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El Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro (Segunda Parte)

Por: Dr. C. Tomás Diez Acosta

En la mañana del 17 de mayo de 1960, con la presencia del Presidente de Estados Unidos, se efectuó la Reunión 437 del Consejo de Seguridad Nacional, donde el tema cubano fue objeto de análisis. Según el memorando de dicha reunión, el rindió una información sobre las supuestas “[…] evidencias de la actividad comunista en las operaciones de Castro y su gobierno.” Otro aspecto tratado con particular referencia fueron las medidas para la protección de la Base Naval en Guantánamo, las acciones a tomar para la evacuación de los ciudadanos norteamericanos en territorio cubano y los planes de contingencia militar de las fuerzas armadas de Estados Unidos a emplear en la agresión directa. [1]

Allen Dulles, Director de la CIA.

Sin embargo, en esta reunión del Consejo de Seguridad Nacional no se examinó el “Programa de Acción Encubierta” preparado por la CIA, esto en horas de la tarde, de ese día, en un círculo limitado de personas. El presidente Eisenhower había convocado a su oficina Casa Blanca a  un selecto grupo de altos funcionarios de su ejecutivo. En la reunión participaron: el vicepresidente Richard Nixon; por el Departamento de Estado, el secretario Christian A, Herter y los subsecretarios Livingston T. Mer­chant y R. Roy Rubottom; por el Departamento del Tesoro, el secretario Robert B. Anderson; por el Pentágono, el subsecre­tario asistente John N, Irwin y el almirante Arleigh A, Burke, jefe de Operaciones Navales; por la Agencia Central de Inteligencia, el director Allen Dulles, el subdirector Richard Bissell y el Coronel J.C. King; y por la Oficina Presidencial, el general de brigada Andrew J. Goodpaster y el mayor John S. D. Eisenho­wer y el asistente para la Seguridad Nacional Gordon Gray.[2]

La reunión comenzó con un breve comentario del secretario Herter del empleo de la OEA en relación con la situación cubana, ese propio día, en una carta al presidente le comunicaba que “[…] el Departamento [de Estado], la CIA y la USIA están comprometidos en un programa acelerado dirigi­do a preparar a la opinión pública y gubernamental de América Latina para apoyar a Estados Unidos en posi­bles acciones contra Cuba en la OEA, amparadas en la Resolución Anti-Comunista de Caracas y/o un número de otras vías abier­tas a nosotros a través de la OEA.[3]

A continuación, Allen Dulles informó al Presidente sobre el programa de acción proporcio­nado por “[…] el grupo de operaciones encu­biertas «5412» con el fin de realizar un cambio en Cuba». La primera medida del plan consistente en la formación de una junta de oposición moderada en el exilio, concitó la pregunta del Presidente sobre el lugar donde radicaría la misma. Bisell respondió que “[…] la oposición probable­mente radicaría en Puerto Rico. México sería mejor si se le logra convencer para que acceda a ello, lo cual no es probable. Venezuela sería aún mejor, pero no es probable que el Gobierno lo permita”. Por su parte, Rubottom consideró que “[…] Costa Rica tal vez fuera una posibilidad, lo cual se examinaría.” [4]

Una vez finalizado el informe de Dulles, el presidente se mostró com­placido por la pro­puesta y comentó que “[…] no cono­cía otro plan mejor para enfrentar la situación”.[5] No obstante, consciente de la ilegalidad y violación que tal proyecto significaba del derecho internacio­nal y de las propias leyes norteamericanas, el mandatario norte­americano recalcó la necesidad de evitar todo tipo de filtra­ción de infor­mación secreta y llamó a obser­var el concepto de la negación plausi­ble,[6] cuando expresó a los allí reunidos que ante cual­quier circunstancia deberían “[…] estar preparados para jurar que él nunca ha oído nada al respecto”. Dijo además que se debían limitar “[…] los contactos de los estadounidenses con los grupos que partici­pan a dos o tres personas, tratando de que los cubanos hicie­ran la mayor parte de lo que hay que hacer».[7] El Asistente para la Seguridad Nacional, Gray comentó que los acontecimientos podían ocurrir rápidamente en Cuba. El Presidente dijo que toda vez que comenzara la operación, “[…] los norteameri­canos en Cuba se verán expuestos a un gran peligro.”  A lo que Rubottom dijo que “[…] ya estaba en vigor la fase de alerta de nuestro plan de evacuación y que muchos nortea­me­rica­nos se marchaban sin que viniera casi nadie en su lugar.” [8]

