Mis niños, mi escuela, mi pedacito de Cuba… (+ Videos)

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Esther María La O Ochoa, Teté, es una maestra excepcional. A la educación cubana ha dedicado su vida, y a la Escuela Solidaridad con Panamá le ha entregado su corazón

No da un paso sin que un pequeño la abrace, le dé besos, la hale del brazo, le salga al paso en son de sorpresa. Muchos la buscan con la mirada y sorprende que ninguno la llame directora, aunque su autoridad está probada. Para todos, ella es, simplemente Teté.

 

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Esther María La O Ochoa se ha convertido en un nombre imprescindible en la escuela Solidaridad con Panamá para niños con limitaciones físico-motoras. Eso ha sido fruto de su amor inmenso hacia ellos, del apoyo incondicional a las familias, y de la comprensión y exigencia con su colectivo de trabajo, sin los cuales habría sido imposible los resultados actuales.

Ella dignifica la educación cubana. Nunca lo pensó, ni se lo propuso. Todo en ella es tan genuino como su propia existencia. Más de un atributo personal pone al descubierto la  genialidad de sus ideas, la consagración al trabajo y los sentimientos de una patriota que desde hace muchos años integra el grupo de los agradecidos.

Seis meses que se convirtieron en 28 años

Al narrar algunos pasajes de su vida parece como si hubieran ocurrido ayer. No olvida nombres, ni fechas y, sobre todo, con palabras muy sentidas rememora a cada una de las educadoras de quienes bebió la savia de la enseñanza. Tal es el caso de María Josefa Hernández Osorio, maestra integral, como ella la cataloga, quien la entusiasmó para que se incorporara (apenas tenía 13 años) a la Campaña de Alfabetización en el cuartón El Maniel-Yarayabo-Hatillo (ahora circunscripciones), en la zona de Palma Soriano.

Una vez terminada esa epopeya y ante la convocatoria de Fidel —cuando preguntó y ahora, ¿qué más vamos a hacer?—  Teté fue a estudiar a Minas de Frío, en la Sierra Maestra, en condiciones de campaña. Después vino Topes de Collantes y Tarará, hasta que se graduó de maestra Makarenko, lo cual la honra.

Con el orgullo de una santiaguera nata afirma que no se quedó en La Habana porque quiso. En aquellos primeros años de la Revolución también hubo déficit de maestros, por lo que aquí cumplió su práctica docente y luego comenzó a laborar.

En 1967 se graduó como maestra primaria, dos años después se especializó en la Educación Especial. Trabajó durante una década en la enseñanza de sordos. Dirigió varias escuelas, hasta que dos cursos luego de inaugurada Solidaridad con Panamá le solicitaron que asumiera su dirección.

Por determinadas razones no le entusiasmaba la idea, pero estaba consciente de que como militante del Partido debía estar donde más falta hiciera. “¿Qué tiempo voy a estar?”, preguntó, en tanto le dijeron que solo serían seis meses.

“¡Ya llevo 28 años! La única condición que puse era que me dejaran traer conmigo a Margarita Matheu Lorenzo, que por aquel entonces dirigía otra escuela especial, pero yo la conocía muy bien. Así en noviembre de 1992 entramos las dos por la puerta principal del centro. Ambas ya nos jubilamos, pero de nuevo regresamos”.

 

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Una mujer superamorosa

“Mi escuela, mis niños, mis maestros”. Ese es su idioma. Teté ha hecho tan suya esta escuela que no se sabe si es una extensión de su casa o viceversa. Es admirable ver el cariño y respeto que todos allí le profesan, desde los jóvenes que —como Daniela Verdecia Leyva y Nelson Sotolongo quienes estudian Derecho en la Universidad de La Habana— regresan siempre pues no olvidan la gran familia de Solidaridad con Panamá, hasta los niños pequeñitos, que corren con sus sillas de ruedas, muletas, y hasta sin brazos, a saludarla y a darle besos.

