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Trump y el violento final de su presidencia

Foto: Tomada de Getty Images

A las 9:15 a. m. Lonnie Leroy Coffman, de Alabama, estacio­nó su camioneta a una cuadra de las oficinas de la Cámara de Representantes de EE. UU. y la Biblioteca del Congreso. Llevaba consigo varias pistolas, un rifle de asalto, municiones y bombas artesanales confeccionadas con frascos de cristal llenos de es­puma de poliestireno derretida y gasolina. Tales artefactos, cuan­do explotan, se adhieren y que­man como el napalm.

En junio del 2020, cuando las protestas del movimiento BLM llegaron al Capitolio (izquierda), Trump movilizó a 5 mil efectivos de la Guardia Nacional. Este 6 de enero, no obstante las alertas, el Presidente dejó la seguridad de la sede parlamentaria en manos del cuerpo policial que habitualmente custodia la institución (derecha), integrado por apenas 2 mil agentes. Fotos: Tomadas de Getty Images

Afortunadamente Coffman no entró en acción. Fue capturado ese mismo día al anochecer. Tiene 70 años y ninguna de las armas ocu­padas estaba registrada a su nom­bre. Es una de las personas bajo investigación por las acciones que desembocaron en el asalto al Capi­tolio de Washington D.C.

Las imágenes y videos sobre el hecho han permitido identifi­car a otros participantes, a más de uno la experiencia les ha cos­tado el empleo y más. Los rostros de los invasores reflejan sorpre­sa y empoderamiento. También miedo, violencia, ira… Mucha de la variada fauna que el presi­dente Trump consiguió fidelizar estuvo allí. Algunos entraron a la sede del Congreso en plan tu­rístico, selfis mediante; a otros se les ve moverse ligeros, como quien sabe qué y dónde buscar; y no faltan los equipados con cas­cos, escudos, armas… listos para el enfrentamiento.

En esa tropa y en la multitud que quedó afuera hubo represen­tantes de los llamados MAGA (en alusión al eslogan de la cam­paña del 2016: Make America Great Again) y también fanáti­cos, miembros de movimientos como QAnon, Proud Boys y otras organizaciones supremacistas de perfil violento.

El profesor universitario y experto estadounidense en par­ticipación ciudadana y desarro­llo de la sociedad civil, Thomas Bryer, publicó este sábado un artículo titulado Terrorismo en Estados Unidos: así somos, en el cual reconoce que la mayoría de sus coterráneos no son “terroris­tas como los que invadieron el Congreso. Sin embargo, todos so­mos responsables del entorno que crea a esos terroristas (…) nunca seremos un solo pueblo, pero se­guiremos siendo una sola nación. (…) demasiados políticos en los EE. UU. avivan las llamas de las divisiones y conflictos malsanos (…) Donald Trump tenía el me­gáfono más grande para empujar al país en una dirección peligro­sa, pero hay innumerables polí­ticos en estados y ciudades igual de malos”.

Esta compleja y diversa rea­lidad, agravada por la polari­zación política y la crisis eco­nómica y sanitaria, marcará la venidera presidencia del demó­crata Joe Biden. El 20 de enero es la fecha prevista para culminar la más reciente puesta en escena del show en que se convierten los comicios en ese país, deslucido esta vez por una “pésima direc­ción de actores”.

Pero las jornadas que res­tan hasta ese día serán tensas. Representantes, senadores, em­presarios y líderes de opinión han pedido cesar al presidente Trump en sus funciones. Algu­nos apelan a la 25.ª enmienda constitucional; otros, al juicio político. Ambos caminos parecen poco viables por falta de tiempo. No descarto, en cambio, un pro­cedimiento posterior, ya sea por evasión fiscal, abuso de poder o cualquier otro delito, para los cuales algunos de sus enemigos políticos tienen suficiente infor­mación.

No obstante haber sido silen­ciado por Facebook, Twitter, Ins­tagram y otros espacios virtuales, ese entorno continúa siendo tras­cendente para Trump, que junto a sus seguidores se ha mudado a una red social más reciente, Parler, de­venida refugio para internautas negados a políticas de moderación en la web.

“Muchos de nosotros regre­saremos (al Capitolio) el 19 de enero portando nuestras armas en apoyo a nuestra nación (…). Iremos en números que ningún Ejército o agencia policial podrá igualar”, escribió en Parler un usuario trumpista. Esperemos que para entonces las fuerzas de seguridad respondan con mayor aplomo y efectividad. Advertidas están.

La violencia con que Trump deja la presidencia es coherente con su personalidad. También con esa narrativa de intrigas, conspi­raciones y racismo que subyace en el sistema político estadounidense y persistirá más allá de su man­dato. Él solo la hizo más visible.

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