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Hasta lo más mínimo

Del ahorro hay que escribir aunque parezca un asunto reiterado. No por gusto se afirmó que en él está la mayor reserva de riqueza del país. Y resulta evidente que las potencialidades superan lo logrado.

Pero a veces tengo la impresión de que la exhortación a ahorrar se queda en un simple eslogan coyuntural o un llamado que no encuentra muchos oídos receptivos, sobre todo en los centros laborales, con énfasis en las grandes industrias, altas consumidoras de energía y materias primas.

Ciertamente no hay ahorro chiquito. La televisión informa con frecuencia que apagando una bombilla de 20 watt la energía que deja de consumirse resulta significativa. Y en la sumatoria, o sea, con la unión de numerosos poquitos, también se alcanzan importantes resultados.

En conferencias municipales de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) a las que he asistido se abordó el tema desde varias aristas. Una de estas ha sido la exhortación a reactivar, o mejor dicho, a avivar la preocupación colectiva, con la dirección administrativa y la sindical al frente, para aprovechar al máximo los recursos disponibles, o sea, con la mayor eficiencia, por dejar de gastar lo posible sin afectar la calidad de las producciones y los servicios, y por crear y hacer funcionar las comisiones de ahorro, al parecer un tanto olvidadas en el universo laboral actual.

No se trata, como también han señalado, de dejar de utilizar finanzas incluidas en algunas partidas del presupuesto o no usar la cantidad de materia prima estipulada para la elaboración de un producto determinado.

O de intentar infructuosamente, desde luego, “hacer más con menos”, pues eso, en la práctica, resulta tan imposible como “recuperar el tiempo perdido”.

El ahorro tiene que preocupar y ocupar, y formar parte, con la frecuencia debida, del orden del día de los consejos de dirección de las entidades y de la asamblea general de afiliados y trabajadores, con análisis objetivos sobre la base de informes bien elaborados y que tomen en cuenta, principalmente, la explotación de las reservas existentes.

Hay acciones para evitar derroches que requieren de recursos, como en el caso de la eliminación de los múltiples salideros de agua potable en las redes hidráulicas de las grandes ciudades. Pero algo podrá hacerse, quizás con técnicas más simples, para al menos, erradicar los mayores. Toca a los directivos y especialistas valorar el asunto con profundidad y con los pies puestos en la tierra.

Otra asignatura pendiente está en el imprescindible ahorro en los denominados horarios picos de consumo de la energía eléctrica, al mediodía y en la tarde-noche. ¿Se mantiene la misma exigencia que en tiempo atrás con la adecuación de los gastos en las grandes fábricas o la paralización de equipos, como los aires acondicionados de las oficinas? ¿Quién actúa o exige directamente sobre eso?

¿Por qué desaparecieron del amplísimo espectro de reuniones de todo tipo los chequeos y las plenarias para evaluar tan importante asunto?

En el más reciente Pleno del Comité Central del Partido, el General de Ejército Raúl Castro Ruz reiteró la necesidad de ahorrar hasta lo más mínimo, ajustándonos a la realidad que vivimos.

Seamos consecuentes con ese llamado.

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