Céspedes: ímpetu y virtud

Céspedes: ímpetu y virtud

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Cuando se dice que un hombre vale por sus ideas y acciones, debe pensarse en Carlos Manuel de Céspedes, el patricio bayamés que construyó una historia propia, unida a la de su Patria, con actos de altruismo e hidalguía.

 

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Foto: Obras del artista de la plástica Amaury Palacio Puebla
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Foto: Obras del artista de la plástica Amaury Palacio Puebla
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Fue él, el hombre que, respetado por su cultura y magnífico patrimonio, conspiró contra el régimen colonial opresor y abrazó las creencias de libertad contando con cada una de las personas que tenían igual sueño, sin importarle raza o posición social.

 

“… y no fue más grande cuando proclamó a su Patria libre, sino cuando reunió a sus siervos, y los llamó a sus brazos como hermanos”, escribió José Martí.

 

Y su valía no se detuvo solo con ser el iniciador de las Guerras de Independencia, Presidente de la República en Armas o líder de la Ley para la abolición de la esclavitud, proclamada en Bayamo, primera ciudad soberana de Cuba por manos del incipiente Ejército Libertador.

Tampoco lo hizo cuando el 27 de octubre de 1873 la Cámara de Representantes lo destituyó de su alto cargo, en Bijagual de Jiguaní, en un acto jurídico presenciado por las tropas mambisas y los jefes militares. Hecho que figuró la antesala de su muerte.

Céspedes alcanzó para muchos su máxima categoría de fidelidad y valor cuando, ya depuesto, privado de sus ayudantes y escoltas, insultado e injuriado por quienes antes le rendían honores, a veces humillado, continuaba creyendo en la Revolución y su bandera.

El bayamés que había renunciado a sus placeres, comodidad, riqueza y calor del hogar; el que entregó a uno de sus hijos, Oscar, antes de renunciar al proceso de emancipación que llevaría a un bien para todos, el mismo que vio con horror las flamas del incendio de la ciudad que amaba y que le parecía la creación más bella; era el que ahora vivía momentos aciagos en la pobreza y el agravio.

Su alternativa de salir del país con ayuda de su esposa, Ana de Quesada, y algunos amigos para apoyar desde el exterior las fuerzas de la insurrección le fue también negada por el Gobierno que antes estuvo bajo su mando.

Por fin, entonces, San Lorenzo. Allí, en la Sierra Maestra, pasa los días enseñando ajedrez y a leer a los más jóvenes, en tanto escribe y toma café en la casa de aquellas personas sencillas, que le serenaban con aprecio y le desvestían las nostalgias por su familia.

Sus días son apacibles y trata de no albergar dolor ni rencores por la ignominia vivida.

 

Foto: Obras del artista de la plástica Amaury Palacio Puebla

 

El 27 de febrero de 1874, mientras el Presidente Viejo descansa le llega de una voz infantil la noticia de la presencia de tropas españolas en la zona que, al parecer, seguían su rastro. Vestido con sus mejores ropas toma un revólver y corre, sin compañía alguna, a poner a resguardo su vida. Le persiguen y se defiende. Una bala le alcanza y cae por un barranco herido de muerte.

 

 

Culminaban así los días fecundos del Padre de la Patria, de quien el Héroe Nacional prefirió el ímpetu y Fidel admiró su virtuosismo: “…Céspedes simbolizó el espíritu de los cubanos de aquella época, simbolizó la dignidad y la rebeldía de un pueblo”.

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Un comentario en Céspedes: ímpetu y virtud

  1. Al Padre, la Patria siempre en libertad. Así quiso Céspedes que fuera Cuba, una tierra de hombres libres, sin importar la raza ni posición social.
    Honor a quien honor merece.
    Gracias a la autora por este oportuno trabajo. Sobre todo hoy cuando se nos cuestiona si somos, o no, capaces de Patria o Muerte!

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