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Virgilio Andrés, el filo de la voluntad

Virgilio Andrés Rivero, armero del equipo nacional de esgrima.
Virgilio Andrés Rivero, armero del equipo nacional de esgrima.

Lima.- Hay vidas, que merecen un libro. Otras que directamente parecen sacadas de uno. Existen algunas que son tan silenciosas y gigantescas que merecen el más digno homenaje. La de Virgilio Andrés Aguilar, técnico de armamento de la selección nacional de esgrima, posee varios de los ingredientes adecuados para ser contada: valentía, voluntad y superación.

“Esta historia comenzó cuando un comisionado me propuso ser armero de la ESPA provincial de La Habana. Yo pensé ¿armero?, eso es cualquier cosa, sin embargo, asumí la función y los resultados llegaron en campeonatos nacionales juveniles y competencias de primera categoría”, aseveró mientras se desprendía de su inseparable gorra para viajar mejor en el tiempo.

“Recuerdo con mucha emoción los años en que algunos esgrimistas noveles que iban a participar en el Villa de la Habana me pedían que le “pasara” la mano a sus “hierros” e implementos.

Refirió asimismo la importancia de ese oficio en este deporte. “Esta profesión es vital y a veces desconocida. Velamos por la efectividad de las armas y por su resistencia. Incluso tenemos algo de psicólogos, pues le inculcamos a los muchachos la necesidad de creer en el arma que maneja”.

Nuestro protagonista nunca ha necesitado alimentarse de las peligrosas mieles de la vanidad. Aun sí reconoce el alcance de su oficio. “Ponemos a punto las armas. Les indicamos como guiar sus implementos, incluso trabajamos con su indumentaria, para que tenga una vida mucho más útil y ellos se sientan más cómodos”.

Cuando suena el himno nacional todos aplaudimos al deportista y su entrenador. La “retaguardia” también está en el podio. “En mi larga trayectoria todavía me emociono con la victoria. Formar parte del grupo que la forjó es extraordinario”, afirmó mientras repasaba las múltiples ocasiones en que ha disfrutado ese momento.

La familia suele ser sostén e impulso. En algunas la tradición juega un papel destacado, siempre existen excepciones. “Tengo varias hijas, a ninguna les gusta el deporte, ni siquiera la pelota. Lo intenté con la mayor. Practicó esgrima y en las competencias la asociaban conmigo. Varias veces fueron a verla para ver como tiraba, pero todo quedó ahí”, enfatizó sonrisa de por medio Virgilio, quien se despidió aconsejando a uno de nuestros espadachines sobre cómo tratar a esa “novia” de acero capaz de conducirlos de la tierra al cielo. Claro deportivamente hablando.

 

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