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A diez años de la operación tributo (+Fotos)

Editorial publicado en Trabajadores el 6 de diciembre del 1999

El tiempo ha volado desde aquel 7 de diciembre de 1989 en que el pueblo cubano, al pie de la tumba de Antonio Maceo, rindió homenaje póstumo a nuestros internacionalistas caídos en el cumplimiento de gloriosas misiones militares y civiles.  Desde ese día la siempre recordada fecha en que cayó el Titán de Bronce, pasó a ser no sólo fecha de eterna veneración al patriotismo, sino también al internacionalismo.

 

 

Vale la pena evocar las circunstancias históricas en que se hallaba nuestro país aquel día de supremas emociones en que, de una parte, se le daba sepultura en tierra cubana a los héroes que cayeron luchando por la independencia y la soberanía de otros pueblos y, por la otra, regresaban victoriosas nuestras tropas aguerridas, en medio de la alegría y el orgullo de sus familiares y amigos.

Era el momento en que la crisis surgida en el campo socialista europeo se encontraba en pleno clímax y sólo en Cuba se podía hablar con propiedad de los deberes solidarios, de la lucha por la justicia social, y de la utilidad del sacrificio que se entrega en aras de una causa noble y justa.

 

En algunos de aquellos países de Europa oriental que habían sido socialistas, se encontraban equipos completos de asesores programando las transformaciones hacia el capitalismo.  El Gobierno cubano se había visto obligado a impedir la circulación en Cuba de ciertas publicaciones soviéticas que, llevadas de la mano del imperialismo y la contrarrevolución, hacían trizas la historia de la URSS y destruían sin escrúpulos los valores más sagrados de aquel heroico pueblo y de aquel primer Estado socialista que en su momento supo salvar al mundo del fascismo e impulsar decisivamente el proceso de liberación en los países colonizados.

En esas circunstancias y en ese día es que Fidel, al pronunciar el discurso de despedida de duelo, previen do con exactitud las consecuencias terribles que la desintegración de la URSS tendría para nuestro país, y anticipando que el mundo se transformaría en un mundo unipolar bajo la hegemonía de Estados Unidos, dejó dicho categóricamente, hablando por todos los revolucionarios y patriotas de nuestro país, que «las banderas de la Revolución y el Socialismo no se entregan sin combatir».

 

Momentos de la salida del cementerio de Luanda de los restos mortales de los internacionalistas caídos así como su traslado en avión que los conduciría a Cuba.

 

Aquellas palabras de Fidel eran un llamado real a la batalla y a la resistencia, porque el imperio, convencido de que Cuba no podría sobrevivir en la nueva situación, creía próximo el momento en que, utilizan do incluso la descarnada fuerza de las armas, habría de destruir definitivamente a nuestra Revolución.  La extraordinaria firmeza con que el pueblo cubano ha sostenido sus banderas puede verse, diez años después, como el tributo más fiel, hermoso y mereció que podríamos brindar a los héroes internacionalistas y a todos los que cayeron en todas las épocas por nuestra independencia y nuestro socialismo, dos conceptos indisolublemente unidos en la configuración de nuestra historia.

Si los cubanos no hubiéramos estado dispuestos a todos los riesgos y a todos los sacrificios en aquellos momentos trágicos, si no hubiéramos estado dispuestos a morir antes que claudicar, seríamos hoy una colonizada y humillada prolongación de Miami, un lugar sin luz de dignidad, donde la sola mención de nuestros héroes sería aborrecida, vituperada y reprimida por los medios de poder que el imperialismo estableciera.

Diez años después, la guerra económica, política y diplomática que Estados Unidos sostiene contra Cuba se agrieta a ojos vista; la economía de nuestro país avanza por el camino de la recuperación; la unidad del pueblo es monolítica; el internacionalismo, como flor, rebrota.

En esas flores de la solidaridad cubana que hoy se diseminan por las regiones más apartadas y remotas de pueblos hermanos, para conjurar la muerte y regalar salud, están viviendo hoy nuestros más ama dos internacionalistas, aquellos que cayeron luchando por la dignidad y la libertad de todos los hombres, aquellos que dieron el ejemplo magno, aquellos que siempre serán nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestra conciencia.

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