En el aniversario de la Uneac, desde sus hogares, los artistas inmersos en la creación

En el aniversario de la Uneac, desde sus hogares, los artistas inmersos en la creación

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A la autoría de Eugenio Hernández Espinosa (La Habana, 1936), el Negro Grande del Teatro Cubano; como lo bautizó el prestigioso dramaturgo, poeta, y director general de Teatro Cimarrón, Alberto Curbelo Mezquida; se deben varios clásicos de las tablas insulares como María Antonia —escrita en 1964 y estrenada por el Taller Dramático y el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba en 1967—;  Calixta Comité (1969), dirigida por su  autor con Teatro Arte Popular y estrenada en 1980 en el Festival Internacional  de Teatro de La Habana; y Mi socio Manolo (1971), cuya premier se realizó  en el año1986 por el Teatro Nacional de Cuba, y fue llevada al cine en 1989, producida por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica Icaic.

 

Eugenio Hernández Espinosa

 

El legado artístico y cultural del Premio Nacional de Teatro 2005,  fundador y director general del Grupo de Teatro Caribeño de Cuba se distingue por las exploraciones en la cultura popular y en las tradiciones afrocubanas.

Al referirse a la situación actual de su compañía, Eugenio, ahora  recluido en su vivienda, junto a su esposa Ana, dijo que tanto él como los actores “en este tiempo de propagación de la pandemia de la Covid-19 nos hemos mantenido inmersos en el estudio y en la preparación física individual, para cuando concluya esta pesadilla volcarnos a la actividad plena del teatro”.

Su literatura dramática festeja lo popular, con una mirada que evade prejuicios y estereotipos, mientras recrea la mitología de origen yoruba con su narrativa, símbolos y deidades. Su teatro es de intensa preocupación social y recurrente tono filosófico.

Para evitar el contagio del Coronavirus dijo que “todos debemos de contribuir a erradicar este flagelo, pero no lograremos vencer esta batalla mientras existan personas que mantienen una conducta intolerante, al cometer indisciplinas, sobre todo en La Habana, el principal foco de contagio que hoy existe. Si no acatamos las medidas orientadas por las autoridades sanitarias nunca saldremos de este desagradable percance que en todo el mundo ha costado ya casi medio millón de vidas humanas”.

El connotado dramaturgo y escritor cubano, fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), creada el 22 de agosto de 1961 por el Poeta Nacional Nicolás Guillén, afirmó que esa organización  “como todas las del país, ha sostenido una activa exigencia en torno al cumplimiento de las medidas orientadas por las autoridades sanitarias. Ahora mismo, personas vulnerables al contagio del Coronavirus, como mi esposa y yo, hemos recibido su aliento y preocupación por mantenernos en nuestros hogares, para así evitar que nos enfermemos”, dijo el autor de cerca de 25 obras publicadas y decenas de representaciones escénicas de sus textos en varias latitudes del mundo, quien se siente satisfecho por su “legado a la cultura cubana”.

Sobre la próxima celebración del aniversario 59 de la Uneac enfatizó: “reverenciamos sus logros y le deseamos larga y fructífera existencia en defensa de los derechos de los artistas y escritores. Esta organización ocupa un espacio muy importante y necesario en la vida de los artistas cubanos, pues los estimula y defiende en el desarrollo de sus procesos creativos. Y aunque estamos en tiempo de pandemia, todos los artistas cubanos, desde nuestros hogares, celebraremos el aniversario de nuestra querida organización inmersos en la creación.

En tal sentido precisó que la Uneac es asimismo “un espacio para analizar y discutir los problemas relacionados con la cultura, entre ellos nuestras dudas y discrepancias”. Sin su apoyo y sin sus recurrentes iniciativas en sostén de los artistas, ciertamente estaríamos huérfanos”, enfatizó el miembro del Consejo nacional de esta organización.

Artista Emérito de la Uneac e Hijo Ilustre de La Habana, Egenio afirmó que “no ha existido un solo asunto que tenga que ver con los creadores y sus quehaceres artísticos, por menor o mayor que haya sido, en el que la Uneac no haya tenido una actitud firme, consecuente y crítica”.

El asimismo miembro del Tribunal nacional de evaluación artística y del Grupo de expertos  del Consejo Nacional de las Artes Escénicas (1989), es autor de una extensa producción dramatúrgica que igualmente incluye, también, otras notables obras concebidas dentro de la misma cuerda de introspección en la cultura popular y en la marginalidad social como Ochun y las cotorras (1980), Premio Santiago Pita en el Octavo Festival de Teatro de Camagüey, Lagarto Pisabonito (1996), acreedora de los premios al mejor texto y a la mejor actuación masculina en el Primer Festival Internacional del Monólogo efectuado en la University Park Campus (Werttheim Performing Arts Center) de Miami, Florida. Ese mismo año, otra de sus sonadas obras, Alto riesgo (1988), en una nueva versión escénica y artística fue llevada a la sala Covarrubias por los actores Estrella Borbón y Nelson González.

La producción dramatúrgica y literaria de este artista, quien además ha representado a Cuba en otros importantes festivales internacionales de teatro, por su temática, puede clasificarse en dos grupos: las que recrean asuntos relacionados con lo popular, tomando como premisa la marginalidad insular, y las que están inspiradas en la cultura Yoruba, a partir de patakines y relatos tomados de esa mitología, como Obba y Changó (1980) y Obba Yurú (1988). Otras, como EL Venerable (1980), Emelina Cundiamor (1987), Alto Riesgo (1988) y El Elegido (1995), fusionan en sus guiones ambos aspectos, así como el sincretismo entre las religiones católica y Yoruba, como igualmente puede apreciarse en María Antonia y Calixta Comité, entre otras.

Hernández Espinosa asimismo trasciende por su labor como director artístico, escritor y por sus  vínculos con el cine y la televisión, principalmente como guionista, al tiempo que ha dejado su huella en el trabajo docente en los talleres de guión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Igualmente jurado, en distintas ocasiones, del Premio literario Casa de las Américas, de los festivales de Teatro de  Camagüey; Caracol, de cine, radio y televisión; del Monólogo; y del Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, al inicio de la pandemia, cuando se orientó el distanciamiento social y el Ministerio de Cultura decidió cerrar sus instituciones, entre ellas los teatros, Hernández Espinosa se encontraba sumido en los preparativos para la reapertura de la sala que acoge a Teatro Caribeño (City Hall, en Ayesterán y San Pablo, Cerro), “a la que solamente le faltan por instalar algunos ventiladores para reiniciar una amplia programación artística y cultural que incluirá, además del teatro, espacios destinados a la música, el cine y las artes plásticas”.

Entre sus puestas en escena recuerda con emoción su primera producción con Teatro Caribeño,: El León y la Joya (1991), del nigeriano  Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura, la cual representó a Cuba en los festivales Iberoamericano de Teatro, de Cádiz —donde fue premiada— y en el de Otoño, de Madrid, y resultó elegida entre las mejores puestas en escena de ese año en Cuba.

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