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Pago electrónico en Cuba: ¿tecnologías o cultura?

Los pagos por vía digital en la banca, los servicios y el comercio en Cuba parecerían comenzar su verdadero despegue, como parte de una política de informatización de la sociedad que debe vencer no pocos obstáculos tecnológicos y culturales.

1997 – Instalación del primer cajero automático y se emiten las primeras tarjetas bajo la marca RED. | foto y gráficos: Cortesía del Banco Central de Cuba

El anuncio reciente sobre las nuevas posibilidades para el uso del dinero electrónico a través de los teléfonos celulares y fijos, Internet, los cajeros automáticos y otros dispositivos tecnológicos, apunta al único camino para mejorar el servicio de un sistema bancario que ya casi colapsa en su viejo modelo de atención presencial.

Muchas son las dificultades a superar. El ejemplo más conocido quizás y fácil de entender es el de los cajeros automáticos y las tarjetas magnéticas. Crecer en la actual cantidad de tarjetas bancarias depende de la disponibilidad de recursos financieros para adquirir los costosos equipos, y también de resolver otros indicadores que denotan la inmadurez de la red.

Por ejemplo, las autoridades bancarias aducen que hay una concentración de las dos terceras partes de sus operaciones en los cajeros automáticos entre los días 8 y 12 de cada mes, en correspondencia con los cobros de los salarios de los trabajadores. Pero si este es el caso más popular, tal vez el más trascendente sea el de la banca remota para las entidades y los trabajadores no estatales, por el volumen de operaciones que puede implicar.

Todavía son desaprovechadas por muchas instituciones las facilidades que ofrecen los bancos comerciales para acceder de manera remota a las consultas financieras y múltiples acciones contables. Aún podemos hallar a numeroso personal de contabilidad de las entidades frente a las ventanillas de los bancos, en franca competencia con el servicio al resto de la ciudadanía.

Tampoco resultan todavía significativas las operaciones que por esta vía realiza el creciente sector de trabajadores por cuenta propia y otras formas de gestión no estatal, todo lo cual indica que no solo basta la existencia de la posibilidad tecnológica, sino que es preciso insistir en que los bancos “vendan” mejor esos servicios.

Por último, son muy atractivos los primeros experimentos en materia de comercio electrónico por Internet mediante la creación de una pasarela de pagos, y la primera aplicación de banca móvil, para pagar desde los celulares servicios como la telefonía, la electricidad y el agua, entre otras opciones.

Pero para conseguir su generalización será indispensable no solo el soporte de las comunicaciones y los software con garantías de seguridad, sino también normas legales que amparen estos procedimientos y determinen derechos y deberes de las partes que intervienen. Resta, pues, bastante por hacer en esa vía —más fácil y rápida— de los pagos electrónicos.

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