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Los que no dejaron morir al Apóstol

La fábrica y el taller. Un aula. Una modesta oficina en una Compañía. La carpintería. El  albañil. El obrero agrícola. El trabajador de la gastronomía.  Un estibador, un médico, un atleta…

No eran seres sobrenaturales ni de leyendas, sino hombres todos de carne y hueso. Hijos, hermanos, padres, novios y esposos.

 

Junto a estudiantes y pueblo en general, también protagonizó la histórica Marcha de las antorchas de 1953 un grupo de jóvenes que se entrenaba para asaltar los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, dirigidos por Fidel. Foto: Archivo Granma

 

De los más disímiles oficios y profesiones  procedía la legión de jóvenes que el 26 de julio de 1953  hizo posible lo que parecía imposible: el asalto a los cuarteles Moncada -segundo enclave militar más importante del  país- y Carlos Manuel de Céspedes, en las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, en el oriente del país.

Durante varios meses y a través de una minuciosa labor en  secreto, el joven abogado Fidel Castro Ruz  y  sus compañeros de la Juventud Ortodoxa organizaron un movimiento clandestino inspirado en las ideas de libertad,  justicia social y dignidad plena del hombre.

¿Quiénes integraron las filas de aquella pléyade de revolucionarios que también hizo suya la rebeldía  de sus antecesores en otras etapas de la historia de Cuba?

José Luis Tasende herido en una pierna

Bastaría citar algunos ejemplos: José Luis Tasende era mecánico; Raúl Gómez García, maestro;  Ambrosio Hernández, mecanógrafo; Rafael Freyre,  Pablo Agüero y Pedro Véliz, albañiles; Manuel Isla, Marcos Martí e Ismael Ricondo, obreros agrícolas; Pablo Cartas, gastronómico; Antonio Betancourt Flores, estibador; Mario Muñoz, médico; Giraldo Córdova Cardín, boxeador amateur…

Esas y muchas otras labores revelan el origen de los asaltantes. Por entonces el pueblo no conocía la composición social de los participantes en ambas acciones. La dictadura de Fulgencio Batista utilizó  falsas informaciones, para hacerle creer a la opinión pública que se trataba de gente de la clase media y de oportunistas

En Santiago de Cuba y en Bayamo, aquellas horas de la histórica mañana  se convirtieron más tarde en una orgía de  terror y crimen contra los asaltantes. Algunos cayeron en combate; no pocos fueron  heridos y rematados, mientras  otros eran detenidos  y  posteriormente asesinados  luego de las más horribles torturas a las que fueron sometidos.

 

Durante el entrenamiento previo al Moncada. Junto a Fidel, Abel Santamaría, Antonio “Ñico” López (al lado de Abel), José Luis Tasende (extremo derecho), Ernesto Tizol (delante, a la derecha) y otros amigos de los jóvenes de la Generación del Centenario. Foto: Archivo Granma

 

El régimen  temía divulgar la verdadera extracción social de los más de 160  jóvenes revolucionarios que escribieron un capítulo heroico  y de entrega total para no dejar morir al Apóstol en el año de su centenario.

 

 

 

 

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