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“La independencia es resultado de dramáticos sacrificios humanos”

Por Hassan Pérez Casabona*

No logra precisar cuántos profesionales ha formado, desde que se enroló en el apasionante ejercicio magisterial, a partir de 1971. Nadie podría hacerlo, en realidad, teniendo en cuenta las diversas generaciones con las que ha trabajado y los incontables escenarios donde desgranó análisis, que contribuyeron a que entendiéramos el extraordinario acervo que sustenta el devenir de nuestros pueblos. Sus clases, conferencias e intervenciones televisivas y radiales dejaron una huella.

El doctor Guerra Vilaboy, segundo a la izquierda, explicándole al entonces presidente paraguayo
Fernando Lugo, quien tiene en sus manos el programa del evento, aspectos relacionados con el
Congreso Internacional de Adhilac que se celebró en Asunción, en octubre del 2011. Foto: Cortesía
del entrevistado

Por eso, coetáneos y alumnos —en la licenciatura en Historia, diferentes maestrías y programas de doctorado—, recibimos con orgullo la noticia de que se le otorgaba el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas correspondiente al 2017.

Antes, en el 2010, experimentamos igual júbilo al saberlo ganador del Premio Extraordinario por el Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana, convocado por su querida Casa de las Américas. Sergio Guerra Vilaboy ha publicado más de 40 libros, 16 en calidad de coautor, y más de 300 artículos y ensayos en Cuba, México, Venezuela, Colombia, República Dominicana, Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil. La vitalidad que exhibe impide desenmascarar su edad. Dicho ímpetu es resultado, en buena medida, de realizar ejercicios a diario.

“Corrí muchos años en la pista del Estadio Universitario Juan Abrahantes. Ahora lo hago cerca de mi casa”.Este insigne profesor se ha desempeñado, a lo largo de cuatro décadas, como jefe del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Es Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba. Desde el 2010, luego de un decenio como secretario ejecutivo, preside la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (Adhilac).

¿De qué manera comenzó ese largo peregrinar que le hizo dedicarse a la investigación y enseñanza de nuestras raíces y tradiciones?

Desde niño me atrajeron las clases de Historia por encima de las demás asignaturas. También era un lector ávido al que interesaban entonces todos los libros que caían en mis manos. Recuerdo mi pasión por las noticias internacionales, la cual todavía me acompaña.

A partir de los 10 años esperaba a diario con ansiedad a que el repartidor tirara en mi casa el periódico Revolución. Al cabo del tiempo comprendí que la lectura es una herramienta clave, diría que decisiva, no solo en la formación de los profesionales en general, sino para cualquier persona que aspire a comprender el mundo que le rodea.

Usted insiste en la necesidad de que se comprendan adecuadamente los aspectos que cataloga como “las grandes líneas de la independencia”. Recréenos esas cuestiones sustantivas.

Las luchas por la emancipación, en lo que hoy denominamos América Latina, comenzaron, en mi criterio, en 1790 con la Revolución Haitiana y finalizaron con las campañas de Simón Bolívar en Perú y el Alto Perú, cerrada de forma magistral con la victoria militar patriota en la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824; aunque la completa liberación continental no se logró hasta 1826. Por tanto, durante algo más de 35 años, se desarrolló la contienda por la primera independencia de Nuestra América, si bien la problemática libertaria se prolongó, de cierta forma, hasta 1830.

Ese proceso revolucionario sumamente heterogéneo fue abierto, tenemos que recordarlo siempre, con la masiva sublevación de los esclavos en Saint Domingue, que devino proclamación de Haití como primer Estado latinoamericano soberano, en 1804. Dos años más tarde, el venezolano Francisco de Miranda desembarcó en playas caribeñas para iniciar el proceso de liberación de toda Hispanoamérica, a la que denominó Colombia, lo que constituyó otro hito muy importante.

Algunos historiadores pretenden negar la profunda connotación social de las gestas libertarias. ¿Qué opinión le merecen esas posiciones?

