Icono del sitio Trabajadores

Frustración en Washington

El último día del año 1958, el colapso de la tiranía impuesta por Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952,  era inminente. Para entonces, la ciudad de Santiago de Cuba se encontraba aislada y a punto de ser atacada por fuerzas del Ejército Rebelde dirigidas personalmente por su Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Prácticamente toda la provincia de Oriente se encontraba bajo el dominio de los revolucionarios, excepto algunos pueblos cuyas  guarniciones, aún en poder del ejército, en cuestión de horas serían vencidas.

Desde Palma Soriano, el 1ro. de enero de 1959, a través de Radio Rebelde Fidel se dirigió al pueblo de Cuba. Foto: Archivo

En Camagüey los rebeldes libraban importantes acciones, y en el centro del país, numerosos enclaves militares del régimen habían capitulado ante el incesante empuje de los efectivos que, bajo el mando del comandante Ernesto Guevara de la Serna, Che, participaban en la indetenible Campaña de Las Villas, provincia donde en las últimas horas de la tarde del referido día, los defensores de Yaguajay rindieron sus armas a la tropa del comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán, y la toma de Santa Clara, su ciudad capital estaba cada vez más próxima.

Realmente preocupado ante la posibilidad de perder su dominio sobre Cuba si el Ejército Rebelde lidereado por Fidel Castro Ruz derrocaba a Batista, el Departamento de Estado de Estados Unidos propuso dar paso al poder a una tercera fuerza política hostil al régimen imperante en la isla, pero favorable a Estados Unidos, con vistas a evitar que alguno de los máximos jefes de las fuerzas contendientes gobernara la nación.

Tal planteamiento fue rechazado por Batista, pues consideraba que todavía podría rendir a su adversario. Pero la sucesiva cadena de derrotas sufridas por sus tropas demostraban lo contrario, y el 17 de diciembre, con el propósito de garantizar que elementos favorables a su gobierno asumieran el poder e impedir la inminente victoria revolucionaria, Earl Smith, embajador de Estados Unidos en Cuba, le exigió renunciar y abandonar el país.

Sin otra opción, Batista comenzó a crear condiciones para cumplir tales exigencias, para lo cual el día 24 el mayor general Eulogio Cantillo Porras, jefe del regimiento de Santiago de Cuba, le pidió una entrevista a Fidel. En esta, sostenida en las ruinas del central Oriente, el alto oficial propuso al líder rebelde organizar un movimiento militar que pusiera fin al régimen. Fidel aceptó con la condición de que no se permitiera la fuga de Batista, entre otras no menos importantes.

A pesar de la recomendación de Fidel de no viajar a La Habana, Cantillo lo hizo y el 30 envió a Fidel un mensaje en el cual le

pedía posponer el plan para después del 6 de enero. La respuesta de Fidel fue categórica: o subordinaba su tropa al Ejército Rebelde o el ataque a Santiago se iniciaría a las tres de la tarde del 31, decisión que aplazó para el siguiente día por conveniencia de las operaciones.

Nerviosismo en el Departamento de Estado

A las cuatro de la tarde del 31 de diciembre de 1958, en el Departamento de Estado de Estados Unidos se efectuó una reunión para valorar la crítica situación existente en Cuba. Convocada por el subsecretario de Estado Christian Herter, en funciones como secretario porque este, John F. Dulles, estaba gravemente enfermo, participaron en ella Roy Rubottom, subsecretario; Gordon Gray, asesor del presidente Eisenhower; el almirante Arleigh Burque, del Estado Mayor Conjunto; John Irwin y Robert H. Knigth, del Departamento de Defensa; el general C. P. Cabell y el señor J. C. King, de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y el contralmirante A. S. Hayward Jr., del Departamento de Marina.

Rubottom, quien en horas del mediodía había acudido ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado para un interrogatorio, con respecto al cual, en la reunión de la tarde, reafirmó su criterio de que no era posible calificar de comunista al movimiento revolucionario encabezado por Fidel Castro. Al respecto, el almirante, muy amigo de Batista,  señaló que en informaciones de ese día, el Departamento de Estado indicaba que Che Guevara, Carlos Rafael Rodríguez y Juan Marinello lo eran, y manifestó que al negar ayuda a Batista se entregaba el poder a Castro; en tanto Gordon Gray se quejó de carecer de una idea clara sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba, y señaló que en la última reunión del Consejo de Seguridad, el presidente Dwight D. Eisenhower había afirmado que por primera vez conocía que su Gobierno se había unido contra Fidel Castro, y él quería saber si realmente era esa la posición de la administración.

Robottom aseguró que se había intentado que Batista reconociera su imposibilidad de derrotar políticamente a Fidel Castro, y la necesidad de una tercera fuerza para lograrlo. También hizo mención a  los alzados del Segundo Frente Nacional del Escambray, cuyo jefe, Eloy Gutiérrez Menoyo, mantenía vínculos con dos de los candidatos de esa proyectada tercera fuerza —también lo era José Miró Cardona—, y que el Departamento había considerado proveerlos de armas.

Según registró Thomas G. Patterson en la página 219 de su obra Contesting Castro. The United Status and the Triumph of the Cuban Revolution, publicada en Nueva York por la Universidad de Oxford, en 1994, aquella reunión estuvo dominada por la confusión, la incertidumbre, la derrota y el desaliento prevaleciente: “(…) en los más altos niveles del Gobierno de Estados Unidos (…) debido a la creciente posibilidad de que se frustrara el objetivo (…) de impedir el triunfo del movimiento revolucionario encabezado por Fidel Castro”.

Casi al finalizar el encuentro, les llegó del embajador Earl Smith la comunicación de que Batista estaba dispuesto a marcharse del país y permitir al presidente del Senado encargarse del Gobierno y convocar a una junta militar que lo asumiera hasta la celebración de elecciones. En relación con esta, el diplomático pedía saber  quiénes del Departamento de Estado consideraba que debían integrarla, y concluyeron que, por su poder, resultaba imprescindible la presencia de Fidel en ella.

Asimismo Smith comunicó a Rubottom: “(…) que el presidente Batista, el Ministro de Estado Güell y otros funcionarios saldrían de Cuba en las siguientes 24 horas (…) que Batista se iba a República Dominicana”, y su familia a Nueva York.

Aquellos hombres se marcharon inseguros de que las cosas  sucedieran de ese modo. Los hechos confirmaron sus temores, porque tras la huida de Batista en la madrugada del primer día de 1959, Fidel proclamó: “Revolución Sí; golpe militar No”, y convocó al pueblo, especialmente a los trabajadores, a una huelga general revolucionaria que impidiera el golpe de Estado y garantizara la victoria. Seguramente tanto a ellos como a otros miembros de las altas esferas políticas de Estados Unidos, la frustración de sus planes con respecto a Cuba les amargó las celebraciones por el advenimiento del nuevo año.

Fuente consultada:

• José Luis Padrón y Luis Adrián Betancourt: Batista, últimos días en el poder, Ediciones Unión, La Habana, 2008

Compartir...
Salir de la versión móvil