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Partido = Congreso = Cuba

La esencia de un Partido es orientar, unir y conducir procesos a partir de compar­tir varias personas una misma idea. Su fuerza o poder real sigue estando más en lo simbólico, en las convicciones, en la transparencia de sus objetivos, que no significa para nada alejarse de lo terrenal y mucho menos de los problemas de una sociedad a la que se debe y crece como organización política.

Ha sido así en la historia del mundo y de nuestra nación. Desde el Partido Revolu­cionario Cubano fundado el 10 de abril de 1892 por José Martí para dirigir la guerra por la independencia, hasta el nacimien­to el 3 de octubre de 1965 del Partido Co­munista de Cuba (PCC). Similitudes más, diferencias menos, ambos arraigaron los conceptos de soberanía, antimperialismo y libertad como sus pilares. Y el pueblo los hizo suyos para siempre.

En medio del rebrote de la COVID-19, la di­rección del PCC ha decidido realizar, entre el 16 y el 19 de abril próximo, su VIII Congre­so, cual acto de valentía, respeto y honesti­dad con sus más de 600 mil militantes, pero sobre todo con un mandato popular consa­grado en su Constitución, Artículo 5, como “(…) la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Y lejos de ser una denominación formal, lo refrendado signifi­ca la conexión entre un Partido y su reali­dad. Así se ratificará dentro de dos meses.

Toca ahora el examen riguroso y autocrí­tico de lo que cinco años atrás se acordó. Por supuesto, ahí entra la instrumentación de los Lineamientos de la Política Económi­ca y Social del Partido y la Revolución, dis­cutidos en los centros de trabajo y barrios del país por ser la brújula imprescindible para los cambios que nos propusimos y es­tán en marcha como parte del Modelo Eco­nómico y Social de Desarrollo Socialista.

Este será el cónclave de la continuidad, la resistencia y el desarrollo. Una genera­ción histórica dará paso al lógico relevo, que desde las esferas del Gobierno y del Estado ya lo viene haciendo con resultados concretos y un amplio respaldo ciudadano. La vitalidad del Partido igualmente se mide por eso, por sus nuevos líderes, que asu­men responsabilidades por méritos y cua­lidades personales, nunca por cuentas en bancos o componenda de amistades.

Volverá a ratificarse que resistir como Revolución Socialista es sinónimo de dere­cho y honradez con el pasado y presente de tantos hombres y mujeres que han protago­nizado victorias y tropiezos por querer ser diferentes, por querer ser revolucionarios. Resistir es también la única sana visión ante el bloqueo estrangulador del Gobier­no de Estados Unidos y una crisis mundial económica que apenas habla de présta­mos, intereses y deudas.

La justicia social conquistada y la prospe­ridad sostenible a la que aspiramos serían páginas para las hogueras si aflojáramos piernas e inteligencia cuando más se invita a claudicar, arrecian las campañas de sub­versión o se llama al pluripartidismo. Cuba ya conoció de eso último y solo le tributaron miseria, discriminación, sumisión al imperio y corrupción política.

El desarrollo que encontrará espacio de discusión en el Congreso parte de una ma­yor articulación entre la empresa estatal y los sectores cooperativo y privado —así debe referirse sin eufemismo—; y en cómo llevar de la mano producción y eficiencia sin que ninguna se vaya fuera de la balanza, y la corrupción no corroa el piso.

Los delegados abogarán por esas ex­portaciones con calidad que nos harán más fuertes; por más alimentos desde nuestros campos y mejores servicios en cada una de las áreas; por el ahorro cons­ciente y la creatividad trascendente o in­novación imprescindible. De una vez y por todas debemos entender que la Revolu­ción no se hizo para repartir necesidades, sino para parir oportunidades, crecer en cultura y conocimientos, ser solidarios y dignificar al negro, al campesino, a la mu­jer, al niño, al obrero, al humilde, como ha venido sucediendo desde 1959.

Hace cinco años, en la última sesión del VII Congreso, el líder histórico de este proceso, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, se despidió con el lla­mado a que los comunistas emprendié­ramos la marcha y perfeccionáramos lo que se debiera, con lealtad y unidad. Así lo hicimos y tenemos que continuar. El Partido no podrá jamás traicionar esas dos claves: ser leal y estar conectado con su pueblo. Partido, Congreso y Cuba son una misma cosa. Por respiración vi­tal. Por amor verdadero. Por la patria de todos.

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