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El último mundial de Onix y Santa Aldama

Onix Cortés, una judoca que lo ha dado todo por su deporte y su país. Foto: Juventud Rebelde.
Onix Cortés, una judoca que lo ha dado todo por su deporte y su país. Foto: Juventud Rebelde.

Tokio.- Con la espalda cayendo, los ojos cerrados de impotencia y una rápida ráfaga de pensamientos, Onix Cortés se despidió del 38 Campeonato Mundial de Judo. Para ella quizás el último, como también para Santa Aldama, la madre que la llevó por vez primera a que practicara este deporte y ha sido su fanática número uno, truene, llueve o relampaguee; gane o pierda, sea más o menos criticada y considerada por especialistas y fanáticos.

Para esta justa universal con asiento en el templo sagrado del judo japonés -Nippon Budoka- la capitalina había intentado hasta lo imposible para llegar en óptima forma deportiva. Luchó contra una operación terrible en su rodilla, maduró sus técnicas preferidas, estudió a cada posible rival y sacrificó tiempo libre y horas de descanso con tal de una despedida feliz, que le recordara al menos el bronce de una cita de igual rango en Chelyabink 2014.

Se veía animada, dispuesta, como cuando hace 13 años se proclamara campeona mundial juvenil en Santo Domingo o cuando en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 levantó un título preciado y de los más celosos para ella y para Santa Aldama. Ahora, en la capital del judo mundial, apenas le duró dos minutos en el tatami la tailandesa Surattana Thongsri en su primera presentación y al llegar a la sala de calentamiento ya sabía que la holandesa Sanne Van Dijke sería su próxima rival.

Desde la última vez que la enfrentó en el Grand Prix de Budapest 2015 jamás la había visto de nuevo frente a frente en un combate. En aquella ocasión la venció sin complicaciones, pero cuatro años más tarde, y en un escenario donde todos quieren brillar, no podía equivocarse en la táctica. Volvió a entrar al tatami animada, dispuesta y llevaba el ritmo del combate hasta que intentó hacer una de sus técnicas preferidas y al no salir con la fuerza y velocidad requerida le abrió a la europea la posibilidad de barrerla y que su espalda cayera, con los ojos cerrados de impotencia y una rápida ráfaga de pensamientos.

Vestida de judoguis azul y felpa roja, Onix no pudo esconder las lágrimas. Han sido más de 20 años dedicado a aprender técnicas, romper caídas, vivir entre viajes y lejanía de la casa, lesiones y operaciones, incomprensiones y premios bien ganados, entre el simple convencimiento de que podía dar más a pesar de los obstáculos, las rivales y las lesiones. Ahora el sueño olímpico de Tokio 2020 se aleja, aunque no es imposible, pero de los campeonatos mundiales este sí es el último. Así lo ha decidido.

Ama al judo, pero también ama ser madre, educar a su hijo (o niña) en los valores de respeto, solidaridad, disciplina, resistencia, tenacidad y valentía. Ama al judo, pero Santa Aldama quisiera ser abuela y tal vez repetir el ciclo que llevó con ella de acompañarla a cada torneo, por menos o más importancia que tuviese. La cita universal del 2021 parece tan lejana como la del poeta. Para entonces le gustaría verla de otro modo. Y que el recuerdo de seis campeonatos mundiales no sea esta última espalda cayendo sobre el tatami, sino la felicidad de haberse entregado a un equipo nacional y a un deporte como si cada día fuera el primero, como si cada sueño pudiera hacerse realidad.

Este fue el último mundial de Onix y Santa Aldama. Lo dictó el tiempo y su huella. El judo seguirá en ellas por siempre.

Resultados de los 70 kilogramos

ORO: Marie Eve Gahié (FRA)

PLATA: Barbara Timo  (POR)

BRONCE: Margaux Pinot (FRA)

BRONCE: Sally Conway (GBR)

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