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Equilibrio entre sentimiento y profesionalidad

Una proeza: la identificación, con absoluta seguridad y en solo ocho días, de los cadáveres del accidente aéreo del 18 de mayo. Respaldo de los familiares y de todo el pueblo

Honrar a la Patria y la justicia
a través de la ciencia y la verdad.
José Martí


Los días vuelven a ser apacibles en el Instituto de Medicina Legal. Algunos miembros de su colectivo se afanan en los preparativos de la conmemoración de un nuevo aniversario de la institución; la mayoría continúa su rutina laboral, más late todavía un dolor, una angustia que emerge en cada conversación: el desastre aéreo del 18 de mayo, en La Habana, los marcó definitivamente.

El estudio de restos óseos es muy importante en la identificación de cadáveres. Fotos: René Pérez Massola

Intercambiamos con una veintena de médicos, técnicos, paramédicos, administrativos y dirigentes, y hay un criterio común: la identificación de los 109 cadáveres (cuatro personas fueron trasladadas directamente al hospital Calixto García) se hizo en tiempo récord porque existe un sistema preparado y ensayado.

El doctor Sergio Rabell agradeció al pueblo de Cuba y a las autoridades por la solidaridad demostrada.

“Las fuerzas trabajaron de manera coordinada en turnos de 24 horas, no detuvimos las investigaciones; en los primeros cuatro días analizaron todos los cadáveres que contenían las bolsas, sabíamos lo que había dentro de cada una, y en ocho días los identificamos a todos”, comentó el doctor Sergio Rabell Piera, director del Instituto de Medicina Legal.

Hay otra coincidencia significativa: la seguridad absoluta de que cada cuerpo que entregaban a un familiar era el suyo; se trabajó con tanto detalle, en armonía los integrantes de los equipos (forenses, criminalistas y antropólogos), se discutieron las evidencias; entrevistaron a los familiares para conocer datos pre mortem, se les mostraron fotos, prendas y hasta el cuerpo o parte de este cuando fue imprescindible por tal de hacer el trabajo perfecto.

Un escenario muy difícil

La mayoría de los forenses que intervinieron en este caso tenían experiencias anteriores similares.

“Teníamos el compromiso de hacer el trabajo en el menor tiempo posible”, dijo la experta Halina.

La avezada doctora Halina Pérez Álvarez, subdirectora general del Instituto, llegó con el primer grupo al lugar del accidente. “Había fuego, fango, llovía, explotaban cosas, los bomberos echaban agua, no estaba definida el área donde íbamos a actuar. El escenario era muy difícil, y sabes que en estos casos escasean las posibilidades de hallar sobrevivientes”.

Pocas horas después regresó a Medicina Legal con los primeros 20 cuerpos; desde entonces su trabajo fue constante. Con los cadáveres lo primero que se hace es la tetralogía identificativa (edad, sexo, raza y estatura), e interactuar con los familiares.

“Lo que permitió realizarlo en tiempo récord fue el compromiso, porque los familiares estaban esperando y en ese vuelo iban 102 cubanos. Ayudó que los cadáveres estaban bastante conservados, contábamos con información ante mortem: la que dieron los familiares, la lista de pasajeros, el video de abordaje, lo que permite avanzar con rapidez. Era un reto profesional”, aseguró la doctora.

“Los niños fueron una prioridad: eran cinco con edades diferentes y se determinaron en el primer momento. El otro reto fue tratar de encontrar a la madre o al padre, buscar asociaciones.

“En nosotros prima el factor humano del conocimiento; la tecnología en muchos casos la aporta criminalística: las fotografías, los dentigramas cuando existían, si hay radiografías pre mortem, las uñas, tatuajes, las ropas. La familia juega un papel elemental en la identificación de los cadáveres.

“Cualquier muerte que ocurre nos duele, el sentimiento aflora, pero tienes que buscar el punto de equilibrio que te da la profesionalidad para no quebrarte. No todos pueden actuar con los familiares, hay que definir la persona y darle la tarea, no puede ir a llorar. Nada tiene mérito personal, todo se hizo con la colaboración de cientos de personas, de otros hospitales, centros de la salud, voluntarios de la Cruz Roja, la solidaridad de los cubanos y de parte del mundo”, reconoció Halina.

