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El destello eterno de Rubén

Figura prominente del movimiento revolucionario cubano en los años 20 y 30 del pasado siglo, Rubén Martínez Villena tuvo el honor de haber retomado, junto a otros compatriotas, el legado de los próceres que combatieron al colonialismo español.

El 16 de enero de 1934 la cruel enfermedad que lo azotaba apagó la vida de aquel joven intelectual que, desde las filas del Partido Comunista y junto a los trabajadores, proclamó en unos de sus poemas “una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones”.

La salida del cortejo fúnebre con los restos mortales de Villena, velados en el Palacio de los Torcedores, se convirtió en gran manifestación de duelo popular, según recogió la prensa de la época.

Definía así la urgencia de emprender, mediante la lucha armada y bajo nuevas condiciones, el esfuerzo libertario truncado por la intromisión militar imperialista en 1898 para culminarlo con la plena independencia y soberanía de la patria.

Transcurría la década de los años 20 del pasado siglo. Su amistad entrañable con el líder estudiantil Julio Antonio Mella contribuyó a radicalizar el accionar revolucionario y antimperialista de Villena quien, junto a su compañero, también estuvo presente en la creación de la Universidad Popular José Martí, basada en principios humanistas para la superación de la clase obrera en su lucha por las reivindicaciones sociales.

Incorporado al primer Partido Comunista de Cuba en 1927, el joven poeta que abandonó sus versos sin dejar de ser intelectual revolucionario, se convierte en figura de alto relieve en las filas del proletariado cubano. Organiza a los trabajadores en sindicatos y los representa como asesor legal y máximo orientador  en la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), agrupación de carácter unitario.

Parte del claustro de la Universidad Popular José Martí, en el que aparecen Mella y Villena.

El  gobierno de Gerardo Machado veía con preocupación y odio al liderazgo de Villena. De su indeclinable andar, a pesar del grave estado de salud que lo aquejaba, hablan dos exitosas huelgas obreras que organizó: la de marzo de 1930 –que puso en jaque al sangriento régimen–, y la que finalmente lo derrocó el 12 de agosto de 1933.

La preparación del IV Congreso de Unidad Sindical, convocado por la CNOC, fue su última labor revolucionaria. Fue precisamente durante una de las sesiones del cónclave cuando se conoció la noticia de su fallecimiento, el 16 de enero de 1934.

Rubén no solo legó a las nuevas generaciones poemas y escritos como La pupila insomneMensaje lírico civil, por solo citar dos, sino también el destello del batallador antimperialista, por la justicia social e indeclinable defensor de  los derechos de los obreros, estudiantes y pueblo en general.

 

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