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Cuba-Estados Unidos: Nunca será miel sobre hojuelas

Joe Biden comenzó su mandato aprobando una Estrategia nacional contra la Covid-19 no sin antes reconocer que las cosas seguirán empeorando antes de mejorar. Mediante órdenes ejecutivas indicó expandir las pruebas para diagnosticar más casos, administrar vacunas, así como reabrir escuelas y negocios de manera segura. De paso regresó a la Estrategia nacional contra la Covid-19 y se comprometió a pagar las cuotas pendientes.

 

La portada del próximo número de la revista estadounidense Time recrea el escenario en que Joe Biden asumió la presidencia el pasado 20 de enero

Tales acciones confirman que su prioridad es poner orden en un asunto que muchos consideran el verdadero culpable de que Donald Trump perdiera las elecciones: el mal manejo de la crisis sanitaria.

Simbólica fue además la decisión de reabrir la versión en español del sitio web del gobierno y orientar la sustitución en el argot técnico migratorio del término “alien” (extranjero) por el de “ciudadano no estadounidense”, indicios de por dónde pretende llevar la reforma de ese sector en un país que se define como “nación de inmigrantes”.

Mientras tanto, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi activará  este lunes el juicio político a Donald Trump en el que se le acusa de “incitación a la insurrección”. Pretenden eliminar, de raíz, la posibilidad de que aspire a la presidencia en el futuro. Es difícil cantar victoria en ese ámbito, más cuando a los demócratas les resta un tortuoso camino por andar todavía.

En materia de política exterior, Biden recibe un mundo más complejo, menos estable y predecible. El liderazgo estadounidense es cada vez más frágil. Los sucesos del pasado 6 enero frente al Capitolio y la perreta del mal perdedor (Trump) quebraron la imagen que durante años habían construido de ser un país modelo de democracia para el mundo.

Varios temas han llegado al nuevo mandatario como verdaderas “papas calientes”, entre ellos las relaciones bilaterales con China, Rusia, Irán, Venezuela y Cuba. En casi todos los casos corresponderá a EE. UU. reconstruir vínculos que más allá de las tensiones imperiales, también resultaron dañados por la naturaleza hostil de Trump.

El gabinete de Biden tampoco podrá obviar ciertas amenazas, como la reciente del senador republicano Mitch Mc Connell quien aseguró que “cuando nuestros amigos demócratas se aparten del sentido común (…), cuando sus propuestas perjudiquen (…), entonces usaremos el poder que el pueblo estadounidense nos dio para impulsar lo que es correcto”.

Para los cubanos, tras más de 100 años de diferendo, acentuado luego del triunfo de la Revolución en 1959, se espera una mejoría en los vínculos bilaterales y que se elimine la sarta de prohibiciones-sanciones hilvanadas por los odiadores profesionales que han secuestrado el tema de cara a lo interno de la política imperial. No obstante, corresponde estar prevenidos, no será miel sobre hojuelas, no con Estados Unidos.

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