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De las preferidas de América

ciclismo
Ilustración: Yoan Figueredo

Ernesto León

Si le dijera que la Vuelta a Cuba es la única de nuestro continente que los afamados ciclistas colombianos no han podido ganar sería suficiente para validar el interés total y cierto misterio técnico que guarda el evento para equipos de América y Europa, deseosos por regresar a nuestras carreteras en el 2019.

Con un recorrido diseñado a favor del viento (aunque en la mayoría de los tramos sopla de lado provocando bordillos en la caravana) y el ascenso a una de las cimas más difíciles del continente y del mundo (la Gran Piedra), el giro tiene la particularidad de incorporar casi todas las exigencias de la UCI: contrarreloj individual y por equipos, un día de descanso al contar con más de diez etapas y segmentos no mayores de 200 kilómetros.

Es cierto que el cronometraje electrónico debemos alquilarlo en el exterior y los pagos de premios metálicos para los ganadores de cada trayecto y el resto de las clasificaciones van a la cuenta de los organizadores, sin embargo, ninguna lid como esta se pinta sola para experimentar el patrocinio de empresas nacionales en el deporte y abaratar los costos si el Inder así lo decidiera.

La ubicación en el mes de febrero siempre ha sido perfecta porque no choca con ninguna otra lid del pedal y en épocas pasadas los europeos la usaban como preparación para sus principales compromisos. Con una seguridad vial envidiable y comisarios internacionales avalados por la UCI en casa, la justa tiene por adelantado dos componentes que en otros países son bien difíciles de lograr.

El material gastable (gomas y piezas) puso en tensión a los responsables desde su regreso en el año 2000, por lo complicado que a veces resulta importarlo del mercado más cercano, pero al final siempre se resolvió, al igual que el alojamiento para los equipos visitantes, pues es una práctica universal que el país anfitrión asuma ese último apartado. Así lo hacen con nuestras sextetas en cada invitación al exterior.

La posibilidad de un retorno de la Vuelta pasa, por supuesto, por cumplir lo relacionado con los controles antidopaje (el laboratorio de La Habana lo ha asumido siempre) y la lógica inscripción en el calendario internacional, a pesar del impedimento de asistencia a los cien primeros ciclistas del ranking del orbe por ser nuestro clásico del pedal una justa correspondiente al circuito pro-tour.

Más allá de lo anteriormente expuesto, los argumentos de índole técnica están a nuestro favor y el tema económico parece franqueable si, por solo citar un ejemplo, reducimos a 10 etapas en lugar de las 13 tradicionales la propuesta para un regreso feliz del certamen deportivo que más personas reúne en Cuba en un período de tiempo menor.

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