El Libertador continúa cabalgando.

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El inolvidable Comandante Hugo Chávez se inspiró siempre en El Libertador.

Hassan Pérez Casabona*

 En el duro bregar por construir una sociedad superior hay que enfrentar ataques de todo tipo. Es algo intrínseco al accionar de los esquilmadores de siempre: cada vez que un proyecto levanta vuelo, aquí o acullá, desatan un andanada furibunda. El propósito no es otro que desvirtuar, empequeñecer y destruir por completo todo lo que se erige en alternativa al régimen depredatorio instaurado por el capitalismo, únicamente interesado en globalizar sociedades de consumo desenfrenadas.

La embestida se despliega en todos los campos, desde la idea de que ningún procedimiento es desechable en aras de doblegar a los que no quebramos las rodillas. Esa percepción maquiavélica se intensifica en el terreno histórico, político, ideológico y cultural. Es, en pocas palabras, una combinación macabra. En ese arsenal tenebroso son funcionales sabotajes, agresiones, presiones diplomáticas, cercos económicos,  bloqueos, persecuciones financieras y, es el caso que ahora nos ocupa, el desmontaje de nuestra historia y la demonización de las grandes figuras que nos antecedieron.

Parapetados en ríos de dólares que corren en una sola dirección, entran en escena tanques pensantes, fundaciones, agoreros enfundados en ropaje nuevo, trasnochados de poca monta, cipayos y quienes (jubilosos por las cuentas en bancos foráneos que se le entregan como migajas ante la traición) se proponen lavar un pasado en que se adherían a las ideas de lucha. Estos últimos siempre son especialmente malévolos porque, en el afán de convencer a sus nuevos amos de que ahora su repulsa por la lucha está a prueba de balas, no escatiman absolutamente nada a su alcance para cimentar el sendero de oropeles que aspiran a recibir. Excomulgarse de lo dicho o escrito antes es una obsesión, que solo puede ser sofocada en su mentes calenturientas echando montañas de lodo sobre lo más venerado de nuestra historia. A la larga cada elemento del que se reniega los sume en atolladeros más profundos.

Hugo Rafael Chávez Frías arribó al Palacio de Miraflores, el 2 de febrero de 1999, como fuerza telúrica capaz de remover las entrañas latinoamericanas. Inspirado en el legado de Bolívar, Morelos, San Martín, Hostos, Alfaro, Martí y tantos otros (en la medida que ratificó la idea asumida desde mucho antes de admirar a Fidel y la Revolución Cubana) fue investido presidente jurando sobre una constitución moribunda que debía refundarse su país -levantar la V República- y abrir senderos entre todas las naciones del hemisferio.

Desde el comienzo resultó particularmente emocionante apreciar el dominio del Comandante Chávez sobre la vida y el pensamiento de Bolívar. Con su peculiar carisma (declamando, cantando o citando innumerables pasajes de sus escritos) el “Arañero de Sabaneta” trajo al Libertador a las peleas cotidianas. Al punto de que bajo su impronta nació la República Bolivariana de Venezuela.  Es más, me atrevo a afirmar, que nadie encontraría –por intensa que sea la pesquisa- una intervención pública de Chávez (en cualquier tipo de actividad oficial) donde no invocara de manera orgánica a quien nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y apagó sus ojos en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830.

Esa conexión molestó al imperio y a sus aliados internos. ¿Podría permitirse que un joven, formado como oficial, avanzara en su programa teniendo como aliento llevar adelante, en toda su plenitud, el sueño bicentenario que animó a los próceres de la región? Es evidente que esos estrategas (quienes suelen destilar su odio por los pobres  en encuentros de elevada carga etílica) decidieron desde temprano que, al mismo tiempo en que enfilaban los obuses contra las Misiones Sociales y el resto de las transformaciones impulsadas, los cañones tenían que apuntar también a las figuras que cimentaban el proceso. Tal componenda, no es de extrañar, se hilvanó con el concurso de diversos actores. Una vez puesta a rodar la farsa, cual bola de nieve in crescendo, nada debía quedar incólume.

