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Concurso nacional de poesía Regino Pedroso: Los galardonados del 2018

Presentamos los poemas ganadores de la XVIII edición del concurso nacional de poesía Regino Pedroso (2018), que cada dos años rinde tributo al poeta que incorporó al panorama literario nacional una vertiente nueva con su poemario Nosotros.

PREMIO EXTRAORDINARIO DE LA CTC ANIVERSARIO 85 DEL LIBRO NOSOTROS

Filo Cubense

Cual volcán que estremece los montes.

Plácido

A Tito Junco

 

¡Guillermón…! Tu machete

en la esquina de Tumba Cuatro destronca

todavía impenetrables enramadas

y otras malezas

humanas.

Se desenfunda en el estío de Los Hoyos

y en su nervuda carga

es bastonero de la comparsa

«Los Brujos de Limones».

¡Ah, carpintero aserrador…! ¡Con qué destreza

en manos de la partera Ña Dominga

se encumbra en la plaza pura!

¡Moncada…! Ni una calle

ni un cuartel pueden contener

tu machete a un solo asalto

de la memoria.

 

(Es un machete que promete

y si no lo guardan, llegará

muy lejos.)

 

¿Acaso vino

directamente de las manos

de un cimarrón? ¿De Ña Amalia…? ¿Del Santo

Patrón de las huestes

santiagueras? ¿De la Madre

de la Patria, doña Mariana? ¿Lo afiló

Cachita…? Vuela cual tocoloro

sobre el rosario de palmas reales

que arrulla próximas batallas.

 

Nadie puede mellar el filo cubense

de tu machete redentor, General

de Ébano.

 Alberto Curbelo Mezquida

(Camagüey, 1957; reside en La Habana)

  

PRIMER PREMIO

Lámina

 

Hay algo muy sutil y muy hondo

en volverse a mirar el camino andado.

Dulce M. Loynaz

los años vuelan en forma de petreles

disputándose la última cena sobre las guadañas

el viejo proletario de manos callosas

recorre con pies desnudos la playa de sargazos

sus huellas dibujan un collar

de vaguadas que las Moiras se apresuran

en revisar: hilando, midiendo cortando.

también las ballenas vienen a encallar en la costa

luego de una larga vida de peligros, mareas, migraciones.

ninguna de ellas lleva tatuajes

ninguna ha contado sus pasos desde el bautizo.

su mirada se pierde en el espigón de escarchas

supurando efervescencias de otros otoños

sus amigos son hojas secas que los alisios

han abandonado después de cualquier tempestad

en la nieve, en los desiertos, en las megalópolis.

los hijos pernoctan en los estómagos de los cisnes

ha dejado frutos en la carretera

pero el tiempo es un cataclismo devastador

la bonanza se desecó en marjal

una hoguera quebrada en esquirlas

sus ojos vienen de tierra adentro ya cansados

y sin casi firmamento para recoger las cosechas

el sudor de una vida brotando como surtidores de jardín

en los arrecifes explotan las supernovas

las lágrimas del mar salpican en lloviznas

a todas las generaciones de cenizas funerarias.

los años vuelan en bandadas sobre el acantilado

y la telaraña está tendida entre los riscos.

para quien lucha toda una vida no hay final

el viejo se alza sobre sus huesos

con un silbido espanta la neblina

sus dedos abrevan en los sótanos del veril

una nueva batalla, los viejos proletarios no se rinden.

Amílcar Rodríguez Cal

(Villa Clara, 1974)

 

SEGUNDO PREMIO

Ráfagas invisibles

 

Yo presionaba con los talones

el costillar de la tarde

mientras el siglo estaba por caer

contra las alambradas del oriente

Cabalgadura optimista

sobre la que avanzo

por llanos interminables

El agua es un retrato en el horizonte

Confundido con hospitales de campaña

Yo presionaba con los talones

el compromiso de la patria

zurcida a las espaldas de Dios

y él tan pálido ante las preguntas

Los disparos salen de la maleza

como  besos salvajes

y las mejillas avanzan frágiles

esquivando ráfagas invisibles

que vienen saltando alambradas

evadiendo tensos espíritus de la noche

Yo presionaba con los talones

el costillar desnudo del Caribe

el monte quebradizo de la raza

y mi madre me alcanza (siempre me alcanza)

Ahorcajadas sobre un perro descabezado

Corre la lengua sangrante

Mi madre resistiendo la jauría que la persigue

Mientras sigo presionando con los talones

el costillar humeante de una Isla

enorme y laboriosa.

Gustavo Ramírez Vargas

(Pilón, Granma, 1955)

 

TERCER PREMIO

Luego existo

 

A Manuel Navarro Luna

 

Y qué distancia se suponía

que existiera entre pulso y onda,

entre patria y libertad.

Pocos distinguen los extremos,

ni superponen kilómetros entre estos.

Cuantos hombres sobre la tierra.

Cuanta tierra sobre los hombres.