Por supuesto, las medidas económicas contra Cuba no estuvieron ausentes en esta reu­nión,[9] El secretario del Tesoro, Anderson manifestó que “[…] si nos propusiéramos sus­pender el suministro de petróleo a los cubanos, el efecto sería devas­tador para ellos en un período de un mes o seis semanas.  Hay algunas dudas en cuanto a si otros países se unirían a la negativa de suministrarles petróleo, espe­cialmente Venezuela.” El Subsecreta­rio Rubot­tom afirmó que “[…] si queríamos cortar su comercio de forma drástica podíamos denunciar nuestros dos acuerdos comerciales concertados con ellos”. Mientras, que el vicepresi­dente Nixon preguntó si se estaba haciendo algo relacionado con “[…] la reduc­ción de capital nuevo, la retirada de compañías privadas y la reducción del turismo”. El Director de la CIA señaló que “[…] los negocios norteamericanos en Cuba necesi­tan asesora­miento”. El Presidente dijo que “[…] debíamos tener cuidado a la hora de proporcionarlo. Esencialmente ten­drán que tomar sus propias decisiones”. Por su parte, el Almirante Burke manifestó que “[…] muchas de las compañías americanas querían retirarse, para no poner en peligro a su gente”. Seguida­mente, Nixon opinó que se debía “[…] estimular a esas personas a que se fueran, en particular, desa­lentar de inmediato a aquellos que desean marcharse y permanecen allí sencillamente porque piensan que ayudarán al Gobierno de los Estados Unidos”. [10]

El presidente dio su consentimiento para llevar adelante el plan y le recomendó a la CIA y las demás agencias involucradas “[…] tener en cuenta cual­quier probable reacción cubana y preparar las medidas que tomaremos para responder a tal reacción”. El subsecretario de Defensa, Irwin apuntó la preocupa­ción del Depar­tamento de Defensa en cuanto a la evacuación de Cuba de los ciudadanos norteamericanos, al respecto dijo que se contaba “[…] con un plan de con­tingencia pero ello entrañaría una acción militar”.[11]  El Presi­dente planteó que “[…] le gustaría sentar las bases con la OEA para que los países de América Latina sepan que si los cuba­nos empiezan a atacar a nues­tra gente en Cuba nos veremos obligados a actuar”.[12]

Asimismo, el Presidente expresó su interés en seguir la ejecución del programa y de conocer “[…] cuál era la secuencia de los aconteci­mientos por medio de la cual veríamos el desarrollo de la situa­ción, específicamente qué medidas debíamos tomar».[13] Subrayó también la conve­niencia de eliminar la posibilidad de que el go­bierno de Estados Unidos se viera implicado en la ejecu­ción del plan, afirmando que “[…] nuestras manos no debían aparecer en nada de lo que se hiciera”.[14]

De esta forma, el proyecto de la CIA para derrocar la Revolución Cubana —sancionado por el presi­dente Eisenhower en esa reunión— le dio cuerpo a la política oficial seguida desde 1958 por Washington, de tratar de influir y cambiar la situación interna cubana, y se convirtió en todo un programa gubernamental de los Estados Unidos, que marcó el inicio de la “guerra sucia” en las relaciones políticas con Cuba.

Este Programa de Acción Encubierta se caracterizó por ser una combinación de acciones paramilitares, subversivas y terroris­tas y de guerra psicológica, comple­men­ta­do con medidas de bloqueo económico y sanciones diplomá­ti­cas que le dio luz verde a la Agencia Central de Inteligencia para desarrollar los más abyec­tos planes contra el pueblo cubano con sus secuelas de sangre, sufrimiento y dolor.

[1] Memorandum of Discussion at the 437th Meeting of the National Security Council, Washington, March 17, 1960, 10 a.m. En: Department of State: Foreign Relations of the United States, 1958-1960. Volume VI, CUBA, United State Government Printing Office, Washington, 1991, Doc. 483, pp. 856-859.

[2] Memorandum of a Conference with the President, White House, Washington, March 17, 1960, 2:30 p.m. En: Ibídem, Doc. 486, p. 861.

[3] Christian A. Herter, “Memorandum for the President, March 17, 1960”. En: Ibídem, Doc. 485, p.860. La nota manuscrita en el texto de la fuente indica que Herter llevó este memorando a la Casa Blanca a las 2:30 p.m., hora del comienzo de esta reunión.

[4] Memorandum of a Conference with the President, White House, Washington, March 17, 1960, 2:30 p.m. En: Ibídem, Doc. 486, p. 861.

[5] Ibídem.

[6] El propó­sito de la doctrina de «la nega­ción plausible» fue la no atribución de las opera­ciones clandestinas a los Estados Unidos, para proteger al país y a sus operativos de las conse­cuencias de posi­bles revelacio­nes indiscretas. Ese concepto fue ampliado para enmas­carar las decisiones del presidente y de los altos funcionarios de su ejecutivo. De esa manera «la negación plau­sible» permite al presidente y a altos funcionarios refutar el conoci­miento de una operación si es revelada.

[7] Doc. 486, Ibídem, p. 861

[8] Ibídem, p. 862.

[9] En el documento se hace referencia que durante esa reunión también se presentó y discutió un proyecto de plan de presiones (bloqueo) económico contra Cuba. Ese material secreto no ha encontrado.

[10] Doc. 486. En: Ibídem, p. 862.

[11] Ibídem, p. 862.

[12] Ibídem.

[13] Ibídem, p. 863

[14] Ibídem.

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