El sueño de lo posible

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Betico y Neysi Batista, la secretaria de la sección sindical, reciben el certificado 80 Aniversario de la Fundación de la CTC. Foto: Jorge Pérez Cruz

Quizás ni en su propia comarca de origen el nombre de Roberto Pérez Hernández sirva para su identificación, pero si preguntas por Betico, nadie dudará en señalarlo.

Así de irreverentes suelen ser  los motes y mucho más en zonas intrincadas de la ruralidad cubana, donde hay hombres que desgajan el sol y la rudeza de las faenas agrícolas liderando organizaciones que buscan en la tierra el sustento colectivo.

Y en ese perenne y tenaz enfrentamiento contra las adversidades que la propia naturaleza, amenazada por la irracionalidad humana, impone a la lucha por la supervivencia, Roberto, o mejor dicho Betico, ha fundado un reconocimiento.

Tierra adentro

Como presidente de la Junta Directiva, la batalla la está dando ahora mismo en los dominios de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Reytel Jorge González, ubicada en Guayacán, un asentamiento próximo al litoral norte del municipio tunero de Jesús Menéndez, donde sus trabajadores han escrito –y escriben-  páginas dignas de relato porque denotan profundo sentido de pertenencia.

Cuenta Betico que disponen de un patrimonio total de mil 161,12 hectáreas, de las cuales dedican 689,62 a la ganadería (su objeto social es la producción de leche y carne vacunas); 13,42 a los cultivos varios y 458,8 a la actividad forestal, conformadas en siete fincas, de éstas cinco con funciones pecuarias y una masa de 345 cabezas de ganado.

“Solo de tabaco el aporte asciende a unos 30 quintales”, asegura Edel Batista, usufructuario asociado a la UBPC y especializado en este cultivo. Foto: Jorge Pérez Cruz

Allí a fuerza de tesón han vencido muchos imponderables: la salinidad de los suelos, sequías extremas y lluvias extemporáneas, entre otros que han malogrado cosechas y puesto a prueba la voluntad de sus integrantes, pero no han mellado el espíritu de resistencia.

Idalmis López Pérez es desde hace un año secretaria general del núcleo del Partido en la unidad y tiene las vivencias de las diferentes etapas por la que ha transitado esta forma de producción y “hubo momentos en los que parecía que todo estaba perdido”, recuerda ahora y pondera el liderazgo de Betico y el sentido de pertenencia de los trabajadores.

Guiados por la Ciencia

Betico fue fundador de la UBPC, luego marchó a cumplir otras tareas y retornó en el año 2015, entonces “la economía de la UBPC estaba colapsada totalmente, y, como es lógico, la situación de los trabajadores era muy difícil, la deuda bancaria sobrepasaba los mil 500 pesos, a los trabajadores se les debían más de 72 mil pesos con 10 quincenas sin pagar, y adeudábamos ya fuera de termino 404 mil pesos a los suministradores”, rememora.

Los alumnos de la escuela primaria Nguyen Van Troi reciben el apoyo de la UBPC. Foto: Jorge Pérez Cruz

El escenario parecía insostenible y amenazaba la existencia misma de la organización, pero “ningún trabajador se había ido. Habían conservado la infraestructura y todo estaba muy organizado”, enfatiza.

“Llegamos a la conclusión de que las cosas podían cambiar para bien, por lo que fortalecimos la Junta Directiva y nos dimos a la tarea de hacer un diagnóstico que nos permitió trazar estrategias de trabajo con un plan de acción que tenía en cuenta las nuevas oportunidades otorgadas por el Estado al sector agropecuario del país”.

Las medidas abrían otros horizontes a quienes supieran aprovechar sus bondades, “porque autorizaban créditos y postergaban de 18 a 36 meses los plazos para amortiguar los pagos de los ya vencidos,  autorizaban el manejo simplificado de los recursos forestales e implementaban precios más atractivos a la leche y la carne”.

