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Crisis de Octubre: El derecho a defender nuestra soberanía I

Trabajadores reproduce para sus lectores una serie de artículos relacionados con la Crisis de Octubre en cuatro partes, que publicó nuestra edición impresa en el 2012

“…era un momento muy tenso. Y nosotros mismos creíamos que era inevitable el conflicto. Y estábamos muy decididos a aceptar ese riesgo. Nosotros no íbamos a ceder. Estábamos en nuestro derecho de defender nuestra soberanía”.

Son palabras de Fidel que reflejan la firmeza con que se enfrentó aquí, hace ya medio siglo, el riesgo inminente de una conflagración nuclear. Sobre los antecedentes de una de las más peligrosas crisis internacionales de la historia, Trabajadores dialogó con el Doctor en Ciencias Históricas, Tomás Diez Acosta, autor de varias obras acerca del tema y participante en las conferencias tripartitas efectuadas entre Estados Unidos, Rusia y Cuba para analizar los hechos.

Silo que se conserva en Sitiecito, Las Villas. Foto: Archivo Trabajadores
¿En su opinión cuáles fueron las motivaciones de Nikita S. Jruschov para proponer al Gobierno Revolucionario cubano instalar el armamento nuclear en nuestro país?

En torno a esa propuesta han existido diferentes valoraciones. La más extendida en medios académicos de las potencias capitalistas, principalmente de Estados Unidos, es que el líder soviético perseguía alcanzar de forma rápida un mejor balance estratégico militar con su principal adversario, y en este contexto se consideraba a Cuba —el lugar donde fueron emplazados los misiles—, como un simple satélite de la política soviética.

Entre especialistas rusos del tema, la tesis de mayor consenso es que dicha operación consistió en una maniobra de Jruschov para detener la agresión directa a Cuba y a la vez hacer sentir a su enemigo lo que significaba vivir en constante amenaza, en respuesta a la decisión de este de poner en disposición combativa los cohetes Júpiter en Turquía.

También han planteado que ante el inminente peligro de una agresión militar directa de Estados Unidos que se cernía sobre Cuba, Jruschov tomó esa decisión solidaria, cuyo objetivo era disuasivo y no agresivo.

Es muy revelador el testimonio que posteriormente aportó Alexander Alexeev, entonces consejero de la embajada de la URSS en Cuba, quien relató que en el mes de mayo de 1962, en una reunión efectuada en el Kremlin, Jruschov manifestó que estaba absolutamente seguro de que en venganza por la derrota de Playa Girón los norteamericanos iban a empren der una invasión contra Cuba, ya no con mercenarios, sino con sus pro pias fuerzas armadas.

Era necesario hallar un medio eficaz para evitar que dieran ese paso, ya que las declaraciones de la URSS ante la ONU no eran suficientes, y por ello había que hacerle entender a Estados Unidos que si atacaban a Cuba iban a tenérselas que ver no solo con un país indómito sino también con el poderío nuclear de la Unión Soviética.

¿Cómo se trasladó la propuesta a la dirección cubana?

Esa encomienda se la dio Jruschov al mariscal Serguei Biryuzov, viceministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Cohete riles Estratégicas de la URSS, quien arribó de incógnito a Cuba, el 29 de mayo, junto a otros generales soviéticos, con la cobertura de una delegación que venía a colaborar con la isla para la solución de problemas hidráulicos derivados de la sequía. Esa misma tarde el mariscal se reunió con el Ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, y en horas de la noche, con Fidel.

Tres décadas después, en la Conferencia Tripartita de La Habana de 1992, se rememoró el diálogo entre Biryuzov y el líder cubano. Cuando el primero le preguntó a Fidel qué sería necesario hacer para evitar una invasión de Estados Unidos a Cuba, este le dijo que se evitaría con la adopción de medidas que de manera inconfundible le expresaran al imperialismo que cualquier agresión a Cuba significaría una guerra no solo con nuestro país.

Fidel estaba convencido de que para defender a Cuba, no eran imprescindibles los cohetes, porque se hubieran podido obtener los mismos fines con un pacto militar que dijera claramente que una agresión arma da a nuestro territorio equivalía a un ataque a la URSS. Se basaba en que Estados Unidos tenía muchos de esos pactos en el mundo y los demás países los respetaban.

Antes de dar una respuesta definitiva, el líder cubano pidió tiempo para discutir el asunto en el Secretariado de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) donde se valoraron los aspectos positivos y negativos que podría tener esa decisión.

