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Incinerador de cadáveres de Villa Clara: Donde las cenizas también se aman

Aunque  incinerar cadáveres es una ceremonia ancestral, que tiene entre sus simbolismos purificar el alma y, con ello, que el cuerpo se desprenda de su forma terrenal, en Cuba se va extendiendo la práctica de la cremación sin que lleve implícito todo ese significado.

 

El incinerador de cadáveres de Villa Clara presta un servicio funerario que se ha extendido en la población y ya abarca a las provincias centrales.

 

En el fondo del cementerio municipal de la capital de Villa Clara existe desde el 2014 una moderna instalación con tecnología española, donde se realiza dicho proceder y que cuenta con 25 trabajadores en turnos que abarcan las 24 horas del día. El lugar presta servicio, además, a las provincias de Cienfuegos y Sancti Spíritus.

Cuando Arelys creyó que cambiaba de oficio

Cuando le propusieron dirigir al colectivo de trabajadores del  incinerador de cadáveres de Villa Clara, Arelys Ramírez Fernández no imaginó que casi cambiaría de oficio.

“Esta es una variante funeraria que se ha extendido a partir del  acto de última voluntad del fallecido o por petición familiar, y llevarlo a efecto  implica sensibilidad  y profesionalidad”, afirmó.

 

Los cuidados especiales que los operarios y Arelys dan al equipo lo mantienen en buenas condiciones.

 

Ella había trabajado durante 25 años en la funeraria Las Villas, de la ciudad de Santa Clara, y creía que sabía casi todo lo relacionado con el servicio funerario, pero confesó que a los 15 minutos de estar en el lugar se dio cuenta de que era diferente. Allí había una tecnología que debía aprender y dominar.

Así comenzó  a dirigir el incinerador villaclareño que, perteneciente a la Dirección Provincial de Servicios Comunales, cuenta con velatorio, salones de espera, la zona del horno, así como venta de flores y de ánforas para guardar las cenizas.

“Cambió el proceder y el tratamiento al cadáver, pero no la sensibilidad, el respeto y la sobriedad que debe tenerse en este acto, el sentimiento ante la pena y el dolor de los demás es igual. Debemos ponernos en el lugar del familiar y mostrarles nuestras condolencias; es por eso que hemos diseñado un reglamento que es de estricto cumplimiento y que se basa en principios éticos”, explicó la administradora.

Según cuentan sus compañeros de trabajo, esta mujer logró comprender el funcionamiento del horno hasta manejarlo con exactitud; además, sabe planificar el gasto de electricidad y gas, de manera de mantenerlo activo todo el mes. Asimismo tiene la encomienda de planear detalladamente los mantenimientos: uno general cada día 15 y cada tres meses uno integral.

 

Pueden adquirirse ánforas para portar las cenizas.

 

El lugar del último paso

El lugar es limpio, espacioso, silencioso… Se respira respeto, parece que nunca se ha usado el equipo, cuyo acero reluce, y no muestra vestigios de cenizas ni olores, ni humo; nada daña al medio ambiente.

Tras ese esfuerzo están los técnicos e ingenieros que atienden  el incinerador. Allí prevalece la exigencia, el sentido de pertenencia y el conocimiento de Arelys y sus operarios.

Para ellos bajar el motor, limpiar el chispero, cambiar alguna que otra pieza o manguera y velar por el funcionamiento es un ejercicio diario.

Yordanki Rivera Martinez, el joven técnico graduado como mecánico de Refrigeración, decidió incorporarse al colectivo, al que ya considera como su familia, pues le dio la oportunidad de estar en contacto con una tecnología computarizada, moderna, que requiere pasos muy precisos y únicos.

Ellos son los que ven a los cadáveres por última vez y están conscientes de la profesionalidad con que deben tratar el cuerpo de los fallecidos. “Porque las cenizas también se aman”, expresaron conmovidos.

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