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Paladín de la historia sindical

En un encuentro informal de intelectuales al que fue invitado, al presentarse, porque no era de los conocidos, resumió así su trayectoria laboral: 25 años en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), dos años en la guerra de Angola y casi 30 en la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).

Eso significaba que de sus entonces 74 años había dedicado cerca de 60 a la Revolución y de sus primeros pasos era testigo uno de los presentes, su compañero en la Campaña de Alfabetización.

Muchos proyectos del incansable investigador y divulgador de la historia del movimiento sindical cubano, Silvio Jova Argota, quedaron inconclusos cuando un accidente de tránsito tronchó su vida hace pocos días.

Este hombre sencillo y laborioso fue un cubano de su tiempo: vinculado a los CDR desde la cuadra, llegó a ser funcionario del comité nacional y profesor de la escuela nacional de cuadros. En la tierra de Agostinho Neto fue soldado de infantería y oficial de análisis de información de la Sección Política de la Agrupación de Tropas del Sur.

De regreso a la patria se incorporó a la CTC como profesor de su escuela nacional y posteriormente pasó al Departamento de Educación y Propaganda, en el que se tornó figura imprescindible en eventos político-ideológicos que en su vida laboral constituyeron su primordial actividad. Ya jubilado, fue contratado en el Palacio de los Torcedores, como parte del proyecto del Museo Nacional de los Trabajadores de Cuba.

Momentos significativos de su vida fueron el ingreso con 23 años a las filas del Partido Comunista, su licenciatura en Filosofía en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona y su maestría en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana.

Este padre de dos hijas y abuelo de un nieto, a quienes quería entrañablemente, consideró que la vida humana debía regirse por la unidad, la paz, la verdad y la responsabilidad, y señaló como sus enemigos la mentira, la envidia y el delito económico contra los cuales luchó siempre.

Pronto la familia hará realidad el deseo de Silvio de donar al Palacio de los Torcedores su biblioteca personal para enriquecer los fondos bibliográficos.

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