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Del café ¡Hola!, etiqueta que no informa

¿Alguna vez compró usted café a un desconocido, incluso a un conocido, quien le dijo que el producto era de los que se comercializan en la red minorista, y luego usted comprobó lo incierto de esas palabras?

 

Donde se indica deberían aparecer, mirando a trasluz, las fechas de fabricación y vencimiento. Ahora solo aparece un espacio en blanco, indicativo a los fabricantes de que ese sobre salió de la torrefactora. Pero de eso no sabe nada quien lo consume. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Con las cosas que sobre el tema han sucedido, prácticamente es un riesgo la compra. Siempre tuve esa preocupación, al punto de que hace unos años, en visita a una de las torrefactoras que lo  fabricaban, y enterarme de la obligatoriedad de incluir en el empaquetado las fechas de fabricación y vencimiento y otros indicadores, les sugerí ponerlas en un lugar visible, de manera que el consumidor pudiera comprobarlas con facilidad.

La propuesta respondía al hecho de que solo la máquina podía realizar esa operación. O lo que es lo mismo: sin el equipamiento fabril es imposible que cada sobre tenga esa importante seña.

 

 Vista de la sala de máquina. Aquí se llenan los paquetes de café. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Pero mi incredulidad creció cuando hace pocas semanas comprobé que los sobres de café que tocaron a mi núcleo familiar en forma normada en junio y julio pasado, no contenían las citadas fechas. O sea, ya no era que casi no se veían, sino que no existían ni mirándolas a trasluz, como se hacía antes. ¿Será café mezclado —ya con menor calidad— u otra cosa?, me pregunté.

Al comentar sobre el tema, Tania, una compañera de trabajo, me agregó su caso. “Cuando ‘el bolsillo’ me lo permite, compro un paquete de café Serrano, ya en dos ocasiones y comprados en municipios diferentes he sufrido el engaño de no corresponderse la calidad del producto con la marca con que se vende.

“Indagué al respecto y me dijeron que para conocer su autenticidad buscara en los extremos de la envoltura la fecha de vencimiento en forma troquelada. Así lo hice, pero el paquete no tenía fecha de fabricación ni vencimiento. ¿Será o no café Serrano verdadero?”, concluyó Tania.

Con un sinnúmero de “ideas” y en las manos seis paquetes del citado café —¡Hola!, por más señas— establecí contacto con la dirección de la Empresa Cubacafé, encargada nacionalmente de fabricar el que se vende a la población en forma normada.

En mi mente albergaba no pocas historias —y hasta leyendas— sobre las disímiles formas en que personas inescrupulosas introducen café de muy dudosa procedencia en la red comercial.

Sabía que en las más de las veces el producto que entra por la “izquierda” a la red, va empaquetado en forma impecable a la vista de los desconocedores —la gran mayoría—. No obstante, vale decirlo también, en ocasiones el empaquetado es burdo e irreverente, algo motivado, al parecer, por la premura o la chapucería.

Mi propósito no era otro que comprobar en la torrefactora capitalina, enclavada en Ocho Vías, si tales paquetes, y el polvo que algunos aún contenían, eran “oficiales”. A decir verdad, daba por cierto que tanto el polvo como los paquetes de polipropileno fueran ilegales. Y me frotaba las manos con el reportaje que delineaba mi mente y que serviría para capturar a los supuestos delincuentes.

Pero no, con habilidad y experiencia Raúl Báez, el jefe de la planta, comprobó que las pruebas que yo llevaba habían salido de allí mismo. Eran legales. No había maraña.

 

El problema es otro

 

Isidro Fernández, director de Calidad de Cubacafé, indicó que adquirir en el exterior los dígitos que marcan fechas de fabricación y vencimiento requiere de un financiamiento del que no dispone esa entidad. La llamada Norma Cubana al respecto lo exige. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

 

Isidro Fernández Fernández, director de Calidad de la Empresa Cubacafé; Naydi Caraballo, especialista de Producción y Venta de esa entidad; e Isidro Fernández, director de la torrefactora, coincidieron en que desde hace seis meses los paquetes que de allí salen y que recibe la población no tienen fechas de fabricación ni de vencimiento, lo que contradice a la llamada Norma Cubana.

“Por tanto, es una violación”, dije. Entonces el director de Calidad de la empresa explicó que “en términos de alimentos, continuar la comercialización no es una violación, sino una No conformidad, pues lo ocurrido no quiere decir que el producto esté malo. Aunque ciertamente incumple un requisito”.

Sin duda, los términos empleados conllevan matices. Expresé a los directivos de Cubacafé mi convencimiento de que sí se viola lo establecido, pues como los sobres no poseen la debida información, ello pudiera coadyuvar a la posible introducción ilegal de café a la red comercial y, además, se viola el derecho del consumidor de conocer esa importante información.

Asimismo conocimos que la mayor parte de las quejas que reciben los productores se deben al olor, sabor, rotura de los sobres y también por la ya señalada falta de dígitos.

Otros  productos  alimenticios —como algunos lácteos— se comercializan en el país sin ninguna información, a mi modo de ver es un imperativo ponerle coto a eso.

“Eso tenemos que resolverlo”, indicó Fernández Fernández, quien explicó que desde hace varios años acometen esa tarea sin los mejores resultados, y subrayó las gestiones con la economía nacional para adquirir los llamados dígitos que se colocan en las máquinas para esa función.

“Traerlos del exterior constituye una erogación y no tenemos ese financiamiento”, argumentó y se refirió al mucho tiempo de trabajo de las máquinas empleadas —algunas de las cuales ya van por 15 años—.

“Hemos utilizado dígitos cubanos, pero rápidamente se deterioran”, explicó y precisó que ante los problemas con la información que deben ofrecer, “al menos tratamos de garantizar etiquetas térmicas, adhesivas, que van en la bolsa grande que lleva los paquetes pequeños que recibe la población, lo que continuaremos haciendo, incluso, de resolverse el problema de las fechas”.

Claro, la información que brinda esa etiqueta —le comenté— es solo para directivos si surge un problema o reclamación, y no llega a quien consume el café.  Y eso es, quizás, más importante.

“Los problemas tecnológicos y de equipamiento de repuesto no son solo los dígitos para indicar momento de fabricación y vencimiento, sino también las resistencias, los quemadores de diésel para el quemado de humo y otros elementos. La situación no es peor por el buen trabajo de los aniristas, pero a veces el problema se torna complejo”, aseguró el director de Calidad de Cubacafé.

Añadió el déficit que acusan las torrefactoras con el polipropileno litografiado y para el envase que se adquiere en el exterior. “Estamos haciendo pruebas con un producto nacional a fin de lograr una mezcla de polipropileno que pueda emplearse en las máquinas que tenemos, y que vienen preparadas para el producto que importamos.

“Cuando no tenemos ese producto litografiado lo enviamos a todo el país y dejamos en La Habana el importado”, agregó.

Epílogo

Aunque este año, afirmaron mis interlocutores, solo han recibido una queja por café adulterado, valdría la pena darle solución al fenómeno de la información al cliente. Internacionalmente es una exigencia inviolable, y creo que más allá de la realidad cubana aquí tampoco se debería permitir.

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