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La Polémica: ¿Cuál es el deporte que más se practica en Cuba hoy?

Si hace algunos años no había dudas en que el béisbol reinaba entre los deportes más practicados, seguidos y masivos del país, el panorama actual asoma al menos dos disciplinas con mucha atracción y juego sistemático, incluso con ligas de barrios o municipales: fútbol y sóftbol. Sin despreciar a otras, centramos el debate en este trío para aproximarnos a una verdad que nunca será absoluta y a la que se puede sumar con su opinión.

¿Masividad condenada al “fuera de juego”?

Sóftbol: un primo-hermano bien crecido

Un incierto lugar para el béisbol


¿Masividad condenada al “fuera de juego”?

Fabio M. Quintero Pérez, estudiante de Periodismo

La pequeña y dura pelota cambia por el “blando” esférico pegado al pie. Los muchachos quieren lograr el mejor gol y no el batazo más largo. El grito de “chapa del portero” se escucha por encima del  “tremendo fildeo”. Llama la atención el lindo regate, el eslalom que deja tendido al rival, en detrimento de la recta pegada o la curva paralizante.

Las calles, parques o estadios del país repiten estas imágenes día a día. En los últimos años el fútbol le ha ganado terreno —aunque de terrenos es de lo que más adolece paradójicamente— en cuanto a participación y gusto popular al béisbol y a otra serie de disciplinas muy practicadas en Cuba. Diversas razones propician que en la actualidad muchos prefieran el balompié como vía de competición u ocio.

Amén de ser el más universal de las deportes, las transmisiones  televisivas han contribuido a una fiebre futbolera como nunca antes entre nosotros. La posibilidad de ver semana a semana a figuras y equipos de máximo nivel mundial despierta el interés de las nuevas generaciones.

Las categorías infantiles, llámese 7-8 años, 11-12 o 13-14 tienen una gran explosión de niños. A veces se pueden formar hasta tres equipos en un mismo municipio por la cantidad de jugadores que se integran. Privilegio solo correspondido al béisbol en tiempo pasado.

Y es que algunos padres de estas últimas décadas influyen más a sus hijos para la práctica del “juego más hermoso del mundo”.  Personas de entre 30 y 40 años, incluso mayores, propogan ese arraigo que luego se refleja en el barrio, portales e incluso en las maltrechas canchas del país.

Otro fenómeno es el cambio de atletas en edades escolares para el fútbol, no obstante contar con actitudes para otras disciplinas. Se da el caso de medallistas en campeonatos nacionales infantiles en determinado deporte que han pasado a correr y darle patadas a un balón por 90 minutos.

Esta “droga social” como la definiera el historiador británico, Paul Preston, no necesita recursos numerosos, ni áreas especiales para practicarse como si sucede con diferentes deportes, razón que en ocasiones frena el desarrollo de algunas modalidades del ejercicio físico en Cuba.

Por ello es común que se organicen torneos interbarrios, de veteranos, de entidades eclesiásticas y de estatales. Asimismo, el fútbol enamora por su vistosidad y dinamismo; permite el destaque individual por encima de otros deportes colectivos, lo cual resulta uno de sus atractivos. Estos elementos se encuentran conectados a la dinámica social actual. El béisbol, por el contrario, es criticado por su  lentitud y complejidad.

El problema en nuestro país es que a partir de las edades juveniles esa gran masa de jóvenes se empieza a perder como un disparo a las nubes o el grito desesperado de un hincha en un estadio. La masividad que tanto se reclama en otras disciplinas, aquí se desperdicia como un precioso gol anulado por fuera de juego.


Sóftbol: un primo-hermano bien crecido

Joel García

Aunque no son pocos los entrenadores que prefieren enseñar al softbolista desde el primer swing, sin haber jugado antes béisbol, lo cierto es que la práctica masiva del primo-hermano de la pelota se ha disparado cuantitativamente en el país por muchas razones, todas de alguna manera ligada al parentesco de bolas y strikes.

Sin necesidad de ser un gran bateador, con la posibilidad de jugar hasta los 60 y 70 años; y fuera de los cánones de ser veloz o un gran fildeador para, el sóftbol se ha apoderado, poco a poco, de bateyes, consejos populares y de cualquier terreno en los pueblos donde no siempre aparece un estadio de béisbol a mano con sus dimensiones oficiales.

