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Suelta, ¿y sin vacunar?

Foto: Heriberto González Brito

Foto: Heriberto González Brito

A pesar de lo convulsos, estos son tiempos de soltar amarras, de despegar, de cambiar de una vez y por todas, sin que tal propósito se asuma como una cuestión de coser y cantar.

 

Foto: Betty Beatón

 

Por  lo menos así lo percibe un grupo de directivos y trabajadores de las empresas cubanas, las mismas que se ajustan el traje con apego a las nuevas medidas anunciadas para favorecer la eficiencia en su misión.

No obstante, por otro lado, y a fuerza de tantos años de fallidos intentos en tal orden, otro grupo se muestra escéptico, dubitativo, y esgrime una frase conocida: el problema no es el guión, el problema es la puesta en escena, cuestión que no deja de ser cierta, tal y como lo reconocen expertos de las ciencias económicas y empresariales.

Entre la existencia de las  medidas, ponerlas en práctica, y que se obtengan los resultados esperados hay un buen trecho, como del dicho al hecho.

Pero lo peor no es eso, ni el tiempo que es preciso esperar para llegar al objetivo cumbre, sino las barreras que de manera visible se parapetan a lo largo del camino que se debe recorrer.

Cuestiones internas y externas hacen y harán difícil el andar, mas no imposible, que conste.

Dentro de las primeras pudiéramos mencionar la obsolescencia tecnológica, que es freno a la urgida productividad del trabajo; el envejecimiento de la fuerza laboral,  además de viejos estilos de gestión y de dirección, así como burocratismo, estos tres últimos sedimentados en la cultura empresarial a fuerza de largos años de centralización, de esperar  “indicaciones de arriba”.

En cuanto a las barreras externas el bloqueo se erige como la más compleja de sortear; en tanto es tangible en la cotidianidad, con dimensiones sin precedentes en los últimos meses.

A esta situación que frisa las seis décadas se suma en el 2020 la reducción del comercio mundial a causa de la pandemia, estimada según la Organización Mundial del Comercio entre un 13 y un 32 por ciento.

Condiciones más que suficientes, por solo mencionar dos, para complicarle la “jugada” a directivos y trabajadores a la hora de llevar del dicho al hecho las nuevas medidas que favorecen a la empresa estatal, distintivamente aquellas que tienen que ver con la importación/exportación directas y el fomento de la inversión extranjera.

Aun así, y como los de esta tierra estamos acostumbrados a no amilanarnos ante los problemas, se aprecia buena disposición para asumir los cambios, tal y como sucede, por ejemplo, en la suroriental provincia santiaguera.

 

 

Por muchas cuestiones las medidas se reciben con agradado, entre ellas el que “dejan hacer” a los empresarios, especialmente aquellos que se encuentran a nivel de las estructuras que con anterioridad resultaban poco favorecidas,  dígase las unidades empresariales de base (UEB), esas que ahora tendrán más  autonomía para crear, proponer, gestionar.

Del mismo modo, y tal vez el punto clave para desatar las fuerzas productivas, se favorece el vínculo del trabajador con los resultados finales de la producción, incluso de las exportaciones, sin límites ya para la distribución de utilidades, con un justo estímulo monetario para quienes muestren alto desempeño.

Al César lo que es del César, distribución con arreglo al trabajo, necesaria realización económica de la propiedad social sobre los medios de producción, lo cual debe revertirse en más productividad, más eficiencia.

Alea iacta est, o lo que es lo mismo, la suerte está echada. Ahora se precisa de ingenio, entrenamiento, preparación, monitorio, evaluación, seguimiento… con apego a que libertad de actuación implica también responsabilidad, control, orden.

Empresas sin ataduras, sueltas, pero “vacunadas”.

 

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