Salirse del plato

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Por: Jesús Arboleya/ tomado de Progreso Semanal

Un cuento famoso es aquel donde, amarrado de pies y manos, lanzan al ruedo romano a un gladiador para enfrentarse con un león hambriento. Cuando la bestia lo ataca, el hombre es capaz de morderlo en una oreja, el león ruge de dolor, y la gente en el Coliseo le grita abusador. Eso es, más o menos, lo que está ocurriendo en Venezuela.

Foto: Progreso semanal

Venezuela se salió del plato y Estados Unidos ha ido con todo contra la Revolución Bolivariana. Ya sea de manera directa o a través de una oposición financiada por ellos, a lo largo de veinte años se produjo un golpe de Estado, que incluyó el secuestro de Hugo Chávez; la paralización de la industria petrolera; sabotajes a la economía interna; restricciones financieras internacionales; “guarimbas” de la derecha, que llegaron al extremo de quemar gente viva en las calles, y un intento de asesinato con drones contra el presidente Nicolás Maduro.

Ahora, nos sorprenden con el insólito paso de no reconocer las últimas elecciones venezolanas y “nombrar” como presidente del país a un desconocido, que se ha autoproclamado como tal. Bajo esta premisa, Estados Unidos y sus aliados pueden decidir quién gobierna en cualquier parte del mundo. El nuevo desorden mundial está en marcha.

Las razones de este atropello al derecho internacional son fácilmente identificables. Mientras exista un régimen progresista en Venezuela, Estados Unidos no puede dominar la geopolítica de la región. Las riquezas venezolanas son enormes y las empresas norteamericanas no pueden controlarlas como antes. Por último, Donald Trump necesita encarecidamente de una victoria que le permita recuperar su imagen de tipo duro y desviar la atención de las investigaciones que tiene pendiente en su país.

Para encabezar la operación contra Venezuela, Trump ha nombrado a Elliot Abrams, un funcionario convicto por los tribunales norteamericanos, debido a acciones ilegales contra Nicaragua en los años 80 del pasado siglo. Literalmente, los diablillos del escándalo Irán-Contra deambulan de nuevo por la Casa Blanca.

En una medida que ningún otro gobierno se había atrevido a tomar, debido a la desconfianza que puede generar en los inversionistas y los perjuicios que comporta para Estados Unidos, han sido incautados los bienes resultantes de la venta del petróleo venezolano y entregado su control a un gobierno que no existe. Con esto, se suspenden las ventas de crudo venezolano a ese país y se paralizan una serie de refinerías norteamericanas, diseñadas específicamente para procesarlo. El consuelo que públicamente ofreció el asesor de seguridad nacional, John Bolton, a las grandes empresas petroleras estadounidenses, fue que podrían explotar los grandes yacimientos venezolanos, una vez consumado el golpe.

Hasta la invasión militar ha sido considerada por Estados Unidos y Bolton anda con una libreta donde “casualmente” hay una nota solitaria donde está escrito 5 000 soldados para Venezuela. Ello causó revuelo hasta en el Pentágono y dejó claro que nadie es respetado por este gobierno.

No es sorprendente que algunos gobiernos latinoamericanos apoyen a un presidente nombrado por Estados Unidos en Venezuela, esto ha ocurrido muchas veces y resulta funcional para sus propios intereses internos. Demonizar al gobierno venezolano, es una manera de descalificar a la izquierda en sus países. La otra cara de la moneda es que, en América Latina, tarde o temprano, tiene un costo la antipatía que genera la burda intervención de Estados Unidos en la región y este caso es antológico.

Menos racional es que la Unión Europa, envuelta en sus propias crisis de soberanía y compitiendo por sus intereses en la región con Estados Unidos, respalde una conducta como ésta. Sin embargo, tampoco debe asombrarnos, hace rato que Europa se mueve al compás de las presiones norteamericanas y Donald Trump los tiene espantados. Todo parece indicar que la Unión Europea se apresta a respaldar un golpe de Estado, que ni siquiera la OEA ha encontrado consenso para hacerlo.

De hecho, más allá de la algarabía de las grandes corporaciones informativas, poco ha logrado Estados Unidos para legitimar sus acciones y no es un hecho menor que Rusia y China respalden a Venezuela. La inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo se han mantenido firmes en apoyo a la legalidad y respaldado al gobierno de Maduro, con destaque para las naciones caribeñas, a pesar de las presiones estadounidenses.

No conozco ningún gobierno, organización o persona de izquierda que haya apoyado este intento de golpe de Estado norteamericano en Venezuela. Es cierto que este respaldo podría ser más contundente, pero su impacto se ha visto limitado por la difusión selectiva de los medios, la desunión casi patológica de los movimientos de izquierda y, muchas veces, su falta de realismo político. Tampoco mucho más pueden hacer, en definitiva, la izquierda no es la que controla los bancos, las multinacionales y los grandes ejércitos.

Es cierto que al proceso venezolano se le puede criticar por deficiencias administrativas, corrupción y malos manejos políticos, existentes, por demás, en casi todas partes. Pero esta crítica no puede ser desde la perspectiva de la derecha, desconociendo los factores externos que muchas veces han condicionado estos problemas, máxime en un momento en que la derecha cierra filas para ir al degüello.

Desgraciadamente los márgenes de la democracia se restringen en medio de la guerra, a veces resulta frustrante porque no es lo que se quiere, pero actuar de otra manera en estos casos es suicida, dado que la derecha no se caracteriza por respetar las reglas del juego democrático.

También es real que el cerco económico y político, así como los errores propios, han generado un gran descontento popular en Venezuela y es posible que la gestión de Maduro tenga cuentas pendientes, que en su momento tendrán que ser dilucidadas democráticamente. Pero en la actualidad la opción de la izquierda en Venezuela y en el resto del mundo es escoger entre Nicolás Maduro o Donald Trump, todo lo demás es “violín”, como decimos los cubanos.

El destino de Venezuela lo decidirán los venezolanos. Mientras el núcleo duro del chavismo se mantenga firme y las Fuerzas Armadas al lado del gobierno constitucional de Nicolás Maduro, todo indica que podrán resistir, una vez más, un golpe de Estado como el que han puesto en marcha los norteamericanos.

Ojalá que así sea, lo contrario sería una desgracia para todos, porque el león tiene hambre crónica y es insaciable.

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