Icono del sitio Trabajadores

El arte cubano en tiempo de definiciones

Núcleos, la más reciente muestra de artes visuales instalada en el  Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana (CPAPD), constituye una suerte de compendio de memorias (históricas, geográficas, sociales, religiosas, sentimentales y filiales) que, al decir del director del CPAPD, Carlos Acosta Avilés, en la apertura, están fraguadas en la sociedad cubana.

Al referirse a este proyecto desarrollado “en medio del contexto que vivimos —dijo—, donde existen pretensiones de desestabilizar el sentimiento patrio, es una manera de ratificar el apoyo de las instituciones culturales a la causa revolucionaria desde el altísimo baluarte que representa la identidad nacional”.

Se trata de una excelente y oportuna propuesta en tiempos de definiciones y revelaciones del arte auténtico, exponente de los valores intelectuales y estéticos de sus autores. Un buen regalo para celebrar las cuatro décadas de este centro emblemático de la cultura capitalina.

Inaugurada el pasado 12 de enero, con obras de 13 creadores, consagrados y emergentes, las piezas exhibidas recrean diferentes ambientes y situaciones que tienen que ver con la cultura y la idiosincrasia insulares, en un onírico compendio de formas y figuras que transitan desde la abstracción, la figuración, la fotografía, el grabado y la instalación.

La apertura de la exposición se hizo coincidir con el  aniversario 152 del Incendio de Bayamo, conmovedor hecho histórico de la Guerra de los Diez Años, que demostró la valentía, decisión y patriotismo de los cubanos para luchar contra la metrópoli española y lograr la independencia de Cuba. Los pobladores de aquella legendaria ciudad del oriente insular decidieron prenderle fuego a la primera capital de la República de Cuba en Armas antes que rendirla a los opresores.

Como metáforas de la vida misma, la exposición Núcleos, actualmente —y hasta finales de febrero— en los salones del CPAPD, se acerca al público capitalino en medio de la desesperante agudización de la pandemia de la Covid-19,  en una época donde se observa una marcada tendencia a la pérdida de valores éticos, la incitación a la desidia y el desprecio por la identidad y el arraigo, esencialmente promovidos desde las arcas del exterior.

“La intención fue conformar un grupo heterogéneo en cuanto a edad y lenguajes artísticos, pues si se habla de raíces, de añoranza y sentimientos, también acotamos diversidad; así se asegura la riqueza del discurso”, expresan las curadoras.

La exhibición instalada en los salones del vetusto recinto expositivo del Siglo XVIII donde desde 1981 radica el CPAPD, en la esquina de las calles Luz y Oficios, en La Habana Vieja, también puede disfrutarse de forma virtual a través de los canales de Youtube y Facebook, en internet.

Acreedoras de la Beca de Creación El Reino de este Mundo, otorgada por la sección de crítica e investigación de la Asociación Hermanos Saíz, las curadoras Celia Molina y Roxana Consuegra, concibieron este proyecto integrado por trabajos de creadores coronados, como Eduardo Roca (Choco), Premio  Nacional de Artes Plásticas, René Peña, Tamara Campo y Sándor González Vilar, además de otros cuyo quehacer ya es asimismo sólido, tal es el caso de Enrique Wong, Humberto Monteagudo, Reinier Nande y Raúl Castro Camacho (Memo).

La nómina de exponentes incluye también a jóvenes artífices con prometedoras perspectivas, como Arián Irsula, Andrey Quintana, Liesther Amador, Alejandra Oliva y Manuel Lugo.

Sobre la base de diferentes presupuestos estéticos, estilos y técnicas, Núcleos deviene ritual de auto-reconocimiento  del hombre insular, en tanto recrea, a través del imaginario de estos artistas, asuntos que de alguna manera tienen que ver con nuestra existencia material  y espiritual: el amor, los recuerdos de la infancia y la adolescencia, la visión del cosmos, la circunstancia de vivir en una isla, la migración, la historia, la literatura, el entorno citadino, la arquitectura…

Se trata de propuestas iconográficas con marcada connotación filosófica, concebidas sin trivialidades, para en última instancia, una vez disfrutado todo el conjunto, acercar al espectador, un poco más, a su diversa y compleja naturaleza humana, en medio de una civilización tecnológica que se ha propuesto exorcizar el silencio y, en consecuencia, la meditación, como aplicación del espíritu.

Entre las piezas llaman la atención la de Tamara Campo, titulada 45 días, una instalación que con gracia y originalidad evoca los memorables tiempos de las movilizaciones escolares conocidas como La escuela al campo, verdadero festín para los adolescentes que en tanto realizaban sus modestos aportes a la economía del país, aprendían, en sanos ambientes, a interrelacionarse con sus compañeros de aula y profesores.

 

Igualmente sobria y elegante es las propuesta de Sandor González con Mi bandera, versión con profundos matices patrióticos, en la que sobresale el ya consolidado estilo de este joven pintor que ya ocupa lugar imprescindible dentro del variopinto panorama de las artes plásticas cubanas; en tanto Cupido, de Choco, presenta ricos matices de cubanía, en un lírico reflejo de nuestras cultura y distintivo caribeño.

Alejandra Oliva y Manuel Lugo dan fe de un elevado nivel profesional en su instalación Variables; en tanto Raúl C. Camacho (Memo), recrea el concepto de isla en su sugerente cuadro Fractura, de la serie Constelaciones. René Peña, con Weak ángel, nos acerca a un sugestivo surrealismo con matices líricos.

Vale, asimismo, destacar la recreación hecha por Humberto Monteagudo sobre el célebre teatro Campoamor, de la capital, a través de una combinación de textos e imágenes, con caja de luz, que bajo el sugerente título de Campo-Amor insta a reflexionar en torno a los años de abandono de esta sala que ya se encuentra en fase de reconstrucción capital. Por su parte, Andrey Quintana, en un insinuante dibujo de un rebaño de cabras, de espaldas al observador y en diferentes colores, aborda el tema de la migración, sobre el que insta a pensar en el abandono de las raíces, en la implicación psicológica y moral que implica la separación de la tierra natal.

Arian Irsula, con sus esferas multicolores sobre fondos negros, remueve el interior del espectador, al que somete a complicados exámenes en torno al pasado y el futuro de nuestra galaxia mediante sus abstracciones tituladas El creador de sueños; suerte de rejuego con nuestra psiquis que igualmente provocan las imágenes manipuladas de Reinier Nande en su obra titulada 58 diferencias.

Enrique Wong, con Regulaciones urbanas (serie), especula sobre la ciudad a través de un conjunto de cuadros abstracto-figurativos, en los que demuestra sus cualidades de excelente dibujante de limpias líneas y formas; a la vez que Liesther Amador remueve las neuronas con su sarcástico proyecto de fotografía manipulada Viaje a la semilla.

Compartir...
Salir de la versión móvil