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Camilo: su último discurso

Palacio Presidencial, 26 de octubre de 1959. Una com­pacta multitud se congre­gó frente a la terraza norte para repudiar los bombar­deos de aviones procedentes de Estados Unidos que se habían vuelto casi cotidia­nos por esos días. Allí Ca­milo pronunciaría su último discurso, que enardeció de patriotismo a los reunidos.

“Para detener esta Re­volución cubanísima, dijo, tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pa­sar, serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: Si deshecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día,/ nues­tros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía…”.

En medio del clamor de los presentes expre­só una convicción que aún nos acompaña: “(…) que no piensen los enemigos de la Revolución que nos vamos a detener, (…) que vamos a ponernos de rodillas y que vamos a inclinar nuestra frente”.

Y con voz enronqueci­da por la emoción evocó a los caídos: “De rodillas nos pondremos una vez, y una vez inclinaremos nuestras frentes, y será el día que lle­guemos a la tierra cubana que guarda veinte mil cu­banos, para decirles: ¡Her­manos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no corrió en balde!”.

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