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Transgresores nocturnos

Las noches de es­tas fechas de sep­tiembre deben ser las más tranquilas vividas en La Ha­bana en sus casi 501 años de exis­tencia.

La prueba de tanta quietud la ofrecen las calles, el emblemáti­co malecón, el Parque Central, la Rampa capitalina…

Es extraño ver a La Habana en calma. Centros nocturnos ce­rrados, silencios que en los atar­deceres se extienden por toda la ciudad maravilla hasta mostrar­la desconocida, madrugadas más que apacibles, amaneceres llenos de expectativas.

Como se ha dicho tantas veces para llegar al punto de la norma­lidad que impone en lo adelante el SARS-CoV-2 hay que tener disciplina y responsabilidad. Por fortuna, la mayoría de los capi­talinos que habitan en esta urbe de población bimillonaria ha ac­tuado de modo consciente en fa­vor de la prudencia indicada por las autoridades políticas y sani­tarias.

Pero lamentablemente no fal­tan los transgresores, los que vul­neran el adecuado enfrentamien­to a la COVID-19 en la capital, al mostrar conductas impropias que van en dirección contraria a la pretensión de neutralizar al nue­vo coronavirus, y con ello contra­vienen el reciente Decreto no. 14, relacionado con las infracciones contra la higiene comunal y las medidas sanitarias.

¿Cómo explicar que apenas transcurridas las primeras 48 horas de la disposición en vigor el número de multas aplicadas traspasó el millar; que a los cin­co días se aproximaba a las 2 mil sanciones; que al completar la primera semana la cifra superaba las 3 mil 200?

El ejercicio del periodismo dio la oportunidad a este redactor de transitar con la debida autoriza­ción por la vía pública después de la siete de la noche del domingo. El recorrido permitió observar conductas responsables como la del hombre que tras mirar el re­loj y comprobar que solo restaban dos minutos para la hora tope echó a correr velozmente poco más de 100 metros hasta llegar puntual a su casa.

Sin embargo, los ejemplos ne­gativos abundaron, y en zonas céntricas para que el asombro fue­ra mayor. Caminantes y vehículos fuera de hora sin justificación + uso incorrecto del nasobuco + nulo distanciamiento físico… ¿Cómo interpretar ese desafío a la norma dictada? ¿Travesuras? ¿Inmadu­rez? No. Se trata de infractores de la ley, de las reglas, que con ese proceder quebrantan el buen hacer de muchos, atentan con­tra su propia salud, y vida, y la de millones. Entonces, ante tales actuaciones, bienvenido todo el rigor.

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