicar sin agua, eso no existe y te desenfoca de lo que tienes que hacer. Necesitamos una mayor preocupación por parte de quienes dirigen, que estén codo a codo con nosotros e interesados en cambiar. Si no es así, no podemos. Si no nos apoyan y nos cuidan nadie lo va a hacer”.

A pesar del dinero que aportan a la Federación contratos como los de Javier Justiz, Jasiel Rivero y el propio Karel, el habanero opina que el baloncesto cubano tiene hoy muchas limitaciones: “Ahora tenemos más problemas que cuando empezaron las contrataciones y son cosas que uno no entiende”.

¿Cómo cambia la vida al estar en otras ligas?

“Estar aquí no es tan sencillo como parece. Es mucho tiempo separado de la familia, pasando por mil cosas que al final no les contamos para no preocuparlos y si discutes o se presenta un problema en el entrenamiento, llegas a la casa y debes remorderte tú solo pensando, sin poder hablarlo con alguien. Extrañas y así todo hay que levantarse cada día para mantener una línea. Mucha gente no tiene ni idea y solo ve cómo saliste adelante, pero desconocen el sacrificio”.

Una de las medallas que brilla en su palmarés es el bronce de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018, ¿qué recuerda de ese evento?

“Fue un gran torneo, tuve un muy buen desempeño y el tercer lugar para mí ha sido un honor y más que era con la selección y hacía como 20 años que no se alcanzaba medalla. Impresionante y pudimos haber tenido un mejor resultado, pero soy de los que digo que las cosas no suceden por gusto. Cuando terminamos el partido contra México, que le ganamos un partidazo, vi personas en el camerino que nunca había visto, me saludaban y yo decía: ‘¿y este quién es?’. Estuve súper contento con eso, hasta motivado, sin embargo, al otro día, cuando perdimos contra Colombia, nadie apareció y son detalles que uno se pregunta: ‘¿por qué?’. Si nosotros salimos a darlo todo en la cancha… No lo entendí”.

Se dice que tiene muchos detractores de su juego, ¿por qué cree que pasa esto y de qué forma logra sobreponerse?

“Cosas así tienen que ayudarte a evolucionar. Comentaban que toda mi vida sería un saltarín y nunca iba a llegar lejos, porque mi juego era solamente saltar y cuando cumpliera cierta edad ya no sería igual y no podría jugar más básquet. Entonces, esos detractores me ayudaron a mejorar más en las deficiencias que señalaban, pues si me guiaba solamente por mi papá y las amistades que me decían: ‘Oye, eres el mejor. Sigue así’, no iba a llegar a ningún lado. Y les doy gracias a esos críticos, pues no hubiese evolucionado sin ellos”.

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A veces, en el tiempo libre, Karel cocina algo como alternativa al PlayStation. A la calle no va a buscar nada, pues el frío se las trae y no tiene nada que ver con el clima cálido al que está acostumbrado. Por suerte hay calefacción en todas partes.

Él dice que continúa enfocado en el baloncesto pese a cualquier dificultad que pueda existir. Y esa máxima la ha usado de sobra en su carrera. Mal no le ha ido y quizás por ello sueña cada vez más y afirma que mientras esté vivo lo seguirá haciendo.

Karel no cede, toma el balón y se decide a dejar su sello. Salta y flota en el aire, cual protagonista de dibujos animados, para machacar el aro con uno de esos donqueos que hacen levantar las gradas. Saca la capa, «súper Karel», al infinito… y más allá.

Escuche aquí declaraciones de Karel Guzmán

 

 

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