Kenosha, entre la brutalidad policial y tretas electorales

Kenosha, entre la brutalidad policial y tretas electorales

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Varios días de protestas en Kenosha, en el estado de Wisconsin, por el ataque policial a un joven negro, renueva el debate sobre el tema del racismo en Estados Unidos, que tuvo como clímax la muerte del también afroamericano George Floyd en mayo pasado con marchas de condena en el país y en diferentes partes del mundo.

 

Blake, el origen de los disturbios

En esta ocasión las protestas estallaron el pasado domingo 23 de agosto cuando tras un llamado de emergencia por un incidente doméstico, un oficial de la Policía de Kenosha disparó al menos siete veces por la espalda a Jacob Blake, un hombre de 29 años. Los vecinos vieron la detención de un ciudadano negro que no opuso resistencia a la autoridad y que, cuando subía al auto en cuyo asiento trasero estaban sus tres hijos, de ocho, cinco y tres años, fue baleado por un agente. Personas citadas por Kenosha News precisan que Blake solo intentó separar a dos mujeres.

Ben Crump, abogado representante de la familia Blake, declaró que el joven se encuentra estable en un hospital de Milwaukee pero sin certeza aún de volver a caminar. En tanto, su madre Julia Jackson, llamó a la pacificación de las marchas y a la concordia en la ciudad. La violencia corre a cuenta de los tildados como “vigilantes”, según palabras del sheriff  David Beth, quien reforzó el patrullaje de las milicias en el centro de Kenosha.

El ambiente fue enardecido el miércoles cuando resultó apresado Kyle Rittenhouse, de 17 años, de raza blanca y presunto autor del tiroteo a tres antirracistas que participaban en una de las marchas, de los cuales solo uno pudo sobrevivir. Los videos en las redes sociales muestran a una multitud indignada que, pese al toque de queda y el despliegue de efectivos de la policía y de agentes de la Guardia Nacional, sigue expresando animadversión hacia los actos de brutalidad policial.

En la noche del 26, el Departamento de Justicia de Wisconsin expuso que “Jacob Blake tenía un cuchillo en la mano cuando fue tiroteado por un policía e identificó a Rusten Sheskey como el agente que le disparó”. Al cierre de ese día no se sabían dado a conocer los nombres de los oficiales implicados, y de acuerdo al vocero del Departamento, solo habían causado baja administrativa.

El gobernador de Wisconsin, Tony Evers, había expresado hace dos días a la prensa: “sabemos con claridad que no es el primer hombre o persona negra en recibir disparos o heridas o en ser asesinado sin piedad a manos de miembros de las fuerzas del orden en nuestro estado o nuestro país”. Se escuda en una verdad de Perogrullo para lavarse su honrilla cuando más de 30.000 personas firmaron en Change.org una petición para que se imputaran cargos a los actores del atentado a Blake, reclamo desoído por las autoridades hasta el momento.

¿Quo vadis, Kenosha?

Esta cadena de hechos en la urbe de Wisconsin y otras metrópolis norteamericanas se desprende una vez más de la discriminación racial que se vive en Estados Unidos. Con razón encuentran justificado rechazo en la población y se fortalece la impotencia del movimiento Black Lives Matter (BLM) ante tales sucesos. Y es que en última instancia, el movimiento Las Vidas Negras Importan (Black Lives Matter) solo traza, en mensajes pacíficos, la epidermis del problema sistémico racial de la sociedad norteamericana y a duras penas han logrado alguna que otra conquista en sus derechos civiles.

El grupo contrario en las protestas, los “vigilantes blancos”, se nutre del verbo ultraconservador e intimidante del presidente Donald Trump para crear un ambiente incendiario. Republicanos en su mayoría, se blindan en el otro extremo e invocan la Segunda Enmienda para portar armas, bajo el alias de “vigilantes voluntarios” o justicieros como aconteció en Kenosha.

La fracturada “democracia” yanqui de la american way of life por un racismo sistémico, paradigmáticamente, integra el imaginario apocalíptico de Trump tal como apuntó esta semana, David Axelrod, exconsejero del expresidente Barack Obama: “…no nos equivoquemos, los incendios y los disturbios encajan a la perfección en manos de Trump y ese miedo primario que hemos escuchado”.

Y en efecto, el enfrentamiento de los “vigilantes” a los miembros de BLM subyace como una herramienta de la praxis de los republicanos para mantenerse en el poder y un arma en el historial del Imperio. Queda mucho por ver en lo que queda de la campaña electoral en Estados Unidos y posterior a los resultados del 3 de noviembre.

 

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