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Playitas, donde la dicha inundó a Martí

“(…) Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos  a una playa de piedras. La Playita, (al pie de Cajobabo). Me quedo el último en el bote vaciándolo. Salto. Dicha grande (…)”.

Obelisco de mármol que recuerda el lugar del desembarco. Foto: Tomada de Cubahora

De tal modo describió José Martí su llegada a Cuba, el 11 de abril de 1895, tras el accidentado viaje emprendido el primer día de ese mes. Ese acontecimiento colma de felicidad al organizador de la nueva contienda bélica. Había partido de Montecristi, en República Dominicana, en compañía de tres generales de la Guerra Grande (1868-1879): Máximo Gómez Báez, el dominicano seleccionado por él como General en Jefe del Ejército Libertador; Francisco Borrero Lavadí, Paquito; y Ángel Guerra Parra; así como por el también dominicano Marcos del Rosario Mendoza y  César Salas Zamora, a quienes posteriormente Gómez ascendió a comandante y alférez, respectivamente. Llevaban consigo fusiles, revólveres, machetes y más de dos mil tiros.

A bordo de la goleta Brothers, comprada por ellos, en la noche del siguiente día arribaron a Gran Inagua, donde la tripulación desertó y se vieron obligados a embarcarse en el vapor Norstrand, el cual se dirigía a Haití. En Cabo Haitiano permanecieron del 6 al 10, cuando finalmente la embarcación zarpó de nuevo rumbo a Gran Inagua, donde el 11 se detuvo momentáneamente, circunstancia aprovechada por los patriotas para adquirir un bote y subirlo a la nave.

A las 7.30 de la de la noche de ese día, que según Gómez parecía «un negro manto funerario donde nos debemos envolver para siempre»,  aún a considerable distancia de la costa, bajo lluvia, mar bravío y, fuertes vientos echaron el bote al agua, lo ocuparon, y luego de algunos contratiempos lograron poner rumbo a Cuba.

Con la llegada de Gómez y Martí por aquel apartado lugar, distante unos tres kilómetros del poblado guantanamero de Cajobabo, y el anterior arribo de Maceo, diez días antes, ya sumaban tres los principales jefes presentes en la patria, dispuestos a dirigir una guerra que debía ser “cruenta y rápida”.

Para preservar el escenario de tan significativo acontecimiento de nuestra historia, en 1922 se levantó allí un pequeño muro en presencia del entonces coronel Marcos del Rosario, uno de sus protagonistas.  Años más tarde, por iniciativa de una sociedad de ma­so­nes de Güines, perteneciente en la actualidad  a la occidental provincia de Mayabeque, entre 1928 y 1929 aquel muro fue sustituido por un obelisco de mármol, empotrado en un farallón, con la base en forma de bote y por dos gigantes bloques con información relacionada con la vida de Martí y  de Gómez. El 10 de octubre de 1978, mediante su Resolución No 3 el Consejo Nacional de Patrimonio, esa construcción fue declarada Monumento Nacional.

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