Sobre los negativos es importante resaltar lo que declaró posteriormente el líder cubano, quien expresó textualmente: “Si de nuestra defensa exclusiva se hubiese tratado, nosotros no hubiésemos acepta do los proyectiles. Pero no vayan a pensar que era por el temor a los peligros que pudieran sobrevenir de los proyectiles aquí, sino por la forma en que eso dañaría la imagen de la Revolución y nosotros éramos muy celosos con la imagen de la Revolución en el resto de América Latina; y que la presen cia de los proyectiles, de hecho nos convertía en una base militar soviética y eso tenía un costo político alto”.

Finalmente la propuesta soviética fue aceptada. Se valoró que esto contribuiría al fortalecimiento defensivo del campo socialista y, en segundo lugar, sería un importante disuasivo a una agresión militar directa de Estados Unidos a Cuba. La dirección cubana desde un inicio consideró necesario hacer público el acuerdo militar, aunque los soviéticos tenían el criterio de hacerlo una vez que estuvieran emplazados los misiles, como un hecho consumado. Por lo tanto, la operación sería oculta, secreta y rápida, cuestión muy difícil de lograr.

A tono con este criterio, la operación fue codificada con el nombre de Anadyr, una región del extremo oriente soviético, donde supuestamente se haría un ejercicio estratégico.

Cohete de la época de la Crisis de Octubre, que fue expuesto en el año 2002, en el Parque Histórico Militar Morro- Cabaña. Foto: Eddy Martin
Se ha afirmado que la Operación Anadyr fue una misión sin precedentes para las fuerzas armadas soviéticas. ¿Considera que resultó así también para la parte cubana?

Evidentemente. Ese fue el calificativo utilizado por el general de ejército Anatoli I. Gribkov, uno de los altos oficiales soviéticos responsabilizados con la planificación y los preparativos de la operación, ya que como él mismo señaló se trataba de reunir y preparar a casi 51 mil soldados, aviadores y marineros; calcular las armas, equipos, suministros y apoyo necesarios para un contingente de semejante magnitud durante una estancia prolongada; encontrar 85 buques de carga para trasladar hombres y pertrechos; navegar hacia Cuba sin que se sospechara la índole de lo que se transportaba y contar aquí con las condiciones requeridas para su recepción. Y todo eso ejecutarlo en cinco meses.

La parte cubana también debió desplegar un esfuerzo colosal: decidir los puertos de desembarco con mejores condiciones para el ocultamiento; seleccionar personal portuario de confianza para realizar estas tareas; formar los destacamentos de protección y guía de las caravanas hasta los lugares de despliegue; emprender para su traslado labores de mantenimiento de carreteras, reforzar puentes y construir caminos que bordearan caseríos y poblados; entregarles nuevas tierras y viviendas a las familias campesinas que habitaban y laboraban la tierra en las áreas escogidas para ubicar las diferentes unidades soviéticas; localizar cuevas, con condiciones para ser emplea das como almacenes de municiones, armamento y la protección del personal; garantizar junto con las tropas soviéticas el enmascaramiento, entre otras actividades, sin descuidar el secreto de la operación.

¿Qué consecuencias trajo el no haber divulgado el acuerdo militar entre Cuba y la URSS?

En más de una ocasión la dirección cubana alertó a la soviética la posibilidad de que los servicios especiales estadounidenses pudieran descubrir la operación antes de que se concluyera el despliegue delos medios. Las dos más significativas fueron la visita del Comandante Raúl Castro Ruz a la URSS, en julio de 1962, y del Comandante Ernesto Che Guevara a finales de agosto. La respuesta soviética en ambas ocasiones fue que no nos preocupáramos, que si eso ocurría ellos enviaban la flota del Báltico.

La actitud obstinada de Jruschov de no publicarlo y anunciar la operación solo cuando fuera un hecho consuma do con el argumento de que los norteamericanos se tendrían que conformar, provocó dos posiciones diferentes de cubanos y soviéticos, frente a las intensas campañas de prensa y las presiones de Estados Unidos. Mientras Cuba defendía el derecho soberano del país a adoptar las medidas necesarias para su defensa, la URSS trataba de mantener oculta la operación apelando al engaño y la desinformación de los estadounidenses, con lo que llegaron a entrar en el juego de armas defensivas u ofensivas.

También se cometieron por la parte soviética otros errores y vacilaciones que el imperialismo supo emplear para justificar hasta cierto punto sus medidas militares ilegales contra Cuba.

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