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Jesús Lara: Magistral ejercicio como ceramista

Loables criterios artísticos obtuvieron las obras del creador de las artes visuales Jesús Lara Sotelo (La Habana, 1972) durante su  participación, en calidad de invitado, en una de las jornadas de la VII Bienal Arte del Fuego, recientemente realizada en Matanzas, bajo los auspicios de la filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (Acaa), en coordinación con la dirección de Cultura y el Consejo de las Artes Plásticas en el territorio, y que concluyó allí con la inauguración de un salón donde se exhiben varias de las obras realizadas por este prolífico artífice, junto a las de otros igualmente participantes en el evento.

Jesús Lara Sotelo en la VII Bienal Arte del Fuego.

Tanto los prestigiosos artistas como los ceramistas y personas que presenciaron las faenas de Lara, expresaron admiración por la diversidad y rapidez con que hizo varias piezas, entre ellas un mural de mediano formato sobre losas y cuatro esculturas, trabajos que sobresalen por su calidad y por el discurso eminentemente conceptual que cada uno de ellos contiene.

El encuentro tiene como fin estimular el modelado del barro, es decir, la producción de cerámica artística, en diálogo con el medio ambiente, además de facilitar y promover su intención sociocultural; motivo por el cual los organizadores sugieren a los participantes que, de las obras realizadas por ellos en esta cita emplacen algunas que interactúen con el público en sitios urbanos y comunitarios, y a la vez enriquezcan el patrimonio cultural de este territorio.

Entre esos espacios se encuentran los hospitales Provincial José Luis Tabranes y Oncológico, la emisora Radio 26, Tele Yumurí y otras instituciones pertenecientes a la salud y la educación, en tanto un grupo de ellas estarán especialmente concebidas como premios para diferentes salones y reconocimientos a disímiles personalidades.

Lara Sotelo demostró sus habilidades en el manejo del torno de alfarero, los palillos de madera, el cortador de metal, buriles y otros utensilios necesarios para la creación de la cerámica artística, amén de su destreza en el dibujo sobre las losas con diferentes tipos de pinceles. De su magistral ejercicio poco después salieron del horno  las pictografías en terracota vidriada.

En estos menesteres, tanto Lara como el resto de los creadores, utilizan la arcilla como materia prima fundamental, en cuyo tratamiento artístico se valen del agua, sílice, plomo, estaño y óxidos metálicos

La cerámica artística cubana contemporánea participa de inquietudes propias de otras disciplinas consideradas mayores por la costumbre, la inercia y los malos hábitos. Esta praxis, que tiene al más humilde de los mediadores —el barro— ha sido erróneamente ubicada dentro de las llamadas artes “menores” o “decorativas”.

La producción de cerámica artística en Cuba se inició hacia finales de los años 40 del pasado siglo,  guiada por el doctor Juan Miguel Rodríguez de la Cruz, un profesional de la medicina que tenía un taller en Santiago de las Vegas, a 20 kilómetros de esta capital.

Destacados artistas plásticos contemporáneos —como Wifredo Lam, René Portocarrero, Mariano Rodríguez y Amelia Peláez, entre otros—, bajo la dirección técnica del Doctor, participaban con él en la decoración de pequeños objetos utilitarios. Rodríguez era la raíz que necesitaba la cerámica artística para florecer en Cuba. Su taller fue el nido acuñador de nuestra musa.

En esta cita con la arcilla, el agua y el fuego, concurrieron por tercera vez consecutiva distinguidos artífices de Estados Unidos (Laurie F. Childers) y Canadá (Pierre Hivón y José Franco). Entre los consagrados artesanos artistas igualmente estuvieron el santiaguero Luis Aragón, los camagüeyanos Annia Rosa Pérez y la pareja integrada por Eduardo García y Belkis Álvarez; el habanero Lino Vizcaino; así como los matanceros Raúl Núñez, Denys Corso, Miguel A. Cano, y Agustín Grey, entre otros; así como los maestros invitados de la capital Kamil Bullaudy, Ángel Silvestre y Lara.

La VII edición de Arte del Fuego instauró un gran momento para la cultura nacional y en particular para la matancera, pues constituye significativo aporte al sostenimiento del hermoso epíteto de La Atenas de Cuba.

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