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¿Cómo encadenar mejor?

Foto: René Pérez Masola

La insistencia desde la máxima dirección del Estado y del Gobierno durante los últimos tiempos acerca de la necesidad de los encadenamientos productivos para la economía cubana atrae la atención de trabajadores y especialistas, que buscan no solo su comprensión cabal, sino las posibilidades reales de aplicar este —al parecer redescubierto— concepto.

Los encadenamientos productivos, para decirlo de un modo sencillo, son enlaces entre distintos conjuntos de empresas que componen cada etapa o eslabón de un determinado proceso productivo. Esa articulación según sus capacidades específicas persigue que las empresas ganen competitividad en los mercados.

En otras palabras, la idea de encadenar producciones persigue promover, mejorar y estabilizar los vínculos comerciales entre las firmas proveedoras y las compradoras, en busca de altos niveles de flexibilidad, adaptabilidad y garantía de calidad de los productos y servicios en las diferentes etapas de la producción.

En días recientes, por ejemplo, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, apuntaba en la reunión de balance anual del Ministerio de la Industria Alimentaria, de acuerdo con un despacho de Prensa Latina, la importancia de establecer cadenas de ese sector con los ministerios de la Agricultura, el Comercio Interior y la Industria, para aprovechar adecuadamente los cultivos, incrementar las ofertas a la población y mejorar el acceso a envases y embalajes.

Igualmente, el mandatario opinó que muchos de los insumos de la industria turística cubana, actualmente comprados en terceros países, podrían ser de factura nacional; y enumeró renglones como la mantequilla, las confituras, las salsas y los aderezos.

Pero la práctica demuestra que conseguir tales vínculos no resulta tan fácil, mucho más en una economía como la nuestra, con carencias materiales, atrasos tecnológicos y, sobre todo, unas dinámicas y estructuras demasiado sectoriales, las cuales muchas veces resultan más fuertes que la propia motivación para vencer esas barreras en función de una integración económica beneficiosa para los eslabones de cada cadena productiva.

Los encadenamientos productivos no dependen, además, solo de la voluntad del empresariado, como en ocasiones pareciera. Su consecución presupone complejidades en materia de técnica económica, que alcanzan hasta la macroeconomía y sus herramientas en cuanto a la planificación. ¿Desde cuándo —otro ejemplo— escuchamos a voces expertas que alertan sobre la pertinencia de aplicar en nuestro contexto un instrumento como la matriz de insumo-producto?

La buena noticia es que este tema de los encadenamientos productivos tiene suficientes antecedentes de estudios teóricos en nuestro país como mínimo desde la década de los años noventa del pasado siglo, y que según analistas, existen los conocimientos para emprender su experimentación sobre la base de un mayor rigor científico.

No obstante, en la cotidianidad también hay pasos concretos que llevan esa intención. Las ferias de negocios entre las empresas que desde hace ya cinco años tienen lugar en el recinto de Expocuba, como parte de la concertación de sus planes económicos anuales, es un buen exponente práctico de ese tipo de iniciativa.

Los encadenamientos productivos son un proceso que pueden tener, además, una fuerte expresión territorial —y aquí habrá que explorar más el concepto económico de clúster y sus potencialidades en Cuba— e incluso un carácter supranacional, cuando hablamos de integrar nuestros productos a cadenas internacionales de valor, para lo cual es esencial el impulso inteligente e intencionado de la inversión extranjera.

Tampoco es concebible una estrategia de esta índole sin contar en lo adelante con las formas de gestión no estatal, que tienen potencialidades en cuanto a diversificación, mayor maleabilidad ante la demanda del mercado y cultura del detalle frente al cliente, a pesar de las limitaciones, obstáculos y prejuicios todavía existentes en cuanto a sus vínculos con la propiedad estatal socialista.

En resumen, encadenar producciones no es un proceso espontáneo ni voluntarista: conlleva una conducción política y científica, que Cuba —si no lo asumimos como simple consigna— está en condiciones de lograr.

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