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Una cultura (y un sindicato) donde quepamos todos

El reto mayor de los trabajadores de la cultura es consolidar un entramado diverso e integrador, que esté a la altura de la  gran tradición artística y literaria de la nación, y que ofrezca cuerpo y sostén a nuestro proyecto de sociedad

Pudiera parecer una frase hecha, un lugar común,  pero es en realidad el basamento de la política  cultural de la Revolución: cultura para todos,  el acceso pleno a las expresiones culturales  (que van mucho más allá del arte y la literatura)  como derecho inalienable de la ciudadanía. Se ha  dicho muchas veces, aunque no siempre es comprendido  cabalmente: la cultura es uno de los  principales sostenes de la nación y su proyecto  de desarrollo.

El acceso a la cultura es un derecho de toda la ciudadanía. La Feria del Libro en la Cabaña. Foto: Archivo

La consolidación de un entramado diverso e  integrador, que garantice el goce y el ejercicio de  ese derecho, es el principal reto de los trabajadores  de la cultura.

No es una tarea menor. No puede ser asumida  solo por los artistas y escritores (que sin duda  tienen un rol decisivo), sino por todas las personas  e instituciones que inciden en los procesos  creativos y en las estrategias de soporte y socialización  de la actividad cultural.

El Sindicato Nacional de los Trabajadores  de la Cultura es uno de los pilares de ese sistema.  Está fuera de discusión su necesidad e  importancia, pero no todos las valoran en su  justa dimensión. El sindicato no es el simple  “organizador” de actividades recreativas. Es  mucho más que la cuota sindical de cada mes  y las distinciones puntuales a sus afiliados  más destacados. El sindicato es (tiene que ser)  la voz y el brazo de los trabajadores. Y en ese  sentido, su misión no es regodearse solo en las  actividades internas (propias de cada organización),  sino proyectarse hacia la aplicación  efectiva de la política cultural.

El proceso de consultas y análisis, previo a la Primera Conferencia del SNTC se realizó en 24 municipios y en las 15 provincias del país. En la foto, la profesora Doris Madruga, directora del Centro de Superación para la Cultura y delegada directa al cónclave, planteó en la reunión de Villa Clara la necesidad de hallar soluciones al problema salarial dentro del sector cultural. Foto: Francisnet Daz Rondón

Las discusiones de las asambleas en todas las  instancias deberían ir más allá de localismos y  conflictos circunstanciales (no significa que no  sean espacios para analizar el más amplio espectro  de las problemáticas de los trabajadores,  por supuesto) para abordar también los grandes desafíos de la cultura, desde la perspectiva del  movimiento sindical.

¿Qué rol debe tener el sindicato en las relaciones  del trabajador de la cultura con su entorno  laboral (que suele ser entorno creativo), con  sus administraciones, con el sistema institucional?  ¿Cómo puede influir la organización en el  movimiento de los artistas aficionados, que tuvo  años de esplendor en el ámbito de los trabajadores?  ¿Por qué es importante la plena afiliación de  los artistas? ¿Cómo pueden contribuir los trabajadores  de la cultura al proceso de actualización  que asume la sociedad cubana? Son solo algunas  preguntas, pero podrían animar un intenso y  provechoso debate.

La labor sindical de grandes figuras de la  cultura cubana tiene que ser referencia en estos  tiempos. Los históricos vínculos del movimiento  sindical con la vanguardia artística y literaria  del país no pueden sufrir menoscabo.

Cultura de calidad para todos los trabajadores  y para todo el pueblo: ese es el desafío permanente.  Sin “elitismos” absurdos o concesiones  “mercantilistas”: ¿por qué hacer distinciones artificiales  entre “alta cultura” y “cultura popular”?  Trabajemos por satisfacer las demandas del  pueblo (la natural necesidad del arte) a partir de  jerarquías y valores, sin menospreciar las aristas  meramente lúdicas y sin renunciar a una vocación  ética y estética.

Danza Contemporánea de Cuba será homenajeada en una de las jornadas de la Conferencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura. Foto: Del autor

Muy a la ligera se suele decir aquello de que  este es el pueblo más culto: persisten (incluso,  crecientes) lagunas de incultura e incivilidad;  ignorarlas no significa que no existan, que no incidan  en la pérdida de valores esenciales.

De lo que sí podemos estar orgullosos es de la  gran tradición, de la fuerza y la singularidad de  nuestra cultura, y del inmenso potencial de nuestro  pueblo. Preservemos ese legado y engrandezcámoslo  (que es la mejor manera de preservarlo).  Como se ve, hay mucho camino por recorrer  todavía.

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