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Margarito Iglesias: crimen contra el movimiento sindical

Su muerte fue horrenda. Aquel luchador de piel oscura, de unos seis pies de estatura, fue apresado por el siniestro capitán Crespo, quien radicaba en el Castillo de Atarés. Cuando el militar, acompañado de varios uniformados, conducía a Margarito Iglesias Owen —tal era el nombre del prisionero— dio la orden de matar y le entregó al verdugo, también negro, una mandarria para que le destrozara el cráneo.

El cuerpo fue a parar al estercolero empleado por el oficial para desaparecer a sus víctimas, adonde habían arrojado años antes a Alfredo López.

Tales eran los métodos empleados por los sicarios de la dictadura de Gerardo Machado para eliminar a sus opositores y poner fin a la limpia y vertical ejecutoria de hombres como Margarito, dirigente del Sindicato General de Obreros de la Industria Fabril, de proyección anarcosindicalista, fundado en La Habana en agosto de 1917, una combativa organización que nucleaba a trabajadores de las fábricas de dulces y confituras, galletas, jabones, papel, cigarros, cervezas y refrescos, entre otras.

Cuando el régimen intentó aniquilar al sindicato, Alfredo le prestó apoyo; sin embargo, el machadato se dio a la tarea de lanzar falsas acusaciones contra los dirigentes obreros tildándolos de terroristas y de ser autores de atentados personales contra los dueños de las empresas con las cuales tenían litigios. Margarito sufrió esas acusaciones que lo llevaron a la prisión.

Bajo su liderazgo el Sindicato realizó varios paros, boicots y otras acciones contra diversas fábricas, entre estas la cervecería Polar, movimiento que se prolongó por tres años y pasó a la historia de luchas del sindicalismo de la época como ejemplo de combatividad y de los procedimientos a los que apelaban el Gobierno y los patronos para aniquilarla.

En este caso, se les imputó a los sindicalistas haber envenenado la cerveza, como consecuencia de lo cual hubo un fallecido y varios intoxicados. El Gobierno enarboló tan falso argumento para declarar ilegal el Sindicato y suspenderlo definitivamente.

Fue entonces que Margarito trasladó su lucha a otro sector, el portuario, cuando empezó a laborar en la rada capitalina y allí continuó siendo víctima de acoso por su defensa intransigente de los derechos de los trabajadores, hasta su detención y asesinato.

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