Bolívar no aró en el mar

Foto del autor

Por estos días La Habana es un hervidero cultural. Tomando como epicentro la Feria Internacional del Libro las actividades se suceden en diferentes espacios. Es un lujo que nos damos los cubanos el cual, como el resto de las conquistas a nuestro alcance, no es resultado del azar sino de la acendrada vocación de Fidel y la dirección revolucionaria de dotar al pueblo de ideas. “La Revolución te dice lee, no cree”, Campaña de Alfabetización mediante, son la génesis de esta fiesta donde convergen obras clásicas con lo más contemporáneo de las letras producido en múltiples latitudes.

En coincidencia con la Feria tiene lugar el V Congreso Internacional de Historia y Literatura “La historia y el recuerdo”, organizado por la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC). En el evento, que sesiona en la Casa Benito Juárez, se debaten numerosas ponencias elaboradas por delegados de varios países de la región y, se presentan libros sobre temáticas de honda significación.

Una de esas joyas es Simón Bolívar, entre Escila y Caribdis, obra póstuma de Jorge R. Ibarra Cuesta preparada por la Editorial UniMagdalena, perteneciente a la casa de altos estudios del mimo nombre enclavada en Santa Marta, Colombia.

El Dr. Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la ADHILAC (y quien acaba de recibir de manos del ministro de cultura Abel Prieto, en la sala Nicolás Guillén de la Fortaleza de la Cabaña, el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2017) explicó la manera en que surgió el texto.

“La historia de este libro, que presentamos a los lectores gracias a la generosidad de Ana Riverón, viuda de Jorge Ibarra, tiene algo que ver conmigo. Hace poco más de dos años, tras una inesperada llamada telefónica, Ibarra se apareció en mi casa, portando en la mano un manoseado ejemplar de una obra recién publicada en España que lo había sacado de sus casillas. Se trataba de La guerra a muerte. Bolívar y la campaña admirable (1813-1814), elaborado por el historiador canario Manuel Hernández  González. Ibarra se sentía defraudado y ansiaba, de algún modo, manifestar su inconformidad con aquel autor que abandonando el rigor histórico atacaba sin contemplaciones la figura de Simón Bolívar, con el evidente propósito de erosionar uno de los pilares ideológicos de la revolución Bolivariana en Venezuela, sustentada en el legado del Libertador”, precisó.

Foto del autor

El también prologuista del que sin dudas será fuente de obligatoria consulta en lo adelante, añadió: “Ibarra, cada vez más inconforme y disgustado (leyendo diversas entrevistas aparecidas en la prensa española) tomó la decisión de que esas mal intencionadas interpretaciones históricas y los calificativos injuriosos no podían quedar sin respuesta, responsabilidad que decidió asumir, a pesar de que debía dejar por el momento otros temas de investigación que le apasionaban. A partir de ese instante, Ibarra se consagró a indagar en los temas “destapados” por el historiador canario mediante una acuciosa investigación en archivos y bibliotecas cubanas que continuó en Estados Unidos, país donde en su juventud había cursado la enseñanza secundaria en la Willistton Academy e iniciado estudios universitarios en Economía en la Universidad de Pensilvania”.

En sus sentidas palabras, el también jefe del departamento de Historia de la Universidad de La Habana aseguró: “Aquí están los resultados del esfuerzo intelectual y las conclusiones a las que llegó Jorge Ibarra en sus enjundiosas pesquisas historiográficas, siguiendo la máxima con la que cierra el epígrafe II de esta obra: `Los historiadores no pueden depender de los sentimientos, sino, ante todo, de la razón para reconstruir el pasado`. En este libro, dirigido a los calumniadores de Bolívar, publicado gracias al particular apoyo del doctor Jorge Elías Caro, Ibarra hace gala, en su contundente argumentación, de sus brillantes dotes de polemista y de erudito historiador. Con Simón Bolívar, entre Escila y Caribdis logra esclarecer la verdad histórica y desmontar todas las falacias tejidas por los enemigos del Libertador, antiguos y nuevos, en torno al arresto de Francisco de Miranda en 1812 y el decreto de Guerra a Muerte de 1813, refrendado por Bolívar durante la Campaña Admirable que le permitió el establecimiento de la II República de Venezuela”, argumentó.

