Restos de viajes en el alma del hombre

Restos de viajes en el alma del hombre

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“La verdad en las obras de arte es la dignidad del talento”, breve y profunda sentencia del Apóstol con la que bien puede calificarse la profusa creación plástica del reconocido pintor, dibujante, escultor y ceramista Kamyl Bullaudy Rodríguez (Velasco, Holguín, 1962), quien expone en la redacción del periódico Trabajadores un grupo de siete piezas seleccionadas por él bajo el título de Restos de viajes, las cuales son parte de una amplia producción iconográfica con múltiples potencialidades expresivas que sobrepasa las 2 mil 400 obras recreadas en nuestro Héroe Nacional.

Kamyl entregó a Alberto Núñez, director de Trabajadores, un cuadro especialmente concebido por él, para la galería de arte de nuestro centro. Ffoto: Isabel Aguilera

Kamyl, un hombre sencillo y amigable, ingenioso artífice devenido promotor de la acción patriótica y humanística de José Martí, ha asumido ese reto con desenfado y con absoluta fe en sí mismo. Él doblega el hierro, la madera, el vidrio, el óleo y el lienzo para utilizarlos como mediadores entre su noble pensamiento y el concilio de un producto con sobresalientes valores estéticos y que, en las series dedicadas al gran prócer, deriva en su particular contribución para saldar esa suerte de deuda de gratitud que, tal ha dicho, todo cubano debe sentir hacia quien sacrificó la paz de su hogar, la vida en familia, el éxito literario y periodístico e, incluso, hasta la vida, por su patria.

Este prestigioso artista asegura que siempre será poco lo que hagamos por Martí. Por esos extraños fines del destino él tuvo a Velasco como su cuna natal, pero definitivamente instaló su residencia-estudio en la Plazuela del Ángel, justo frente a la iglesia del Santo Ángel Custodio, en La Habana Vieja, donde el 12 de febrero de 1853 fue bautizado un bebé que tenía por nombre José Julián Martí y Pérez.

Imbuido de la noble espiritualidad aprehendida del ideario martiano que tal vez con más fuerza trasciende entre la arquitectura y la historia en la antigua ciudad de intramuros, acompañado por una hermosa mujer —venida con él desde el inolvidable terruño gibarense de la provincia de Holguín—, Isis Tejeda Paneque, amorosa esposa y fiel amiga desde los años mozos de la adolescencia, allí deja volar su imaginación que desde el año 1993 orientó hacia el entretejido de historias que narran disímiles sucesos y acciones que tienen que ver con la fértil existencia del Maestro.

En esta muestra pueden disfrutarse de algunos de esos trabajos que calificados por el artista como “restos” reflejan momentos significativos en el andar revolucionario de Martí, y en los que se destaca el talante de este creador en su magistral manejo de la espátula y el uso preponderante del color para facilitar la rápida interpretación de las composiciones, entre las que se conjugan varios estilos, desde el abstraccionismo hasta la figuración, con aciertos en el tratamiento minimal de determinadas obras.

El autor de una revista única en su género, La Edad de Oro, así como del famoso ensayo Nuestra América y los célebres Versos Sencillos, entre otras muchas joyas de la literatura hispana, dijo: “Estudie mucho el pintor; vea en la naturaleza el colorido real: no dañe a sus obras con esa sombra vaga que envuelve sus retratos; no se limite a lograr alguna exactitud en el parecido, porque el pintor que quiere ser algo más que retratista, debe acostumbrar su pincel a las riquezas, movilidad, golpes luminosos y contrastes del color”. Esas palabras, precisamente, identifican la creación de Kamyl, quien evade la representación exacta para dejar su cubanísima y documentada impronta en cada uno de estos cuadros que, como asomo a su amplio espectro artístico, avalan a este artista como uno de los imprescindibles de la plástica nacional contemporánea.

Pero su legado al arte no solo trasciende por su extraordinaria evocación lírica al Héroe, sino además por sus trabajos (pinturas y esculturas) en lienzo, papel, cartulina, metal, maderas, vidrios y en cualquier otro material o soporte que encuentre en su camino.

En sus series dedicadas a los gallos y a La Habana hay expresivos matices criollos. Además de técnica y conceptualmente admirables, son discursos pictóricos armónicos y atractivos, como igualmente se aprecia en las cartulinas y lienzos que, en ocasiones con tonos sarcásticos, aluden a unas simpáticas gordas cuyas travesuras, contenidas en el imaginario del artista, son disfrutadas mediante las individuales alusiones de cada uno de los observadores.

En toda la producción plástica de Kamyl sobresale un sello personal, que lo identifica y lo define como único, porque, como expresara el Apóstol: “El alma del hombre, como el cielo en el agua del mar, se refleja siempre en su obra”.

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