Claro que eso no hubiera significado nada sin un colectivo de trabajadores aguerrido, revolucionario, solidario y muy optimista  que se aferraba a su trinchera a pesar de que no les proporcionaba los dividendos necesarios para enfrentar, incluso, el sostén familiar.

La hora del cambio

Argumenta Betico que los trabajadores plantearon “borrón y cuenta nueva”, y renunciaron al salario de las 10 quincenas que se les adeudaban, “yo no acepté en primera instancia, me parecía una afrenta, pero me convencieron y empezamos a trabajar duro para saldar deudas”.

Significa que de mutuo acuerdo bajaron el anticipo salarial,  y crearon una brigada colectiva, sumando al jefe, a la Junta Directiva, a todo el mundo, y  comenzaron a producir y a comercializar, carbón vegetal, leña combustible, el estiércol de las reses para su uso como fertilizante, caña para la producción de azúcar, de guarapo y como alimento animal.

Para enfrentar la descapitalización fundaron un módulo pecuario con una finca de ceba y una vaquería, todo sin esperar inversiones planificadas, los gastos corrían por la cuenta de operaciones y los saldo crecieron, además, a costa de otras iniciativas con prestaciones de servicios, construcción de ranchones, venta de guano y ahora suman el cultivo del tabaco, otro rubro que reforzará sus arcas.

También los aires de renovación tomaron forma en  programas de siembra de productos de ciclo corto, el saneamiento de la masa y la reorganización del proceso de producción, “y a los seis meses comenzamos a pagar, por consenso, en forma mensual, una quincena de trabajo y otra retroactiva para ir venciendo los deudas con los trabajadores, siempre a partir de los ingresos que íbamos logrando”, reseña.

Transcurrido ese primer semestre de duro bregar honraron las deudas, pudieron hacer un incremento salarial que ya promedia los 750 pesos, y ordenar un plan de vacaciones.

La naturaleza y el hombre

El torbellino de transformaciones se remonta a mayo de 2015, pero los ímpetus han tenido que desafiar sequías extremas y lluvias extemporáneas. Allí no olvidan que el primer semestre del 2017 fue críticamente seco y desde su segundo semestre y hasta el primer trimestre del 2018 demasiado húmedo, tanto que perdieron unos 800 quintales de frijol y más de tres mil quintales de tomate.

“Esta es una zona muy seca”, dice Betico y considera una valiosa oportunidad la relativa cercanía de la presa Juan Sáez, con capacidad de almacenaje de 112 millones de metros cúbicos de agua y 25 kilómetros de canales enlosados, aunque solo les suministran un “poquito” de agua.

Comparto su opinión y la de otros moradores de esas zonas de gran potencial agrícola, que la existencia de ese majestuoso embalse amerita un profundo estudio de las potencialidades productivas de su  entorno natural que propicie un programa de apoyo a los esfuerzos encaminados a las exigencias de aumentar la producción de alimentos en nuestros campos.

La UBPC y la comunidad

Los resultados del 2018 premian los esfuerzos. En ese período entregaron 103,3 toneladas de carne vacuna; 109 mil 956 litros de leche; y 6 mil 880 toneladas de caña cantidades que sobrepasan las cifras pactadas; solo incumplieron los cultivos varios, por las pérdidas ya mencionadas en las cosechas de frijol y tomate.

Los indicadores económicos cerraron marzo de este año con sobrecumplimientos en los aportes de carne vacuna en más de 1,5 toneladas  y sobrepasaron en  tres mil 300 los litros de leche previstos y esperan la  recolección de cultivos varios, cuya etapa más fuerte desarrollan a partir de este mes los granos y las hortalizas, lo que les proporciona ganancias superiores a los 14 mil pesos.

La satisfacción por esos éxitos productivos llega a los habitantes de Guayacán,  quienes consideran una fortaleza a la UBPC, porque constituye apreciable fuente de empleo y ente transformador de la comarca, donde han contribuido a la construcción de viviendas, y la rehabilitación del consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia y el círculo sociocultural, entre otras acciones de mejoramiento y atención popular.

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