Tormenta política en el País de los Cedros

Tormenta política en el País de los Cedros

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Los vientos de fronda de las inéditas manifestaciones de protestas que azotan al gobierno del Líbano han producido un clima de altas tensiones,  inestabilidad y confrontación masiva opuesto a la política económica neoliberal del régimen, incapaz, afirman los movilizados, de satisfacer las demandas de la gran mayoría de la población y de diversos sectores de la nación árabe.

Desde la pasada semana las calles de Beirut, la capital, y otras ciudades libanesas, se ven colmadas por miles de trabajadores, pensionados, organizaciones obreras, sociales y partidos políticos opuestos a recientes reformas gubernamentales en reclamo de radicales cambios económicos, mejoras en el deterioro de las condiciones de vida, reducción del desempleo y el fin a la corrupción oficial, males acumulados durante décadas en el País de los Cedros.

Las exigencias de los enfurecidos libaneses incluyen también la formación de un nuevo Gabinete y acciones ejecutivas y parlamentarias que pongan fin a la crisis actual derivada de la pretensión del actual Gobierno de echar sobre las espaldas ciudadanas el pago del déficit fiscal mediante altas tasas de intereses  impositivas, favoreciendo a entidades empresariales y bancarias, que se han enriquecido durante muchos años en la que antes fuera conocida como  la Suiza del Oriente Medio, por ser considerada su centro financiero, desplazado por la fuga de capitales.

Caracterizado por el mosaico confesional de los más prominentes miembros del Estado libanés y los particulares intereses de los representantes de la coalición de partidos políticos que la integran, es posible considerar que no  será del todo homogénea la apreciación de una solución viable al conflicto y confrontación que emerge de impopulares medidas o reformas neoliberales que han volcado a las calles a sus impugnadores.

No es ocioso recordar que el país se mantuvo por más de un año sin presidente hasta la vuelta al cargo de Michel Aoun, de confesión  cristiana maronita, al que acompañan en la gestión de Gobierno  el Primer ministro Saad Hariri, musulmán sunita y el Presidente del Parlamento, Nabib Berri, musulmán chiíta, más la coalición formada por el Partido de Dios (Hezbollah) regido por su máximo líder el chiíta libanés Hassan Nasrallah, opuesto a la dimisión del Gobierno, y a un vacio de poder, y el Movimiento Amal, presidido por Nabib Berri,

En ese entorno político actúan también el Partido Democrático (Partido Socialista) liderado por Walid Jumblatt, con una larga data de presencia en la vida política nacional.

La composición religiosa de esos dirigentes, establecida en la actual Constitución  —que amplios sectores piden sea reformada—y las desavenencias internas lastran la toma de decisiones consensuadas que permitan solventar la crisis y retornar al país a los cauces de la normalidad y estabilidad necesarias.

Para observadores y analistas el Gobierno no ha tomado consciencia de la gravedad de la situación socio-política y estima que esta puede paliarse con reformas o cambios epidérmicos sin ir a la raíz de los verdaderos problemas que mantienen hoy en efervescencia al país, no exento de las constantes amenazas de agresión armada por parte del Estado sionista de Israel, que ocupa territorio en el sur del Líbano…

Mientras, en calles y plaza cientos de miles de las voces enardecidas de los hasta hoy ignorados, esperan ser escuchadas.

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