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Nuestro pan…

Tal vez el producto más criticado a lo alto, ancho y largo de la historia de la economía cubana sea el pan nuestro de cada día.

Absoluta actualidad tiene esta caricatura de Alfredo Martirena publicada hace algo más de un año en el periódico villaclareño Vanguardia.

El destacado artista Carlos Ruiz de la Tejera lo satirizó con el monólogo El antipan. Mientras que el personaje de Pánfilo y de otros humoristas han hecho sus versiones sobre nuestro alimento más popular.

Ahora todo el mundo saca sus propias conclusiones: que si es el mejor el que se elabora en panaderías del avileño poblado de Ceballos; que en unos lugares sí y en otros no se diversifica la producción; que si esa bola comestible es cada vez más pequeña, negra, dura y seca.

Por cierto, el vendedor que pregona de forma habitual en mi barrio comentaba con los vecinos: “Hoy es más chiquito, pero más suave que el de ayer”.

Y es que un problema nacional con el suministro de harina repercute en el producto terminado. Amén de que en determinadas unidades no cumplan las normas de consumo de la grasa y otros ingredientes que necesita esa masa horneada.

No obstante, más que hacerle una crítica propongo construirle un monumento al pan, por ser quizás el único que se vende de domingo a domingo y al inalterable valor de cinco centavos cada ración, en estos tiempos que a muchos comestibles le han tirado por la ventana su ficha del costo de producción.

Más clara que el agua resulta la cuenta de este periodista-cliente: una persona gasta 18 pesos con 25 centavos durante todo un año para la compra del pan en la bodega a solo 0.05 centavos cada ración, casi 10.00 pesos menos como promedio de lo que invierte en el instante de la compra de una libra de carne de cerdo ($ 28.00), en puntos de venta particulares de la provincia de Ciego de Ávila; en tanto, en ciudades grandes como La Habana ronda los $ 50.00 en moneda nacional.

Por eso, al pan, pan tiene que ser el ejercicio periodístico para contribuir a que se materialice, tanto ese viejo anhelo del buen gusto al paladar, como el incremento de la calidad de las producciones derivadas de la harina con destino a la alimentación del pueblo.

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