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Ataque al riñón

Cada lunes, miércoles y viernes el santiaguero Alberto Munder Odio tiene una cita de vida y a ella acude cómodamente.

 

Alberto Munder Odio reconoce que frente al bloqueo los trabajadores de la salud anteponen profesionalidad y amor. Foto: Betty Beatón

 

Al filo de las cuatro de la madrugada un taxi llega a la puerta de su casa, en el litoral de la ciudad, y lo lleva al encuentro pactado: la sala de hemodiálisis del hospital provincial Saturnino Lora de  Santiago de Cuba.

Allí un equipo médico y paramédico, casi familia, lo espera para acoplarlo, siempre de 5:00 a 9:00 a.m., a la máquina de hemodiálisis que elimina las sustancias tóxicas que se le arremolinan en la sangre como resultado de las “fallas” que tienen sus riñones.

Luego de ese “renacer”, el mismo taxista lo aguarda para volver a recorrer 10 kilómetros y retornarlo a la paz del   hogar.

Como Munder, otros 400 pacientes de esta suroriental provincia, diagnosticados con insuficiencia renal crónica (IRC), tienen rutinas similares durante el año, esas que no fallan ni en jornadas de lluvia o de fiestas, que no toman en cuenta los altos costos del tratamiento, y que sortean las barreras económicas, comerciales y financieras impuestas al país desde hace casi 60 años, con especial lastre para la salud de las cubanas y cubanos.

De grave a crítico

“El proceder hemodialítico y la diálisis peritonial son caros en cualquier lugar del mundo”, comenta la doctora Omaida Antonia Candebat Fernández, Profesora Consultante de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, especialista de Segundo Grado en Nefrología y jefa de este servicio en el Saturnino Lora.

“Pero en el caso de nuestro país ya no se trata de gastar miles de dólares en una máquina de hemodiálisis, o en una planta de tratamiento de agua, la esencia es que siempre ha sido muy complejo el acceso a todo lo que sostiene la atención a los pacientes con IRC.

“El bloqueo lo hace más difícil y en los últimos meses la situación se agrava en la misma medida en que se arrecia esa política genocida.

“Por ejemplo, las máquinas precisan de sustituir continuamente los dializadores (filtros que permiten el intercambio entre la sangre y el líquido de diálisis) y las ramas (mangueras que facilitan dicho intercambio) y muchas veces no están disponibles en el mercado en la medida que se necesita, al igual que los equipos de venoclisis, para administrarle hierro al paciente por vía endovenosa.

“Cotidianamente tenemos que superar carencias con las cánulas (agujas para canalizar las venas), con antibióticos de amplio espectro, entre ellos la vancomicina y la cefalosporina de tercera y cuarta generación, e igualmente pasa con la heparina, imprescindibles para prevenir la coagulación de la sangre en el circuito sanguíneo extracorpóreo.

“Todo esto podría estar a la mano y a precios razonables si no existiera el bloqueo. No obstante, es tan férrea la voluntad del Estado cubano que no repara en gastos para sostener el programa de atención al paciente con IRC, incluso acercando el servicio de hemodiálisis a los municipios.

“En Santiago de Cuba, por ejemplo, hay unidades en San Luis, Palma Soriano, Songo-La Maya y Contramaestre, además de tres en la cabecera municipal: una en el hospital infantil Norte y otras en el Saturnino Lora y el Juan Bruno Zayas”.

Dos riñones, una vida

Alberto Munder Odio conoce todo, o casi todo, de la enfermedad que padece. Su habitual interés por investigar, propio de quien ejerce el magisterio, lo ha llevado a saber cada vez más de los estilos de vida frente a la IRC que del costo del proceder al que se somete durante cuatro horas, tres veces por semana.

Tiene dominio de los cálculos estimados, esos que rondan los 2 mil pesos mensuales por cada paciente, sin contar la transportación que le garantizan para que pueda cumplir el tratamiento de hemodiálisis.

También ha sido testigo de la agonía de los especialistas de la salud ante las carencias de medicamentos y material gastable, al igual que del rompecabezas de los electromédicos para solucionar prontamente situaciones técnicas con los riñones artificiales.

Por la manera en que es atendido, por el trato cordial que recibe, por mucho más, en Munder crece la admiración y el agradecimiento por los profesionales vinculados a la atención nefrológica en Santiago de Cuba, un servicio que enfrenta al bloqueo y apuesta por la vida.

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