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Ermidelio Urrutia: de la mata a la lata

A los 7 u 8 años se montaba en el caballo y recorría un kilómetro y medio para ver un juego de pelota en uno de los pocos televisores en blanco y negro que había en Macagua 8, municipio de Jobabo, de Las Tunas. Cuando la planta subía el voltaje Armando Capiró parecía un gigante y al cátcher Gerardo Egües se le podía apreciar mejor la gorrita virada hacia atrás porque no usaba casco.

Ermidelio Urrutia, destacado pelotero del equipo de Las Tunas y Cuba. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Al día siguiente volvía descalzo a jugar en la loma, con una pelota de caucho de tractores, hilo y teipe. A ratos en el terrenito de Macagua 7, a ratos en el boxeo, Ermidelio Urrutia, siempre de extremidades largas y tronco pequeño, debe su pasión beisbolera al activista Tito Luis, pues ese haitiano —todavía vivo— era un tenaz organizador de torneos en campos de caña y barrios cercanos. “Eres el primero que me pregunta por él, un ejemplo de cómo lo más importante del mundo es hacer las cosas con amor”.

Para uno de los nueve hijos de Domingo Urrutia Estrada, Héroe del Trabajo de la República de Cuba, cierto fatalismo físico (pequeño y por debajo de los 74 kilos) y geográfico (no ser de La Habana) le pasó más de una vez factura; en tanto sus recuerdos con el líder histórico de la Revolución Fidel Castro Ruz y el Comandante Hugo Chávez, así como anécdotas e ideas respetuosas sobre el béisbol, movieron las dos horas de conversación, entre nostalgia y verdades.

Vengo del campo…  

“No pasé ni por la Eide ni por la Espa. Fui de la mata a la lata. Jugaba pelota y boxeaba hasta que a los 13 años decidí solo quedarme con el primero porque no estaba para aguantar más golpes, aunque no era malo, porque estando en la preselección juvenil de béisbol me llamaron para ir a un campeonato nacional de boxeo.

“Fueron años muy sufridos. Primero, en Las Tunas no me querían porque decían que era muy pequeño. Solo el entrenador Leonardo Oliver confió en mí durante la etapa juvenil y dijo: «me lo llevo». Jugaba segunda, campo corto y hasta pitcheaba. Se me fastidió el hombro en ese primer año y estuve seis meses sin poder tirar, pero había entrado ya en la Academia Provincial y allí Ramón Tejeda me pasó para los jardines. Me amarraba el brazo para fildear los fly con una sola mano. Se me rehabilitó tanto el brazo que luego era temible, nadie me corría con la pelota en la mano.

“Quería ser como los gigantes que veía en la televisión y tenía esa convicción. Jugué en la liga azucarera de 1980 por el central Delicias y hasta en los Juegos Nacionales de los Trabajadores de ese año. Por cierto, por esa misma fecha me dejaron fuera del equipo nacional juvenil. En 1981 hago por vez primera el equipo Las Tunas para la Serie Nacional y empezó otra parte del sufrimiento”.

Las pocas oportunidades y Pineda…

“En esa primera serie tuve solo 17 turnos al bate y los dos primeros fueron sin que me mandaran, pues cogí un bate tras varios ponches de Juan Carlos Luna y fui para el home sin permiso del director ni de nadie. La primera vez me dieron boleto y la otra conecté hit. Las dos veces me leyeron la cartilla de que eso no era así, por lo que apenas jugué. Pero en 1982 era el cuarto turno en la alineación y discutí el líder de bateo con Amado Zamora (338 por 340).

“Para recordar a gente grande me quito el sombrero. Los narradores Bobby Salamanca y Roberto Pacheco fueron los responsables de que estuviera en una preselección del equipo Cuba en 1987, después de cuatro años siendo el jardinero que más bateaba. Corría mucho con los pítcheres, no me gustaban las pesas, pero tenía mucha fuerza natural en los antebrazos.

“Ese año di seis jonrones en una gira por México, le caí a palo a Cris Carpenter y Jim Abbott en el tope contra Estados Unidos y me dejaron fuera de los Juegos Panamericanos de Indianápolis. Ahí es donde entra la anécdota con José Miguel Pineda. Él tomó el mando del equipo Cuba para la Copa de la Confraternidad en Dominicana y me dio la oportunidad de debutar con las cuatro letras en un torneo oficial. Luego vinieron Copas intercontinentales, Campeonatos Mundiales, Juegos Panamericanos, Centroamericanos y del Caribe, y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Pero todo gracias a Pineda”.

Ermidelio Urrutia en su época de jugador con la selección nacional. Foto: Ángel Lazo

El equipo Cuba y un retiro masivo

“Cuando hice preselección por vez primera había nueve jardineros y cual de todos mejores. Se percibía tirantez, pero al hacerse el equipo todo el mundo sabía su función y nadie deseaba que se le partiera una pata a alguien para jugar. Los del banco estábamos preparados para cuando nos tocara el turno. En el mundial de 1988 abrí de regular por encima de Lourdes Gourriel y bateando 500 me sentaron y no jugué más hasta que me ponen a reforzar la defensa contra Japón en semifinal y acabé decidiendo el partido en el inning 12 con hit al derecho, nada menos que contra Hideo Nomo.

