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¡El día que Mariano Rivera «salvó» a Cuba!

Mariano Rivera de Panamá, ex jugador de las Grandes Ligas, durante ofrece declaraciones en conferencia de prensa, en la Ciudad de Panamá, en el marco de la Serie del Caribe, el 4 de febrero de 2019. Foto Roberto Morejon Rodriguez / Perodic
Mariano Rivera de Panamá, ex jugador de las Grandes Ligas, durante la conferencia de prensa en la Serie del Caribe. Foto Roberto Morejón Rodríguez / JIT

Ciudad de Panamá.— Vestía un jean azul y la camisa de mangas largas estaba remangada como para que nadie olvidara sus manos, esas que salvaron 652 partidos en Grandes Ligas y se pusieron cinco anillos de oro como campeón de las Series Mundiales. Sin embargo, lo que nadie imaginó, en medio de la concurrida conferencia de prensa, es que Mariano Rivera, el cerrador más exitoso del béisbol mundial, salvaría a Cuba con más de una alusión y un recuerdo feliz.

El panameño parecía animado a responder todos los lanzamientos periodísticos antes de tirar la primera bola en la inauguración de la 61 Serie del Caribe. Todos. Vinieran en recta o en cambios. Desde por qué no vistió el uniforme de Panamá para eventos internacionales de primer nivel, el regocijo de haber sido el primero en entrar al Salón de la Fama de Cooperstown con votación perfecta (425) hasta el recuerdo de su natal Puerto Caimito.

Y la oportunidad entonces se pintó sola para preguntarle también por Cuba y un entrenador que trabajó con él en sus inicios, cuando era joven y soñaba con llegar un día a jugar al béisbol estadounidense, donde usó el mítico número 42 de Jackie Robinson, y se consagró para la eternidad como el cerrador más efectivo y mágico no solo de los Yanquis de Nueva York, sino de toda la historia de la Gran Carpa.

Me miró fijamente como si buscara ese momento entre tantos vividos, hasta que soltó primero una risa y luego “salvó a Cuba”. “Sí, trabajé con muchos compañeros y maestros de la pelota cubana. A José Manuel Cortina lo recuerdo bien porque aprendí cosas con él. Me impacta y me encanta como viven el béisbol, cómo lo sienten y cómo lo respiran los cubanos. También tuve un compañero de equipo muy grande, Orlando Duke Hernández, del que aprendí que nunca uno se debe por vencido”.

Volvió a sonreír satisfecho y un sano orgullo nos recorrió quizás a todos los periodistas cubanos acreditados para esta Serie del Caribe, pues en medio de tanta fama, logros y virtudes indiscutibles, Mariano Rivera —el segundo panameño más grande en la historia de las bolas y los strikes, detrás de Rod Corew—, tuvo una influencia en su carrera de un profesor cubano, pinareño, talentoso y modesto, a quien le hubiera gustado mucho abrazarlo y darle las gracias por no olvidar su nombre.

Las interrogantes siguieron por 57 minutos. La génesis de la recta cortada que tiraba, los planes futuros en función del béisbol panameño, la próxima exaltación el 21 de julio junto a Mike Mussina, Roy Halladay y Édgar Martínez, la disciplina y el esfuerzo que hay que cumplir para lograr ser un gran pelotero, entre otras decenas de temas, fueron respondidos con la naturalidad y humildad de quien posó luego con todos los que le pedimos un recuerdo fotográfico.

Al final, la imagen más sobrecogedora quedó en unos segundos, cuando se apagaron las cámaras y las grabadoras. El panameño mientras me permitía una instantánea murmuró: “saluda a Cortina de mi parte, si lo ves”.

Y así estoy cumpliéndolo con esta crónica.

Mariano Rivera y el autor del texto.
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