 

Junto a Nelson Sotolongo, actualmente estudiante de tercer año de la carrera de Derecho, que mucho le debe a Solidaridad con Panamá y, de manera particular, a Teté, quien la considera su segunda madre. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Los padres son un punto y aparte. Veo lágrimas en los ojos y no son más que muestras de agradecimiento y cariño. Es cierto que no es un logro exclusivo de esta directora que con su ejemplo personal traza el camino a seguir, pero es veraz que ella mucho tiene que ver en el quehacer cotidiano de una institución que por sus características resulta compleja.

“Como es lógico dimos cabezazos, cometimos errores, hicimos cosas mal hechas (no de principios); sino por ejemplo ubicar alumnos con igual patologías en un aula. Luego comprendimos que así estábamos segregando a los muchachos.

“En  aquel  entonces  solo  teníamos cuarenta y pico de niños y desde 4.o grado. El centro se fue complejizando a partir del curso 1995-1996 cuando comenzaron a aparecer pequeños con esta discapacidad, y Fidel tuvo la idea de extender su alcance a todo el país. Los niños iban para sus hogares solo dos veces en el curso, por lo que no había tiempo para el descanso”. Esa realidad condujo a una mejor organización del trabajo y así surgieron las subdirectoras nocturnas, quienes velan por el desenvolvimiento del centro en ese horario.

“Hoy asumimos una matrícula de casi 200 muchachos y contamos con 138 trabajadores, de ellos 67 son especialistas. ¡Eso no lo tiene nadie en el mundo!, independientemente de que en nuestro país estas instituciones educativas son privilegiadas en cuanto a la atención médica, en la nuestra este personal es maravilloso. Si algo debe caracterizar la labor en esta enseñanza es el amor y la solidaridad, el sentido de pertenencia.

“A veces nos quedamos de tarde a conversar, y ayer Margarita comentaba: ‘Mi pasillo está precioso’, ahí es donde están ubicados los talleres y las aulas para los alumnos con discapacidad intelectual. Y le respondí:  ‘Yo creía que tú pensabas como país, porque mi escuela está preciosa’.

“Cuando el Presidente (Miguel Díaz-Canel Bermúdez) dice que es necesario pensar como país se refiere a que cada cual defienda su pedacito. Le digo a mis maestros: No piensen solo en su aula; por ejemplo si un alumno está sin uniforme, aunque no sea de los suyos, es preciso llamarle la atención’.

“Dirigir un centro como este no es difícil, pero requiere mucho tiempo. Hay que velar por los dormitorios, los alimentos, los almacenes, las guaguas, las aulas; hay que ver clases, conversar con los maestros, los trabajadores, conocer sus problemas. O sea, son muchas cosas a tener en cuenta para que todo funcione.

“No me creo la supermujer, pero es cierto que amo mucho a mis muchachos. Cuando vengo por las mañanas no hay cosa más bella que escuchar a Maikol decir: ‘Teté yo te amo’. O cuando una mamá te plantea durante el velorio de su hijo: ‘¿usted me permite regar las cenizas de mi hijo en su escuela?, pues fue el lugar donde mejor él se sintió’. Esas cosas no las olvidas nunca”.

¡Fidel, siempre entre nosotros!

El 31 de diciembre próximo Solidaridad con Panamá cumplirá tres decenios de vida, y para Teté resulta ineludible referirse al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien tuvo la idea de crearla. “Siempre siento que está aquí entre nosotros. Alguien señalaba hace poco que las personas mueren, pero no desaparecen y eso nos pasa con él. Lo veo acompañándonos todos los días en el matutino, sentado en el mismo lugar de cuando la escuela se inauguró, aunque no estuve”.

No le gusta hablar de los momentos cumbres de la institución, prefiere la labor sistemática, hacer todos los días las cosas bien. “No preparamos al centro para recibir una visita. ¡Claro, siempre tenemos presente esa cultura del detalle!, como señala nuestro Presidente. Me hace feliz contar con una escuela donde los estudiantes son felices y los maestros y trabajadores estén a gusto”.

 

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Agradeció la visita del periódico Trabajadores y a propósito de la jornada por el Día del Educador felicitó a los maestros cubanos. “Fidel dijo que sin educación no hay Revolución y eso lo sabemos. ¡Entonces, convirtamos a nuestras escuelas en el lugar más bello de la comunidad, en honor a ese Comandante que tuvimos y tendremos siempre!”.

 

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