“En los Juegos Panamericanos de 1991, sin ser titular di cinco jonrones en dos partidos, incluidos los tres en el juego final contra Puerto Rico. Esa noche el Comandante en Jefe puso el sello cuando me bajó del podio, conversó conmigo y me dio el abrazo, porque ahí estaban locos por botarme. Desde ese momento y hasta los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 fui regular.

“Al regresar de Argentina venía la Copa Intercontinental y nos sacan del equipo a un grupo de primeras figuras. Viene la Copa Revolución y jugando contra Villa Clara llamaron de La Habana para decirme: si quieres salir a jugar afuera tienes que retirarte. A los primeros que obligaron a hacerlo fueron a Lázaro Valle, Omar Ajete, Pedro Luis Rodríguez, Luis Ulacia y a mí. Eso afectó mucho porque al final sacaron a casi 100 peloteros. Iba a cumplir solo 32 años, en plena facultad física y con experiencia. Estuve tres temporadas en Japón, dos con el club Shidax y uno con un equipo de la ciudad de Kobe.

“Terminado el contrato vuelvo a jugar en Las Tunas, pero el comisionado de entonces no quiso que lo hiciera con mis botas-spikes blancas (las usaba desde 1983 porque tenía problemas en los tobillos), y en Holguín se me viró un pie y concluyó mi carrera” .

Fidel en la vida de Urrutia

“En 1988, cuando regresamos de Parma, Italia, fui directo con Stevenson para el aeropuerto. Al llegar a Las Tunas el Presidente del Gobierno me dijo que debía virar y al llegar a Holguín el avión se había ido. No pude ir al encuentro con el Comandante. Al otro año pensé que se le había olvidado, al recibirnos en el Palacio de la Revolución tras ganar la Copa Intercontinental de Puerto Rico.

“Cuando entro al salón mira a Ulacia y le pregunta: «¿Dónde tú estabas que te mandé a buscar el año pasado y no viniste?». Y Ulacia respondió: «No soy yo, es el que está al lado de usted». Me puso entonces su mano en el hombro y dijo: «Seguro andabas en Macagua 8 picando caña con tu padre Domingo Urrutia. Lo condecoré como Héroe del Trabajo. Es un gran ejemplo para ti».

“Después de eso nos mandaba a buscar cuando él quería. Hablaba siempre de muchos temas. Para nosotros era algo divino, energía positiva si te ponía el brazo por encima. Y le puso la tapa al pomo con aquel diálogo en el home del Latino tras mis tres jonrones en la final de los Panamericanos. Ese día no hablé, Kindelán lo hizo por mí. Le dijo: «Comandante, él le da con el corazón»”.

Venezolano y director de equipo

“Tras el retiro fui a cumplir misión internacionalista en Venezuela desde el 2001. Jugué allá varias veces con Chávez. Una vez le di tres hits, el último triple y salió del box para tercera y me pidió que le diera un abrazo. «Ahora sí sé que tú eres venezolano», dijo. Al preguntarle por qué respondió: «porque tragaste tierra venezolana cuando te tiraste en la base». Nos reímos y hasta una foto me tiré.

“Al regresar empiezo con el 13-14 de la Eide, pero me mandan a buscar para el equipo de mayores como entrenador de bateo. En la serie del 2005-2006, ya como director, clasifico a Las Tunas por vez primera a los play off y me dan el equipo Cuba para los Juegos del Alba. Aclarar algo. Nadie me quitó de mánager, pedí un descanso por problemas de presión. Luego regresé tres años más. En siete temporadas clasifiqué cuatro veces”.

El béisbol actual a camisa abierta

“No puede haber igualitarismo en un equipo de beisbol. ¿Cómo Yoelkis Cruz, que gana 12-14 juegos por serie, gana lo mismo que el atleta 32 que quizás lance un inning? Otro tema es la base. ¿Cuántos entrenadores son capaces hoy de ir al monte a buscar talentos? Hay que tener más gente abajo trabajando y estimularlos.

“El caso de mi hijo Henry fue duro, porque bateando 398, 13 jonrones y 70 impulsadas lo dejaron fuera de la preselección. Cuando tomó esa decisión le dije: No quiero una derrota. Estuvo seis años con los Orioles de Baltimore y no tuvo mucha suerte. Le ha ido mejor en Venezuela y México. No podemos satanizar a esos muchachos que se han ido. Casi ninguno se fue por problemas políticos y a muchos les troncharon sus carreras aquí por malas decisiones de personas que siguen ahí.

“Lo digo sin miedo ni resentimiento. Son cosas que duelen y lo sufrí también porque lo poquito que tengo lo logré aunque había gente que no querían mis triunfos. Jamás reclamé algo, solo defender las cuatro letras que son sagradas. De Cuba no me voy nunca”.

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