No hubo que llamar a nadie

La asistente administrativa Tania Montejo, y el paramédico Guillermo Valladares se encontraban cada uno en sus casas al enterarse del accidente. Tampoco se hallaba allí Beryl Fiallega, subdirectora administrativa, a quien catalogan el alma de la logística de todo el proceso. Vinimos para acá y fuimos preparando los expedientes, las condiciones para que cuando llegaran los cuerpos se pudiera trabajar de inmediato con ellos, afirman.

“El primer contacto con los cuerpos fue muy duro”…, dijo Tania. “Estuvimos dos días seguidos trabajando, descansábamos sentados. Primó la disposición, no había rangos, cumplíamos la tarea encomendada. Pensaba en el dolor de los familiares; nunca los vi, pero en ellos estaba mi pensamiento”, agregó Guillermo.

Lo más difícil son los niños

Para Carlos Luis Castillo Rodríguez, un técnico tanatólogo (hace necropsias, reconstrucciones, embalsama) con 20 años de experiencia, lo más difícil es trabajar con los cuerpos de los niños. “El momento más tenso fue cuando vi a los niños ubicados muy cerca de un adulto que para mí eran familia: papá o mamá. Lo otro que me impresionó fueron las familias, yo no las vi, pero sabía que esperaban que se les entregaran los cadáveres, uno no lo demuestra, pero lo siente”.

Cristina Cabrera, especialista en Medicina Legal y secretaria general del sindicato allí pidió “botella” y en el camino supo la noticia; le dijo al chofer que la dejara en el Instituto, y salió para el levantamiento de los cadáveres, donde permaneció todo el tiempo.

Cristina: “Estamos absolutamente seguros de que cada cadáver que entregamos a un familiar era el suyo”.

“Esta es mi tercera experiencia en un accidente aéreo y siempre sobrecoge porque es algo que nunca esperas, es impactante. ¡Los niños, eso es indescriptible! Todos los cuerpos de los niños los levanté yo en mi equipo, que era el cuarto, levantamos 54 cadáveres de los 109. Cuando llegamos habían sacado a los sobrevivientes.

“El levantamiento de los cadáveres requiere mucho cuidado, tratar de identificar desde el lugar, el sexo, la raza, las prendas que tenía, las pertenencias a su alrededor que pudieran estar asociadas a estos, porque esos elementos ayudan durante el trabajo en la morgue.

“Lo que estamos levantando no es una persona, es un cadáver, que tiene otro estatus legal, pero merece respeto a lo que fue, a sus familiares; requiere ética profesional.

“Se trabajó muy organizadamente, con el apoyo de las autoridades; luchamos por el mismo objetivo. La actitud de los trabajadores fue genial. Todo funcionó como un reloj”.

Las anécdotas de cómo evitar mostrar el dolor y que emergieran los sentimientos son incontables, mas tienen mucho valor las narradas por las especialistas en Medicina Legal Dinorah Simón y Nory Toledo, quienes se encargaron de entrevistar a los familiares y darles información de los identificados.

“Todos los casos fueron difíciles; una debe ponerse como una coraza porque se siente el dolor, pero al mismo tiempo brindarles a los familiares confianza, seguridad, pedirles que tuvieran paciencia, lo cual era muy difícil en esas circunstancias; en las familias había desesperación, ansiedad, mucho dolor, sufrimiento”, aseveró Nory.

Sin embargo, el doctor Sergio Rabell tuvo una deferencia: “Los familiares se portaron muy bien, ninguno trató de violentar el sistema y mostraban mucho agradecimiento, aún lo hacen.

“No se rindió nadie; en ocho días concluimos la identificación de los cadáveres. Los tiempos fueron récord para todo; trabajamos con un principio en medicina legal: tiempo que pasa, verdad que huye”, concluyó.

Los expertos se agruparon en equipos multidisciplinarios y rotaban las tareas para no agotar el intelecto.
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