Además, han proliferado ligas por doquier: escolares, juveniles, de trabajadores y hasta periodísticas, en las que la pasión por dar un batazo reúne a centenares de personas los fines de semana. Su único freno parece recaer en conseguir una buena esférica para jugar, pues no siempre aparece a tiempo o cuando lo hace ha sido muy maltratada por el bate de aluminio.

He visto adolescentes que prefieren incluso esta disciplina por delante de otras, pues la velocidad no es supersónica en la mayoría de los serpentineros (se usa mucho jugar a la piña) y los partidos se tornan siempre bien entretenidos por la cantidad de carreras que logran anotarse los conjuntos. Además, la duración de siete inning y el hecho de no robarse bases hace también más dinámico el tiempo empleado en ella.

Las reglas son propias, pero muy fáciles de conocer porque provienen del tronco beisbolero, al tiempo que la incorporación de la mujer es otro punto favorable a la hora de medir cuánto va en ascenso su popularidad. Muy conservadoramente, solo en La Habana se calculan más de 50 ligas o campeonatos espontáneos, en los que no media federación alguna o entidad laboral, solo el placer de pasar tres-cuatro horas conectando hits, dobles o jonrón.

Conocido también como la disciplina de la bola blanda (el tamaño de la pelota es superior a la del béisbol y pesa menos), el sóftbol es uno de los platos fuertes para los trabajadores con su emblemática Copa Lázaro Peña, así como certámenes estables que se van sucediendo una o dos veces al año y en los cuales participan equipos del Banco, Etecsa, Copextel, por solo mencionar tres.

Por supuesto, no desconozco que detrás de una masividad tan alta funciona el imaginario popular o la pequeña frustración de no haber sido un buen pelotero en Series Nacionales, de ahí que terminan vestidos casi iguales, con traje y spikes, pero jugando sóftbol y más sóftbol.


Un incierto lugar para el béisbol

Jorge Luis Coll Untoria, estudiante de Periodismo

Desde que se empezó a jugar béisbol en nuestro país nació un sentimiento de apego que hoy muchos ponen en duda. El incremento de la práctica y el gusto por otros deportes como el fútbol, el sóftbol y el baloncesto hace que algunos se replanteen si todavía hoy la pelota es la reina del entretenimiento en Cuba.

Lamentablemente no hay manera de contabilizar la cantidad de personas que practican una determinada disciplina. El béisbol debe estar en el top 3, por más conservador que fuéramos.

Aún existen muchos lugares en los que se puede observar a niños y adolescentes jugando “a la mano” —lo más parecido al béisbol Five— o al taco; y si se asiste a la Ciudad Deportiva capitalina en los tiempos de competencias de las categorías inferiores se aprecia un gran número de pequeños jugadores uniformados y un ambiente beisbolero que se extraña en la Serie Nacional.

En La Habana es notable el auge del movimiento futbolístico, pero esta es una tendencia marcada a nivel mundial. En el interior del país la pelota ha perdido menos terreno y sigue siendo la preferida por muchos, tanto para verla como para jugarla.

Es real también que el deporte de las bolas y los strikes es más difícil de practicar que otras disciplinas, pues se necesita conseguir guantes, pelotas, cascos y bates, además de que se debe disponer de un espacio amplio para efectuar el partido.

Por otra parte está el hecho de que el pasatiempo nacional no vive su mejor momento: faltan ídolos, espectáculo y una competitividad marcada por la calidad del juego y de las instalaciones en que este se celebra.

Dicha situación, unida a los perfomances de los mejores equipos europeos en la Liga de Campeones, los donqueos de Lebron James o los triples de Stephen Curry, influyen en las decisiones que la mayor parte del público toma a la hora de jugar o elegir que verá en la televisión.

El béisbol sigue entre las preferencias, no obstante, ha perdido espacio. Tiene las bases llenas de otros deportes, aunque todavía puede aspirar a un doble play salvador que lo ubique en el lugar que, por historia y tradición, le ha correspondido siempre.

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