Esas tesis extremistas carecen de fundamento. La lucha por la independencia de América Latina no solo estuvo dirigida a la emancipación de las metrópolis europeas —hecho por sí solo de extraordinaria relevancia histórica—, sino que también abrió alternativas para un cambio radical de la sociedad, lo que se manifestó de diferentes formas de un extremo al otro del continente.

Durante todo el complejo proceso emancipador de 1790 a 1830, fue una constante el bregar interno entre los partidarios de una revolución limitada a cambios en la esfera política y los que se proponían realizar, en forma paralela, profundas transformaciones socioeconómicas, de lo que fueron exponentes movimientos populares como los encabezados por Hidalgo y Morelos en México, Mariano Moreno y Artigas en el Río de la Plata y, por supuesto, Simón Bolívar.

El Libertador fue el mejor exponente del genio militar y político de la etapa final de la independencia, avalado por sus ideales de integración y brillantes victorias de armas. En especial, después de su fructífera estancia en Haití —a la que consideraba la nación más democrática del mundo— sintetizó lo más avanzado del programa revolucionario, como cuando expresó que le parecía una locura que en una revolución de independencia se pretendiera mantener la esclavitud, que era precisamente lo que había ocurrido con la emancipación de Estados Unidos.

Este fue, en última instancia, el verdadero dilema de la independencia latinoamericana, la disyuntiva histórica a que se refería José Martí en su ensayo Nuestra América, donde señaló que el problema de la separación de las metrópolis europeas no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Siempre remarca que el proceso de la integración de América Latina y el Caribe constituye un sueño bicentenario…

Fue el propio Miranda el primer criollo que concibió un proyecto para la integración continental. Desde 1790 soñaba con una Hispanoamérica independiente y unida, que se nombraría Colombia. De alguna manera el pensamiento del Precursor, como se le conoce, influyó en otros patriotas de la generación que hizo la independencia de España como O’Higgins, el doctor Francia, Hidalgo, Moreno y Bolívar.

El Libertador es quien más lejos llegó en los planes integracionistas de lo que llamó la América Meridional, para diferenciarla de la del Norte, a los cuales ya aludió en su Manifiesto de Cartagena de 1812 y en la Contestación de un americano meridional o Carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815, así como en diversas misivas y documentos posteriores. Fruto de sus sueños fue la creación de la Gran Colombia y el Congreso de Panamá en 1826, los que finalmente se frustraron por la fuerza de la reacción interna y externa. Casi al finalizar el siglo XIX, ante la brutal acometida de Estados Unidos sobre América Latina, José Martí retomó y enriqueció el ideal bolivariano de unidad, precisamente cuando este comenzaba a ser desvirtuado con el panamericanismo diseñado por Estados Unidos.

El concepto martiano de Nuestra América no se limitó a las antiguas colonias de España, algo común a todos los intentos y propuestas anteriores, pues incorporó a la totalidad de los países al sur del río Bravo salidos del colonialismo y enfrentados a la voracidad de las grandes potencias y en particular de Norteamérica. Al proclamar la tesis de la integración continental Martí dio nuevas proyecciones al legado histórico de Bolívar.

La independencia de América Latina y el Caribe, en resumen, es resultado de dramáticos sacrificios humanos y de acontecimientos heroicos que no pueden olvidarse. Una generación de jóvenes se entregaron en cuerpo y alma a la tarea de la liberación nacional, llegando incluso a ofrendar la vida en el noble empeño. Debemos enaltecer el costo humano de la emancipación.

¿En quiénes pensó al recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas?

En todos mis profesores, algunos de ellos galardonados anteriormente con este Premio y otros que fallecieron antes de que fuera instituido. Muy en especial en los tres que más influyeron en mi formación, al mismo tiempo entrañables amigos: el guatemalteco Manuel Galich, el cubano Francisco Pividal y el alemán Manfred Kossok, este último mi tutor de doctorado en la Universidad de Leipzig.

*Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana

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