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VII Juegos: Historia del Fuego Centroamericano

Cartel oficial de los VII Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Cartel oficial de los VII Juegos Centroamericanos y del Caribe.

La ceremonia inaugural de los séptimos Juegos Centroamericanos y del Caribe en México, el 5 de marzo en 1954, aportó las novedades de un coro gigante que entonaron el Himno de los Juegos, así como el encendido del Fuego simbólico o centroamericano.

Basado en una tradición practicada por los nahomas de ese país cada 52 años en el Cerro de la Estrella, como señal de un nuevo ciclo de su existencia, los organizadores revivieron cada detalle en víspera del día inicial de la justa. A la medianoche, un sacerdote frotó los dos maderos hasta lograr la chispa que encendió una hoguera, de la cual prendieron sus antorchas jóvenes atletas indígenas.

En su recorrido por la ciudad mexicana hasta la puerta del Estadio de la Ciudad Universitaria, el pueblo vivió como suyo el Fuego Centroamericano hasta que el campeón del pentatlón de la edición anterior, Amador Terán, —último relevo—encendió el pebetero en la parte más alta de la instalación deportiva.

Quedó así instaurado una hermosa actividad mantenida hasta nuestros días. Y cada cuatro años la ceremonia se realiza en el mismo sitio, de donde sale hacia el país sede. Pero esta versión tuvo también un aporte tecnológico importante, cuando se incorporó la moderna técnica de foto finish en los eventos de atletismo.

Las proezas de Rafael Fortún y Ángel García

Una vez más el atletismo fue la gran atracción de los Juegos, y dos cubanos hilvanaron hazañas diferentes, pero maravillosas.

El bólido camagüeyano Rafael Fortún ganó por tercera ocasión consecutiva en estas citas los cien metros planos, con la nota adicional de no haber perdido ningún heat eliminatorio ni semifinal en esas ediciones. En la final superó por una sola décima al fogoso jamaicano Leslie Laing, en tanto su compañero Raúl Mazorra finalizó tercero.

En la vuelta al óvalo se registró también una carrera inolvidable. El recordista mundial y olímpico, George Rhoden, de Jamaica paseó la distancia en las pruebas clasificatorias y parecía encaminado al título, incluso en ambas superó a un cubano de zancadas largas, Ángel García, tercero en una de las  semifinales.

Sin embargo, en la final, el cubano Ángel García hizo caso omiso de los premios del jamaiquino y en el carril contiguo le siguió los pasos hasta rematarlo en la raya de sentencia con un estirón de leyenda e increíble para muchos. El foto finish determinó el ganador, pues ambos habían marcado 47,9.

La próxima cita sería en la populosa capital venezolana, Caracas, en 1958, pero situaciones políticas cambiaron los planes originales.

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