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AL PAN, PAN: La labor insustituible del instructor de arte

Cuba celebra este jueves el Día del Instructor de Arte. Y la fecha, además de oportunidad para el reconocimiento, debería asumirse como punto de reflexión. La labor de los instructores es imprescindible en el entramado educacional y artístico. Pero no siempre hay clara conciencia de su importancia.
Hay instructores en escuelas y casas de cultura de todo el país. Muchos integran la Brigada José Martí. Han recibido una formación integral para las artes. Pueden y deben ofrecer herramientas básicas para la compresión y el pleno disfrute de todas las manifestaciones artísticas. Deberían ser puntales de las programaciones culturales en la comunidad, promotores del Movimiento de Artistas Aficionados, educadores en los programas de estudio de las diferentes enseñanzas…
Pero a veces esa labor está circunscrita, en el mejor de los casos, a la organización de las fiestas y matutinos escolares.
La función de un instructor de arte no es la de un auxiliar pedagógico. Es, debería ser, un maestro.
La educación para las artes no es adjetiva u opcional. Se necesita formar públicos que puedan apreciar el amplísimo acervo de la creación. Un ciudadano formado para las artes es un mejor ciudadano. Sin contar el extraordinario aporte de la cultura artística en el mejoramiento de la calidad de vida.
Para dinamizar esos procesos formativos están los instructores. Y así los conciben la política cultural de la nación y el sistema educacional cubano.
Eso lo tienen que tener claro las direcciones de las escuelas y casas de cultura. Pero primero tiene que haber conciencia en los propios instructores.
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