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Disciplina laboral

Foto: Ana Margarita González

No descubro nada si escribo que la disciplina laboral tiene un impacto directo en la eficiencia y la productividad del trabajo. El tema, de especial sensibilidad por ser esencial, posee tantas expresiones como entidades pudieran existir. Pero un hecho decide: allí donde hay orden y exigencia los resultados productivos y de servicios son mejores.

Según regula la Ley no. 116, Código de Trabajo, en su artículo 146 corresponde al empleador la responsabilidad de la dirección, organización del proceso de trabajo y su control, para lo que debe asegurar el conocimiento por los trabajadores de sus atribuciones y obligaciones…

Por supuesto, el asunto de la disciplina laboral y tecnológica involucra a todo el colectivo laboral, y dentro de él, la dirección administrativa y la organización sindical tienen un determinante protagonismo.

Los estudios, comprobaciones, anécdotas… revelan no pocas irregularidades presentes hoy en nuestros centros laborales alrededor de la gestión disciplinaria, entendida en los ámbitos individual y colectivo.

Entre las causas puntean la falta de rigor en la medición del resultado y la conducta del empleado en cada jornada, así como en la evaluación de desempeño que debe acompañar al trabajador al cierre del mes. También se reporta poco dominio por empleadores y dirigentes sindicales de la legislación vigente, al tiempo que no se utiliza eficazmente, con enfoque preventivo, el Reglamento Disciplinario Interno (RDI) con que deben contar las instituciones, instrumento esencial en manos de quienes dirigen para hacer cumplir el orden laboral.

El control y seguimiento de la disciplina no es asunto exclusivo de la dirección de Recursos Humanos; se requiere de la actuación y exigencia de todos los factores del colectivo. Ante una ausencia injustificada, negligencia o violación del RDI, la respuesta debe ser el análisis del hecho por parte del jefe inmediato del infractor, con la oportuna presencia de un dirigente sindical de base.

En la medida en que haya profundidad y voluntad de justicia alrededor del examen de lo ocurrido, se ganará en instrucción y las enseñanzas llevarán a que la disciplina consciente esté por encima de la imposición. Tal filosofía se corresponde con la actitud que ante el trabajo debemos tener los interesados en la construcción de una sociedad socialista.

Un adecuado ambiente de disciplina aporta al fortalecimiento de los valores que nos animan. Por el contrario, cuando impera el desorden y la impunidad el contexto se vuelve desmoralizador.

No desconocemos las realidades que vivimos en nuestra sociedad. Con cierta frecuencia llegan a esta Redacción quejas acerca de la coincidencia entre los horarios habituales de labor y los de los establecimientos que brindan servicios públicos.

Ello es causa de indisciplina al provocar la salida de trabajadores en medio de la jornada laboral para hacer gestiones que les serían imposibles de realizar una vez concluida la faena. Consecuencia: desaprovechamiento del tiempo concebido para la tarea.

La experiencia de los horarios extendidos más allá de las cinco y seis de la tarde resultó efímera. La razón es entendible; todo pasa por la economía, y la nuestra bien sabemos que tiene limitaciones. Hoy día no es posible la apertura de entidades comerciales en los llamados horarios de “pico eléctrico”.

Hacia el futuro, tan pronto la economía lo permita, no debemos renunciar a la ampliación de estos servicios que facilitan la ejecución de variadas gestiones a la masa trabajadora, en particular a las mujeres, que ante la realidad cotidiana se sienten apremiadas por llegar a la casa para continuar labores. La incorporación de turnos de trabajo en los establecimientos que lo requieran tiene como valor adicional la generación de empleos.

Otro fenómeno que atenta contra el óptimo funcionamiento de cualquier entidad, y en particular el índice de productividad del trabajo, es la pérdida de hombres- días motivada por el excesivo otorgamiento de los certificados médicos.

La disciplina laboral es tan vital para la realización del objeto social y demás propósitos planteados por las empresas, fábricas y centros en general, que merece mirada y análisis permanentes en nuestro día a día, y en escenarios decisivos como son las reuniones del Consejo de Dirección y las asambleas de afiliados.

De esa manera se favorece la prevención de faltas y hacemos una valiosa contribución a la educación política y laboral de los trabajadores.

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