Toda el alma no alcanza

para labrar el surco

e ir entrando con lunas

a un poema equidistante,

escrito en Jovellanos,

leído en Manzanillo.

No hay reverso mejor que erguir la frente,

ver al país cantando aquellas odas mambisas.

Pocos dejan el café ceremonial en la garganta

o en la gárgara que luego lo expulsa.

Sola, tras la puerta, la memoria advierte…

Ya no son de kilómetros estos recorridos.

No hay distancia entre hombre y poeta.

No hay país entre tierra y hombre,

solo versos donde nadie suponía

que existieran.

Freddy Casanova Ortiz

(Los Arabos, Matanzas, 1969)

 

PREMIO DE LA OFICINA DE TRABAJO COMUNITARIO DE LA UNEAC

 

Detente un segundo

En esta era digital

donde todos van de prisa

no es fácil sentir la brisa

de una atención fraternal.

Como enjambres de panal,

así van las multitudes,

al margen de las virtudes

propias de seres humanos

y pocos tienden la mano

pensando en sus inquietudes.

 

Pero quien es solidario

y siempre brinda su ayuda

no es como aquel que se escuda

en que es poco su salario.

Por el bien comunitario

es mejor colaborar

sin querer justificar

que es muy grande la escasez

y donde quiera que estés

algo puedes aportar.

 

Hay ayudas provechosas

y que no son materiales,

pues las hay espirituales

y también son muy valiosas.

Hay virtudes muy hermosas

en el corazón humano,

cuando brindas una mano

y dices: Estoy contigo;

le demuestras ser su amigo

como un entrañable hermano.

 

Debemos contrarrestar

esa agitada rutina

que la vida nos arruina

con tanto afán que cargar.

No nos dejemos llevar

por recetas facilistas

que nos apartan la vista

del verdadero valor,

de la amistad y el amor

y de una vida optimista.

Aldrin Manuel Hidalgo Hernández

(Báguano, Holguín, 1969)

 

PREMIO ESPECIAL JORGE LUIS CANELA IN MEMÓRIAM

Las manos de mi padre

 

¿Dónde quedaron las manos de mi padre?

Su imagen permanece en cada campanada del viejo reloj,

en el aroma del café recién colado

y en el humo del ya inexistente cigarrillo,

pero,

¿sus manos?

¿Dónde están sus manos?

¿Sus manos de olorosos ungüentos,

azucarados jarabes

de azafrán y manzanilla?

Una parda hierbera debe haberle dado el don de la cura,

un chino verdulero, el milagro de la sanación,

y el yucateco, chamán de paso, le bendijo los dedos al salir de la infancia

para hacerse un hombre entre remedios, pócimas y cocimientos.

Siempre dispuestas las manos de mi padre para contener la dolencia,

cerrar heridas

y aliviar la pena

de cuanta criatura de Dios se le acercara:

hombre o bestia,

menesteroso  o pudiente.

Moldeado por ellas soy una figura de aparente concreto

un jiquí de recias maderas que mi padre sembró,

hoy, soy yo quien se sienta en la cabecera de la mesa

pero me faltan por sus manos:

emplastos de seda,

fomentos de belladona

y cataplasmas de amor.

¡Clamo por ellas!

Las busco por cada rincón de la casa, pero no las encuentro,

y necesito las olorosas manos de mi padre

de alcanfor y agua de rosas

mentol y yerba buena,

para que me socorran en el combate de la vida

me sanen las magulladuras del alma,

y restablezca mi espíritu en su grata cuarentena.

Luis Cabrera Delgado

(Santa Clara, Villa Clara, 1945)

 

PREMIO DEL GRUPO ALA DÉCIMA

Glosa que espera

 

El alma trémula y sola

padece al anochecer

hay baile, vamos a ver

la bailarina española.

José Martí

 

En el deambular agudo

de la sonrisa que pesa

un ángel en la cabeza

me tiene el cuerpo desnudo.

Al ruedo del estornudo

este azul arrastra ola.

Por gaviota y caracola

con agua salada voy

al mar abierto. Yo soy

el alma trémula y sola.

 

Se me dobla la verdad

en la esquina que me tumbo

mientras empato otro rumbo

que jura felicidad.

Junto a tanta soledad

espero el amanecer,

tengo el sueño sin hacer

en medio del torbellino

y Dios sabe que el camino

padece al anochecer.

 

Ajena al mundo, al bullicio

fuera de tiempo trabajo

como quien cuelga de un gajo

sobrevivo al maleficio.

Le amo hasta el sacrificio

de la virgen en mujer

y me niego ante el placer

de las manos cuando invitan

a la copa. Y hasta gritan:

hay baile, vamos a ver.

 

A un siglo de lo posible

combate mi sagitario

y la voz del campanario

se va haciendo más legible.

Al parecer lo tangible

lleva presagio de estola.

Yo en la cama, y en la consola

para hilvanar la distancia

me regala su constancia

la bailarina española.

Nuris Quintero Cuéllar

(Quivicán, Mayabeque, 1975

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