Icono del sitio Trabajadores

Jesús Menéndez: sindicalista digno de imitar

Jesús-Menéndez

Foto: Archivo

En el aniversario 107 de su natalicio recordamos al incansable defensor de los derechos de los trabajadores

Foto: Archivo

Nacido el 14 de diciembre de 1911 en la finca La Palma, en las proximidades de Encrucijada, en la entonces provincia de Las Villas, a Jesús Menéndez Larrondo le corría sangre rebelde por las venas. De ascendencia esclava, fue el cuarto de los cinco hijos de Adela Larrondo y Carlos Menéndez, capitán del Ejército Libertador de Cuba.

Una escogida de tabaco fue el sitio donde, a los 13 años de edad, inició su vida laboral. Como purgador de azúcar, comenzó a trabajar en el central Constancia, donde cuatro años después participó en la fundación del sindicato e integró su primera directiva. Por su destacado quehacer en el movimiento sindical resultó electo como secretario general de la Federación de Trabajadores de Las Villas y en enero de 1939 estuvo entre los participantes en el congreso constitutivo de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), cuyos delegados lo eligieron vice secretario agrario. Meses después, al quedar fundada la Federación Nacional Obrera Azucarera (FNOA), ocupó el cargo de vice secretario general.

En 1940 lo seleccionaron representante a la Cámara (Parlamento), y participó en la elaboración de la Constitución de la República. Al año siguiente ocupó la secretaría general de la FNOA, la cual en 1945 pasó a nombrarse Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), que agrupaba a los obreros industriales y agrícolas, así como a los técnicos y personal de oficinas.

De 1940 a 1947 dirigió significativas huelgas que permitieron a los trabajadores azucareros la satisfacción de importantes demandas, fundamentalmente relacionadas con el salario.

 

Una batalla que le costó la vida

La batalla más cruenta por él librada fue la del diferencial azucarero, en lo que contó con la asesoría del economista Jacinto Torras de la Luz. En ese sentido exigió que en el contrato de compra-venta de las zafras de 1946 y 1947 figurara una cláusula que garantizara el aumento del precio del azúcar exportada a Estados Unidos en proporción directa con el incremento que tuvieran los productos de primera necesidad adquiridos por Cuba  en esa nación, los cuales se encarecían diariamente.

Su propuesta se impuso y en 1946 la diferencia superó los 29 millones de pesos, lo que representaba el 13,42 % sobre los salarios devengados ese año por los trabajadores. Ante las ansias  de hacendados y colonos de apoderarse de tan elevado extra, Jesús lanzó la consigna de que la zafra de 1947 solo comenzaría con “el diferencial en la punta de la mocha primero”, con respecto a lo que Juan Portilla, dirigente azucarero que entonces se desempeñaba como secretario de los congresistas comunistas en el Parlamento, apuntó:

“En el transcurso de cincuenta días desde la firma del convenio azucarero, los precios de los alimentos de Estados Unidos fueron en aumento constante (…) Pocas semanas bastaron para que se produjera una acumulación de gran número de millones de dólares que servirían para el aumento automático en los salarios azucareros (…) esa acumulación creciente de dinero desorbitó a los hacendados y colonos (…)”.

Pero, empeñado en burlar el acuerdo, Estados Unidos permanecía al acecho. La primera oportunidad le llegó cuando, en 1947, el gobierno auténtico de Ramón Grau San Martín respondió a sus exigencias y redujo el porciento del diferencial. Menéndez se enfrentó a tal decisión, y el 22 de enero de 1948 un capitán del ejército le baleó por la espalda en la estación ferroviaria de Manzanillo, en el oriente del país.

 

Defensor a ultranza de los trabajadores

Jesús Menéndez jamás les falló a los trabajadores. Siempre acudía a sus llamados, tal como ilustra una anécdota narrada por Gaspar Jorge García Galló en su libro General de las cañas, la cual reproducimos a continuación:

“En cierta oportunidad llegó a las oficinas de la Federación [Federación de Trabajadores de Las Villas]  que él dirigía en Santa Clara y a las del Partido Socialista Popular que nosotros presidíamos, la noticia de que, en la ‘escogida’ de Cabaiguán no se estaba pagando la tarifa, y que los obreros reclamaban la presencia de Menéndez, porque la actitud violenta del ‘encargado’ de los talleres (nombre que recibían los que administraban el trabajo como máximos responsables) más la de los agentes represivos, se conjugaban con la ‘tibieza’ de los dirigentes gremiales de la región.

“Tomamos las medidas para movilizar a los cuadros del Partido en Guayos y Cabaiguán, y a otros trabajadores revolucionarios no comunistas. Jesús Menéndez, acompañado de algunos camaradas partió para el lugar en conflicto.

“Había un despliegue de los llamados agentes del orden por los alrededores del centro de trabajo y, en la puerta de la escogida aguardaba el encargado con un pavoroso revólver en la diestra. Dentro se oía la agitación de hombres y mujeres que esperaban la llegada de Jesús para tomar la decisión de parar el trabajo si no se les pagaba la tarifa.

“El encargado, parado en firme, se enfrentó a Menéndez, que encabezaba el grupo recién llegado. ‘Menéndez no puede entrar aquí, si no es pasando por encima de mi cadáver. No quiero agitadores en este centro de trabajo’.

“Jesús no se inmutó. Olvidado del revólver y de las amenazas, echó a un lado al testaferro de los patronos y le contestó: ‘No se agite, que usted no es guapo ni mata a nadie. Yo soy dirigente de esos obreros que reclaman el cumplimiento de la ley. Su revólver no tiene balas suficientes para matarme y matar a los que vienen conmigo’.

“Jesús y sus acompañantes entraron en la escogida recibidos por los aplausos de la masa obrera. Bajo su orientación se acordó paralizar las labores hasta tanto se les pagara lo dejado de percibir por el incumplimiento de la tarifa y se les asegurara que les seguirían pagando de acuerdo con la norma. Se ganó la pelea”.

Compartir...
Salir de la versión móvil