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RETRATOS: Campesino en la ciudad

“Soy un guajiro en la ciudad. Amo al campo. A veces nacimos en un lugar que no nos gusta y eso me ocurrió a mí. Me hubiera gustado tener una finca grande, para sembrar y criar animales”, así dice Luis Miguel Leyva González, en plena faena, bajo el sol de las once de la mañana, en la explanada del puente de 100 y Boyeros, en La Habana.

Luis Miguel Leyva González en plena faena. Foto: Agustín Borrego

En sus manos sostiene el tridente con el que amontona la hierba recién cortada. Ahí encuentra alimento fresco para los animales que ha logrado reunir en una pequeña parcela, en Marianao. “Tengo carneros, pollos, y hasta caballos que me encantan. Pero cuando uno tiene una cría debe ocuparse de ésta, buscarle comida. Y ahora, por ejemplo, con la sequía, no hay mucho pasto. Aquí vengo de vez en cuando”, dice, mientras a su alrededor todo ha quedado libre de forraje.

Tiene el rostro sudado, y el nasobuco correctamente puesto. Inevitablemente, la COVID-19 impone retos en todos los trabajos. “Estoy consciente de que es necesario protegerse. No me lo quito. Por aquí puede pasar cualquiera que me va a ver con la mascarilla en su lugar, ni siquiera tomo mucha agua, porque me llena y me quita las ganas de trabajar”, afirma este hombre de 41 años.

Según expresa, su animal preferido es el caballo. “Para mí es como una mascota, son hermosos y muy agradecidos”, expone y se lamenta porque ninguno de sus hijos tiene interés por la vida campestre. Para él la tierra es sagrada porque bien cuidada da suficientes alimentos, aunque sea en un pequeño pedacito de suelo. “Tenemos aguacates, ciruelas, mangos…”, apunta, mientras asegura que nada como comerse una fruta fresca.

Y vuelve de nuevo a coger el tridente  y a acopiar el forraje que llevará a casa, sin impórtale mucho el ir y venir de los carros que circulan por la popular avenida.

Luis Miguel Leyva González en plena faena. Foto: Agustín Borrego
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