En ese línea escribió Ibarra en la introducción de su estudio: “Simón Bolívar debió navegar entre las aguas procelosas y traicioneras de los primeros años de la gesta independentista como el héroe mítico Ulises lo hizo entre los monstruos marinos Escila y Caribdis. Las decisiones que tomó para enfrentar las difíciles y complicadas situaciones que se le presentaron en los inciertos inicios de sus luchas por la independencia americana, suscitaron distintas versiones historiográficas sesgadas de su proceder”.

El Dr. Jorge Elías Caro, quien es además vicepresidente de la ADHILAC, expresó que: “Hay un nexo en mi ciudad, Santa Marta, con todo lo relacionado con Bolívar. Recuerdo que en Asunción, en el 2017, Sergio nos habló de este texto y la trascendencia que poseía. De inmediato nos pusimos a trabajar. Contamos con el apoyo de su viuda, aquí presente. Tratamos de armar el libro interpretando las ideas que tenía su autor en cuanto a su confección. Para la Universidad del Magdalena es un orgullo publicar esta investigación, en la doble condición de la valía de la obra de Ibarra y los temas que en sus páginas se examinan. Estamos haciendo un esfuerzo para que llegue este libro a Cuba en una mayor cantidad de ejemplares. Va a ser presentado en las principales Ferias del Mundo. Creemos que es un aporte a la vindicación del Libertador ante los enemigos que asoman el rostro”.

El Dr. Jorge Renato Ibarra Guitar, hijo del autor y también brillante historiador, confesó: “Mi padre fue un promotor del debate académico e intelectual, así como de asumir las nuevas metodologías de investigación. Fue de los primeros en Cuba en estudiar los aportes de la Escuela de Annales y de las “historia de las mentalidades”. Él se acercó a la historia no como juez sino como alguien que intentaba tratar cuestiones poco analizadas, sin renunciar a sus principios. A este libro le dedicó muchas horas.  Trabajó con entusiasmo principalmente en Casa de las Américas y la Biblioteca Nacional. Espero que el texto pueda ser editado en Cuba. Es un regalo de nuestro padre para todos”.

De izquierda a derecha los doctores Jorge Renato Ibarra Guitart, Sergio Guerra Vilaboy y Jorge Elías Caro. Foto del autor

Jorge R. Ibarra Cuesta, considerado por muchos el primero de los historiadores cubanos formado en la Revolución, falleció en La Habana el 7 de junio del 2017, a los 85 años de edad. Recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y el Premio Nacional de Historia.

Fue presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en la Universidad de Oriente, en 1953. Obligado a marchar al exilio en Costa Rica, Estados Unidos y México, entre 1956 y 1958, se entrenó en tierras veracruzanas para regresar a nuestro país en una malograda expedición cuya objetivo sería sumarlo a la lucha armada en la Sierra Maestra.

Entre sus obras más relevantes se encuentran Manual de Historia de Cuba, editado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias en la década del sesenta de la pasada centuria. Ideología mambisa (1967); Aproximaciones a Clío (1979); Nación y cultura nacional (1981); Un análisis sicosocial del cubano: 1898-1925 (1985); Cuba: 1898-1921, partidos políticos y clases sociales (1993); Cuba: 1898-1958, estructuras y procesos sociales (1996); Máximo Gómez contra el Imperio (2000); Varela, el precursor: Un estudio de época (2004); Patria, etnia y nación (2007); Marx y los historiadores ante la hacienda y la plantación esclavista (2008); Encrucijadas de la guerra prolongada (2012) y De súbditos a ciudadanos (siglos XVII-XIX): el proceso de formación de las comunidades criollas del caribe hispano (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo), editados en santo Domingo entre el 2012 y el 2013.

*Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemiféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

 

 

 

 

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