Una lavandería, otra historia de sacrificios (+Fotos)

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El sudor le corre por la frente, por sus brazos, por sus manos. La curvatura de la espalda indica cansancio, pero los ojos, sus ojos, muestran un brillo, un orgullo por lo que hace que mitiga toda duda.

Desde que llegaron los primeros pacientes, nadie descansa en la lavandería del hospital militar en Camagüey. Foto: Gretel Díaz

Estefanía Sánchez Pérez tiene 68 años de edad y lleva unos 32 en la lavandería del hospital Militar Octavio de la Concepción y la Pedraja, en la ciudad de Camagüey. Ella forma parte de los 12 miembros oficiales de esa brigada y es de los seis que se quedaron al pie del cañón en medio de la lucha contra el coronavirus.

Estefanía se siente orgullosa de poder ayudar en esta lucha dando su granito de arena. Foto: Gretel Díaz

Muchas mujeres de la brigada tenían que cuidar a sus niños, otros tenían que irse por salud, pero ella debía quedarse, tenía que hacerlo. “A mí mi esposo me apoya, explica. Además, me siento fuerte y por Cuba hago lo que sea necesario”.

Lavar, otro frente de batalla

Desde que llegaron los primeros pacientes con coronavirus al hospital militar, la vida del centro dio un giro total. Nada es igual. Nadie duerme mucho, las familias se ven menos y el trabajo se ha multiplicado por mil.

De eso saben bastante los de la lavandería. Dice Reinaldo Monde Enrique, jefe de la actividad en el centro, que a veces la cosa fue como un Girón del año 61. “Mi brigada oficial es de 12 trabajadores, cuenta, pero muchos se tuvieron que ir para la casa por tener niños chiquitos y me quedé con seis personas. No dábamos abasto. Lavábamos y lavábamos y no se terminaba. Iba para mi casa y a las dos horas me pedían que retornara que había más cosas.

Reinaldo Monde agradece el apoyo que ha recibido de muchas personas para garantizar el lavado de la ropa. Foto: Gretel Díaz

“Por suerte de la Región Militar enviaron personas a colaborar con nosotros. También vinieron sargentos e incluso de la parte asistencial del hospital, enfermeras, nos ayudan cuando nos ven enredados».

“Así pudimos llegar a 18 personas que las dividimos en dos turnos, que laboran tres días y descansamos igual tiempo. Pero esto es con horario de entrada y no de salida”.

Diariamente estas personas higienizan de tres mil a cuatro mil piezas de ropa. “Hay que habilitar constantemente, explica Reinaldo. No es solo la ropa de los pacientes, aquí se lava la de los médicos, a quienes le dejamos listo un módulo con toalla y todo lo necesario para que sea más rápido el cambio, y la de las personas que están aisladas en centros que pertenecen al sector”.

Pero él sabe que es una misión, y su familia, su esposa y su suegra de 100 años y con la cadera fracturada, también lo comprenden. Pronto pasará, es el consuelo.

Para entrar a la lavandería también se cumple con medidas higiénico-sanitarias. Según explicó Monde Enrique tienen un baño para que todos se bañen y se cambien de ropa para poder realizar su función. Deben usar el nasobuco, el cual se cambian periódicamente.

Apoyos

Beatriz González Rodríguez nunca había lavado tanto en su vida. Para eso no estudió. Ella trabaja en la sección de finanzas en la Región Militar de Camagüey, pero cuando por el sindicato pidieron voluntarios para ayudar en esa tarea no lo pensó dos veces.

“Yo soy miembro del secretariado de la sección sindical, así que debía ser de las primeras, comenta. Vinimos para el hospital un grupo y de aquí no nos vamos hasta que esto acabe».

“A las siete de la mañana nos traen e inmediatamente que entramos nos convertimos en hormiguitas laboriosas. Esto es una vorágine constante. Paramos para  merendar y almorzar y volvemos a la carga. Esta ayuda es desinteresada y algo que me enorgullece. Así siento que ayudo, que hago algo contra esta pandemia que está acabando con el mundo, por eso no pararemos”.

La ropa además de ser hervida y lavada, es planchada para garantizar la eliminación de todos los gérmenes que pueden adquirir. Foto: Gretel Díaz
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